Capítulo 1

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Narra Luis

- ¡Lola, baja que llegamos tarde!
- Ya voy. Es que no encuentro mi chaqueta, la que me regalaste ayer. ¡La dejé aquí!
- Claro señorita, pero ya sabes que ese no es su sitio. ¿Has mirado en tu armario? - No me dió tiempo a añadir nada más porque ella ya iba corriendo hacia su habitación.

- Lista, nos podemos ir.
- ¿Y la mochi?
- En el coche.
- Pues listo, ahora sí que nos vamos. Hoy sólo llevamos 10 minutos de retraso.
- No es mi culpa, la chaqueta no estaba dónde la dejé y el pantalón de antes no me gustaba.
- Y todo el tiempo que pasas arreglando tu flequillo.
- No te metas con mi flequillo.

Me encanta su carita de picada, es tan tierna.
A pesar de tener 8 años, es una niña muy madura e inteligente para su edad.

Siempre la he cuidado lo mejor que he podido y ahora nos ayudamos mutuamente. Ella nunca ha jugado con juguetes o ha hecho dibujos para poner en la nevera. Sin embargo, yo sé que a ella le encanta jugar y que en ella habita esa pequeña niña que nunca tuvo oportunidad de manifestarse completamente.

Físicamente sí aparenta la edad que tiene. Su piel toma rápidamente color en verano y tarda en volver a su color natural. Su altura es la media de un niño de su edad. Tiene el pelo castaño oscuro y un poco ondulado, también tiene un flequillo, el cual siempre se encarga de llevar perfectamente, creo que ya es hasta una manía suya. Sin embargo, aquello que más la caracteriza son sus ojos, que se te clavan y a mí, logran derretirme. Son de tonos marrones casi verdes, un color que, hasta ahora, solo he visto en ella, pero me gusta.

Es una niña muy cuadriculada y tímida al principio. Tiene un don para calar a las personas, y cuando toma confianza con algunas cambia totalmente. Tiene un humor muy inteligente, le encantan los animales y, palabras textuales de ella "mi vida sin música no tiene sentido" eso es lo que más le gusta. Eso y las chaquetas, no sé qué tipo de obsesión tiene con ellas, pero es verdad que le quedan muy bien.

- ¿Puedes poner música? - Esas palabras me sacan en un momento de mis pensamientos.
- Claro, ¿qué quieres escuchar?
- Pablo Alborán
- Por supuesto ¡qué pregunta!
- No, ya sabes que me da igual.
- Sí…
- ¡¡Sí!! - Es verdad.

Tiene razón, es muy curioso pero no tiene un cantante favorito, sí tiene preferencias pero no uno concreto y eso es algo que me encanta. Al igual que picarla, es muy fácil y es muy competitiva en todo, lo bueno es que le he enseñado a tomarse las cosas con deportividad y lo entiende y acepta.

- Ya hemos llegado.
- Vale, adiós Luis.
- Adiós, te veo a las dos.

Mientras ella se dirige a su clase, yo entro en mi despacho y me pongo a mirar un par de correos que tenía. El primero era de nuestra directora dándonos las bienvenida a este nuevo curso, y el segundo es de Madrid.
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Narra Lola

El tiempo cada vez pasa más lento. Estoy deseando llegar a casa y estar con Luis. Lo bueno es que la última hora es música y me encanta, es lo que más me gusta en el mundo. Luis me enseñó a tocar el piano y la guitarra, y aunque este primero me gusta más he de admitir que la guitarra se me da mejor.

- Nos vamos - La maestra acababa de entrar, pero no me había dado cuenta.

Parece que vamos al aula de música y me hace mucha ilusión, ahí están los instrumentos y normalmente sólo van los grandes. Me alegro de que la jornada acabe tan bien.

- Id sentándose, mientras preparo los instrumentos.
- Maestra, ¿vamos a tocar la guitarra? - Ángela, una pelota de primera, pero si quiere jugar juguemos, en mi terreno no hay quien me gane.
- Si queréis.
- ¡Sí! - Respondió la clase
- Bien, pero solo quien sepa. Si no sabéis os explico yo. ¿Alguien sabe?
- Yo, mi papá me regaló una guitarra en mi anterior cumpleaños. - Dice con el tono más angelical que se puede decir.

¡Ah no puedo con ella! - Pero como Luis dice debo esperar, mi momento llegará.

Eso hice, mientras ella tocaba a duras penas yo la miraba sonriente. Cuando acabó todo el mundo aplaudió, es verdad que es raro que niñas de nuestra edad toquen la guitarra, pero realmente no es tan difícil.

- Muy bien Ángela, dile a tu padre que las clases merecen la pena.
- Lo haré, muchas gracias a todos. - Yo no borraba mi sonrisa mientras ella pasaba por mi lado retándome. Qué pena, pensé. No es que ame ser el centro de atención, pero no trago a la gente como ella.

- ¿Alguien más? - Dice la maestra.
- Yo. - Todo el mundo se giró hacia mí y me miraban sorprendidos. Soy muy reservada, pero la verdad es que nadie se ha molestado en preguntar si toco algún instrumento.

Me levanté y me dirigí frente a todos, dónde estaba la guitarra con una silla, y me limité a disfrutar, a hacer lo que más me gusta, música.
Comencé tocando los primeros acordes de esa canción que tanto me gustaba, y aunque era más para piano siempre sonaba preciosa.
Regálame tu risa
  Enséñame a soñar…

Volví a Tierra cuando escuché los aplausos de todos muy emocionados, a excepción de Ángela, por supuesto. Había sido increíble, me encanta Alborán, y canciones como estas me parecen lo más.

- Lola, eso ha sido precioso, no sabía que cantabas.
- Gracias, y sí, me gusta cantar.

Sin darme cuenta ya eran las dos, hora de irse. Fuí en busca de Luis a su despacho, suele estar ahí antes de que yo salga de clase, sin embargo esta vez no. No había nadie, seguramente se había retrasado, pero era algo muy raro en él ya que la impuntual suelo ser yo.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora