LXVII ✹

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Las gradas del campo de fútbol atestiguaron, con su soledad, la confesión de Reese.

—Mingi sí está en peligro —soltó ahogada contra sus piernas, con la frente recostada a sus brazos cruzados.

El mago a su lado le contestó con una calma envidiable:

—Lo sé.

—Ser parte de mi familia nunca ha sido fácil, Hongjoong —repuso ella—. Al principio Oli se llevaba la peor parte para protegerme, él no quería que mi padre me involucrara en sus cosas. Pero después de que me diera cuenta de que yo era una celestial defectuosa, y que mi padre me apoyara ocultándolo de todo el mundo, sentí que le debía. Yo misma quise ayudar. Desde entonces he hecho todo lo que me ha pedido. —Hizo una pausa para suspirar con pesadez. Las palabras le dolían—. Mi primera misión fue hacer que Mingi me mirara. Como ya me gustaba, pensé: "bah, es la mejor misión del mundo". Pero no fue fácil cómo pensé que sería. Mingi sólo miraba a su manada, para él no existía nada más. A veces se llevaba a alguna chica a la cama, pero ni siquiera parecía muy interesado en eso. No llegaba a nada con ellas. Yo sabía que si tomaba ese camino tampoco obtendría mucho más de él. Fue cuando apareció Urika. Y lo hice todo mal. Mi ineptitud lo empeoró todo.

Al relato lo interrumpió un gimoteo. Hongjoong no la apuró. Tampoco la consoló. Quizá pensó que habría estado fuera de lugar.

—Si yo hubiera conseguido que Mingi se fijara en mí, las cosas no habrían escalado a tanto —retomó la pelirroja—. Y pagué más caro de lo que te imaginas. Mi padre me dio una segunda oportunidad, la última. Esta vez tenía que conseguir que se alejara de ti.

—¿Por qué? —preguntó el mago con un resquicio de reproche en la voz.

—Es complicado.

Hongjoong suspiró.

—Está bien. Tengo tiempo y soy buen entendedor. Vayamos con otra pregunta que quizá sea más fácil de contestar: ¿qué busca tu padre con todo esto?

Reese irguió la espalda, se limpió la cara y continuó hablando con más control:

—Mi padre siempre ha estado obsesionado con su primera visión. Desde que la tuvo ha tratado de descifrarla y de ampliarla, y en últimas, de hacerla realidad.

—¿Qué fue lo que vio?

—A las tres manadas licántropas unificadas, marchando como un ejército. Lo sé, es una locura. Pero mi padre se convenció de que esa era su misión.

—¿Unificar a las tres manadas?

Reese asintió.

—Mi padre fue la primera persona no licántropa en hablar con un líder alfa en términos cordiales. Siempre se jacta de eso. Lo consiguió cuando fue miembro de La Alianza. En aquel tiempo Vánagandr era el alfa del norte. Él aceptó la invitación de mi padre, quien no perdió la oportunidad para contarle sobre su visión. Vánagandr se rio en su cara y mi padre se llevó una decepción. La manada del norte ya era la más poderosa, y sin su ayuda no había otra forma de unificar a los licántropos. Pero unos años después las cosas cambiaron. Vánagandr desapareció, y cuando Caeso se convirtió en el nuevo alfa mandó a llamar a mi padre. Resulta que estaba al tanto de la conversación que había tenido con Vánagandr, y a él la unificación sí le parecía una idea maravillosa. Siempre que él fuera el líder, por supuesto. No sé muy bien cómo fue, a mi padre no le gusta hablar de esta parte, pero de alguna manera llamó la atención del Concejo mágico y fue acusado de instar a la guerra entre los licántropos. No lo condenaron, pero a raÍz de eso perdió su puesto en La Alianza y gran parte de su prestigio. Le costó años recuperarse de eso. Fue su época más oscura, pero siempre dice que la agradece porque le hizo abrir los ojos. —Reese hizo una pausa y miró a Hongjoong a los ojos—. Perdón por lo que voy a decir. Son las palabras de mi padre, no las mías. Admito que yo lo creí por un tiempo, los magos son cerrados y aburridos, es difícil verlos con buenos ojos. Pero no soy tonta, me doy cuenta de las cosas.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora