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—Mingi, te lo suplico —insistió Wooyoung con las manos juntas a la altura de su cuello, como si le orara a un dios.

El alfa no respondió. Tampoco desprendió la mirada de donde la mantenía fija: una puerta simplona, idéntica a todas las puertas del mismo pasillo. Aquella sólo se distinguía de las demás por el número que tenía grabado: 10-24, dormitorio décimo, habitación 24.

—Mingi, dime algo. No me ignores. Oye. Por favor. —La voz del beta empezó a romperse. Se pasó las manos por la cabeza. Se frotó la nariz y pestañeó varias veces—. No te importa porque tú no tienes un reconocido, no sabes lo que es —farfulló, consiguiendo por fin una mirada de su alfa. Pero no fue la que quiso. Quería que Mingi pusiera esos ojos que ponía cada vez que estaba a punto de resignarse a complacerlo, pero en lugar de eso vio filo y decepción—. Lo siento —dijo Wooyoung de inmediato, arrepentido—. Perdón, no debí decir eso. Pero, Mingi, esto que tengo adentro se siente como si me estuvieran desgarrando el alma, como si tuviera cristales en la sangre. Siento que me voy a morir y que todo importa menos que antes. ¿Lo imaginas? Trata de ponerte en mi lugar.

Mingi apresuró la respiración. Sacó el teléfono de un bolsillo de su pantalón y miró la pantalla. Mientras echaba en falta la notificación que estaba esperando, pensó con desgana que lo que Wooyoung describía no era muy diferente a como él ya se sentía desde hacía semanas.

—Es una mierda que te sientas así, y te consta que haría lo que fuera para ahorrarte el mal rato, pero esto que me pides no. No arreglarás nada, solo empeorarás las cosas.

—¡Me ayudará a saber! Yo necesito saber. No me está matando su ausencia, me está matando no saber.

—Wooyoung, Hongjoong no le hizo nada a San —dijo el alfa muy despacio, enfatizando cada sílaba—. Entiéndelo.

—Yo sé, yo sé. Eso no es lo que estoy diciendo. Pero necesito estar seguro. Si no encuentro nada, vale. No molesto más. Hasta pediré perdón, fíjate. Sólo quiero una pista, Mingi.

Mingi apartó la mirada de su beta para luchar contra la ofuscación. Antes que reparar en el ruego del omega prefirió desbloquear su teléfono otra vez, pero fue para peor, porque solo recordó que todavía no le llegaba ningún mensaje que él quisiera leer.

Dos días atrás, después de la importuna visita de Vasil, Mingi le escribió a Hongjoong para pedirle que se vieran. Insistió con llamadas, pero el mago no respondió ni a una cosa ni a la otra. También fue imposible encontrarlo en el campus, a tal grado que Mingi empezó a sospechar de que Hongjoong no estaba asistiendo a sus clases. Lo único que consiguió el alfa preguntando e intimidando fue ese numerito que tenía adelante, el que correspondía a la habitación de Hongjoong. La única que había tenido desde su ingreso en Yunara. Teniendo en cuenta que Hongjoong le había dado la llave del piso de San a Wooyoung, y sin contemplar la posibilidad de que el mago estuviera pasando las noches con ese supuesto primo suyo, era probable que si Mingi aguardaba lo suficiente frente a ese 10-24, vería a Hongjoong aparecer tarde o temprano.

Por eso se había escabullido en el dormitorio décimo y, en mala hora, Wooyoung lo había seguido.

—Tú también necesitas pistas —alegó el beta que no se rendía—. No tienes la menor idea de dónde encontrarlo.

—Tendrá que aparecer en algún momento. Me dijo que lo haría.

—Pero tú quieres verlo ahora porque tienes miedo —tanteó el beta—. No de lo que Vasil pueda hacerle sino de otra cosa. ¿De qué, Mingi? —Mingi alzó la mirada sin levantar la cabeza. Fue una advertencia para Wooyoung—. Ah. Ya sé. Temes que Hongjoong acepte los términos de Vasil si lo que está sobre la mesa es la cabeza de la oscura y...

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora