LXXIII ✹

1.1K 104 141
                                    



Dohang se abotonó las muñecas y se remangó. Frente al espejo reparó en su aspecto. Estaba impecable con la cabeza rapada como siempre y ese atuendo blanco de los pies al cuello, perfecto para la ocasión. Puso especial atención en su ceño fruncido y en sus labios apretados, pero no fue capaz cambiar la expresión amarga que tenía. Menos cuando, también a través del espejo, cruzó miradas con el lobo a sus espaldas.

Yeosang estaba recargado en la pared con los brazos cruzados. Se descruzó en ese momento para darle un vistazo rápido a la pantalla de su teléfono. Todavía ningún mensaje nuevo.

—Ustedes son una plaga —dijo Dohang—. Un despropósito mágico.

Yeosang no contestó. Dirigió sus ojos calmos hacia la ventana. La tenue luz que entraba por ahí le iluminó las mejillas.

—Espero que estén conscientes del problema que han provocado —insistió Dohang con frustración.

—Debe ser duro —respondió el rubio, mirándolo por la ventana—. Vivir con tanta culpa, quiero decir.

Los ojos de Dohang se encendieron con ira. Su mueca se agravó y el color de la culpa en su alma se avivó. Yeosang podía ver esos tonos con claridad.

—¡¿De qué estás...?! —espetó Dohang con la mirada contagiada de ira y la mueca agravada.

Pero una exclamación aireada de Yeosang lo interrumpió:

—¡Son ellos!

El teléfono de Dohang había vibrado entre los dedos del lobo. Por fin había llegado ese mensaje que tanto esperaba. Se guardó el aparato en un bolsillo del pantalón y palpó el otro con los dedos para asegurarse de que su hilo de plata seguía en su lugar. Entonces levantó a Eunjin de la silla donde la había sentado y se la colgó en la espalda, atándola con una serie de cintas de tela cómo lo hubiera hecho una madre. Entonces miró a Dohang, que seguía en el mismo lugar con los puños apretados.

Yeosang se preparó para sacar el hilo.

—¿Qué pasa? Dijiste que ayudarías voluntariamente.

—Cállate —espetó el mago. Yeosang lo vio cerrar los ojos y respirar profundo antes de añadir—: Vamos.

El lobo hizo un gesto con la cabeza para que Dohang tomara la delantera. Después de todo lo que había tenido que hacer para llegar hasta ahí prefería tener a ese mago vigilado.

Dar con el paradero de Hongjoong no fue tarea fácil.

Yeosang vivio toda su vida tratando de anular los resquicios de sangre híbrida en sus venas. Lo aterraba la idea de ser una anormalidad y una poseción del alfa. ¿O no era injusto que ante cualquier falla que cometiera él o un miembro de su familia el castigo inminente fuera la muerte y no la expulsión pacífica como era para todos los demás? Odiaba que fuera así, y deseaba no ser más que un lobo. Pero nunca se sintió del todo como uno. Siempre lo acosó la necesidad de liberar algo que tenía atrapado entre la piel y los huesos, y solo por encontrar a Hongjoong se atrevió a liberarlo por primera vez.

Cuando Yeosang escuchó a su parte espiritual, se dio cuenta de que su alma sabía más cosas que él. Así como el lobo reconocía mejor los olores y los sonidos, el espiritual podía seguir el rastro de las almas. No sólo podía ver lo que se asomaba de ellas alrededor de las criaturas, sino era capaz de sentirlas a su alrededor. Y la de Hongjoong la sentía de manera diferente. Porque la sentía. Podía sentirla aunque Hongjoong no estuviera presente. Descubrió que, sin ser consciente, su alma se había aferrado a la del mago de una manera que no terminaba de comprender. Era como si hubiese atado una especie de cordel al alma de Hongjoong, un hilo que por más que se estiraba no se rompía. Debió hacerlo cuando vio que en ese mago a su único salvador. Solo habría sido cuestión de seguir el rastro del cordel hasta Hongjoong, pero Yeosang no dominaba esa habilidad.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora