XXXVII ☽

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El día del ritual, cuando Dohang llegó con Hongjoong a ese punto del bosque en el que todo ocurriría, la inconformidad en su cara fue un poema grotesco y explícito.

—Me aseguraste que no habría lobos involucrados —espetó al encontrarse a San junto a la manada entera.

—Y no va sobre ellos. Están aquí porque quieren —dijo Hongjoong sin mucho interés de mediar, ignorando las malas miradas entre ambos bandos y los casi gruñidos que la manada le dedicó al rapado.

Ese día solo le importaba San. Su naturaleza era así, devota e incondicional cuando su honesto afecto estaba de por medio. Y para que todo saliera bien tenía que estar comprometido en cuerpo y mente. Tanto era que antes de esa tarde enfocó su magia, alineó su aura y meditó el día entero hasta que llegó el momento. Ahora parecía un templo de hielo, estático y enfocado, y no porque fuera ajeno a los nervios, sino porque no podía permitirse dudar. Mantenerse concentrado era elemental.

De hecho, por esta vez él tampoco estaba muy contento con la presencia de los lobos. Habría preferido no tenerlos ahí con tal de controlar todas las variables y evitar interferencias, porque encima el ritual requeriría tanto de sí que no podría sostener una barrera al mismo tiempo. Eso mismo le dijo a la manada, pero Wooyoung se empeñó en que tenía que estar presente si la vida de San corría peligro. Aquello provocó que Hongjoong y Mingi acabaran en otra pequeña discusión sobre qué era lo mejor para la manada.

—Es mi puta manada, Hong. Estaremos ahí si Wooyoung lo necesita y ya está —ladró Mingi en el punto más álgido del enfrentamiento, y Hongjoong se sintió dolido como no se sentía ni por los agrios insultos de sus pares.

—Bien. Entonces mantén a tus lobos a raya pase lo que pase —concedió con la mirada encendida pero calmado a pesar de todo, haciendo énfasis en el determinante posesivo—. Porque si Woo o cualquiera interrumpe el ritual, solo tú cargarás con las consecuencias.

Hongjoong de verdad no entendía esos arrebatos del platinado. De repente, Mingi se volvía irracional e intransigente, con unas ganas locas de discutir específicamente con él. ¿Tendría algo que ver que justo antes de eso mencionó en voz alta que al único al que necesitaba presente esa noche, aparte de San, era a Dohang? Porque empezaba a notar un patrón pero no quería caer en la trampa de sus ilusiones.

En fin.

Ahora Mingi se mantenía de brazos cruzados con una expresión de puñal y Hongjoong evitaba mirarlo. En su lugar, se acercó al mago azabache. San llevaba prendas blancas como su amigo le había pedido. De esa forma sería más fácil para Hongjoong saber pronto si algo salía mal. Sus manos estaban acunadas entre las de Wooyoung.

—¿Cómo te sientes, Sannie? —preguntó Hongjoong a su amigo. Sus ojos se suavizaron para mirarlo con ternura—. ¿Aún quieres hacer esto?

San tomó un largo suspiro y asintió con la cabeza. Hongjoong sonrió con alivio. El aura del azabache estaba completamente oscura a esas alturas así que en realidad no había vuelta atrás. Él nunca había sentido una energía igual, tan potente y caótica. Era de tal inestabilidad que encontraba admirable lo capaz que era San de mantenerla bajo control sin perder la cabeza en ello. San lo hacía parecer fácil. Claro que, a esas alturas, su amigo ya no podía ejecutar ningún hechizo, ni el más básico de todos. Pero, de poder hacerlo, verían a San moviendo montañas. A Hongjoong no le quedaban dudas de que la partícula de los muertos era una fuente atroz de poder.

—¿Le va a doler? —quiso saber Wooyoung. Hongjoong lo miró y trató de estar al menos un poquito enfadado con él por ser el punto de partida para la discordia entre Mingi y él, pero no pudo. Ese lobito compensaba su carácter caprichoso con un frescor dulce que cautivaba a cualquiera.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora