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Vasil no consiguió provocar a Mingi en ninguno de sus numerosos intentos, pero Mingi sí logró provocar a Vasil la primera vez que se lo propuso.

El plateado salió de un edificio de salones directo hacia la cafetería principal. Llevaba un bolígrafo en la mano. Tranquilamente se acercó a la mesa de la manada y tocó el hombro de uno de ellos con la punta del lapicero.

—Oye, se te cayó esto —avisó.

Jongho se quedó de piedra. No se atrevió a voltear, pero con una mirada de reojo bastó para saber quién acababa de hablarle. El resto de la manada enmudeció. Todos se pasmaron salvo Vasil. Un rugido como de tormenta salió de sus fauces al mismo tiempo que sonaba un estruendoso manotazo en la mesa.

—¿Qué mierda? —ladró incrédulo.

Mingi, como si no fuera con él, meneó el lapicero en su mano.
—Sólo lo estoy devolviendo —resaltó con obviedad—. Hey —insistió inclinándose hacia el cobrizo—. ¿No es tuyo?

Y no hizo falta nada más. El platinado recibió el primer golpe limpiamente, justo en la quijada. Pero lo aceptó porque había conseguido lo que quería. Si él empezaba una pelea con Vasil sería tomado como un desafío y tendría que responsabilizarse de los resultados. Pero todos en la cafetería acababan de ver cómo Vasil golpeó primero sin que él tocara un pelo de la manada. No directamente, al menos.

Lo demás sucedió muy rápido como para que Urika pudiera contarlo con precisión, pero hizo su mayor esfuerzo. Cuando Vasil mandó el segundo golpe fue interceptado por una de las manos de Mingi. El plateado aprovechó el flanco abierto para asestar un golpe sobre el estómago de su contrincante. Mingi podía no conocer nada sobre el mundo de los licántropos, pero después mencionaría en alguna plática que se había enfrentado a otros alfas con anterioridad y por ello sabía que sus cuerpos eran más resistentes de lo normal. Sus pieles eran más difíciles de abrir y sus huesos no se rompían fácilmente. Por eso, cuando le dio ese primer golpe a Vasil supo que no le quebraría nada, pero sí le infringiría buen dolor y lo dejaría sin aliento. Mientras que el azabache se retorcía buscando oxígeno, lo tomó por el cuello y de alguna manera consiguió estamparlo encima de una mesa, desparramándo las bandejas de comida sobre ella. Quienes la ocupaban se alejaron de un salto. El plateado se inclinó sobre su presa inmóvil, con las garras amenazando su cuello, y algo le dijo al oído.

Mingi nunca contó qué fue exactamente.

Vasil no se recuperó de ese evento, pero tampoco reaccionó como Mingi esperaba. El platinado fue muy ingenuo al creer que una sola advertencia compondría las malas mañas de un alfa moldeado para imponerse a costa de lo que fuera. Al principio pareció que funcionaría, porque Vasil dejó de provocar a Mingi y no tomó represalias contra nadie de su manada a pesar de que estaba claro que las acciones del argento habían sido incitadas por alguien más. Aun así, la manada podía sentir como se acumulaba su frustración. Acudió varias veces a la dirección y en todas ellas regresó más molesto que antes. Sabían que era cuestión de tiempo para que explotara la bomba porque el alfa tenía pleno conocimiento de que uno de sus lobos lo había traicionado. Sólo que no sabía cual.

Por eso, Wooyoung decidió usar su última carta.

—¡Wooyoung! —ladró Vasil aquel día nefasto. El más bajito se estremeció, pero no se movió de su lugar. Estaban en un estacionamiento bebiendo, Wooyoung acababa de llegar. Vasil los había convocado a todos como solía hacer cuando se antojaba de compañía. Tenía a Jongho en su regazo, como siempre, pero lo bajó con brusquedad para acercarse al recién llegado—. Hueles a ese cabrón —siseó con una vena hinchada en la frente.

El lobito de lila siempre fue cuidadoso al respecto, salvo en esa ocasión. De hecho, ni siquiera vio a Mingi ese día, pero antes se las arregló para que el plateado le prestara una camiseta que Wooyoung usó por horas antes de acudir al estacionamiento.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora