LXIX ✹

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El viejo estaba cantando cómo le gustaba hacer por las mañanas, con la voz desafinada y a todo pulmón. Bailaba de la forma más espantosa mientras iba de un lado a otro recogiendo productos de higiene personal. Que si champú, que si jabón, que si loción, que si aceite. Agarraba todos esos tarros olorosos entre sus dos manazas y los dejaba a los pies de la bañera, donde él aguardaba. Mingi había visto todo su despliegue sumergido hasta el pecho en el agua tibia. Seguía cada movimiento del adulto como un depredador, quieto y estático, pero se le había puesto una sonrisa arbitraria en los labios. Lo sabía porque las comisuras, acartonadas como las tenía, le dolían cada vez que una sonrisa de esas aparecía. Venían así, solas y sin permiso. Mingi se estaba acostumbrado a ellas. Se mostraban, por ejemplo, cuando Inho hacía el ridículo por las mañanas con sus cantos y sus bailes. Y eso que al principio esos alaridos no le gustaban nada. Ni los baños. Ni las sonrisas. Pero ahora era diferente.

La voz de Inho lo reconfortaba, incluso cuando sus canciones eran en lenguas que él no conocía. En ese momento, el mago se sentó en el banquillo de rigor, frente a la bañera.

Babeee, there's something tragic about you —cantó el ex comandante—. Something so magic about you. Don't you agree? —Inho se recogió las mangas, se puso una buena cantidad del champú ese en las manos y comenzó a frotar la cabeza del lobo con energía—Cierra los ojos, garrapata —dijo, y antes de obedecer, Mingi vio que el mago también sonreía.

Al notar el detalle, su propia sonrisa se volvió más ancha sin su permiso. Debía ser porque le gustaban esas caricias vigorosas e inofensivas. Antes de esa vez, el champú le había entrado en los ojos en varias ocasiones porque no era capaz de cerrarlos frente a nadie. La idea lo aterraba. Le tomó tiempo convencerse de que Inho nunca iba a zamparle un golpe cuando él bajara la guardia. Ahora podía relajarse y derretirse con ese cuidado paternal.

—Aah. Ahora estás tranquilito, cabrón —dijo Inho con esa voz rasgada por una juventud llena de cigarrillos—. Te gusta que te laven la cabeza, pero luego vas y te restriegas en la mierda, y si te mando a bañar te haces el que no entiende. Tan pancho. A mí no me vas a tener de mozo toda la vida, ¿eh? O aprendes a bañarte solo o la gente empezará a llamarte el mierdas. Mingi el mierdas.

Mingi lo entendía todo. Sabía lo que estaba diciendo el viejo ese, aunque no terminara de comprender a qué gente se refería. De todas formas, el sentido de las palabras no le interesaba tanto como el tono. Aprendió a distinguir tonos antes de si quiera intuir que los sonidos que salían de las bocas tenían significados. ¿O acaso no f asunto de vida o muerte determinar el grado de amenaza en los alaridos que pegaban sus captores y contrincantes? Ahora esa habilidad sólo le servía para saber que en la voz de Inho no había amenaza alguna. Sólo había sonrisa y buen humor. Y algo más. No tenía una palabra para eso, Inho todavía no se la enseñaba, pero era un sentimiento, similar el que había sentido por Mota.

—Mierdas tú —fue lo único que Mingi respondió con su vocecita desentrenada. No le gustaba hablar. Odiaba el sonido que salía de su garganta cuando decía palabras. Pero esa vez tuvo que defender su honor.

Inho se echó a reír mientras le limpiaba debajo de los brazos. En lugar de continuar la discusión continuó cantando con ahínco:

¡Baaabe, theres something lonesome about you!

Mingi conocía esa canción. Era de las que Inho más cantaba, de las pocas que no eran punk blues, el género musical predilecto del viejo. Con el tiempo acabó aprendiéndosela. ¿Cómo seguía? Sólo tenía que recordar...

Something so wholesome about you... get closer to me...

—¿Cómo? Mingi, ¿eso qué significa?

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora