Capítulo 38

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Invisible
Malú

Narra Vanesa

Los días pasaban y el trabajo parecía incrementar con el paso de estos, si no tenía ensayo con la banda, tenía reunión o cualquier otra cosa, menos tiempo para mí, de todo. Lo bueno de esto, es que para mi gran suerte me dedico a lo que amo, y no me molesta pasar horas y horas encerrada en el estudio grabando música o con mi banda. El problema es cuando el trabajo va más allá.

Debido a esto tampoco había tenido tiempo para hablar con Pablo, algunos mensajes dándonos los buenos días y llamadas durante la noche. Solamente un día que coincidimos por los pasillos de Warner, terminamos desayunando juntos y pasando parte de la mañana juntos, eso sí, en el estudio. Una vez más había comprobado que el tiempo a su lado volvía a fluir como años atrás, me sentía muy cómoda, en confianza, y esto me encantaba.

Comenzaba a pensar que al final esto no fue mala idea, de hecho me preguntaba porqué no lo intenté antes.

Ya que ambos teníamos responsabilidades que atender no pudimos vernos mucho más, pero en el fondo siempre estaba ahí, ya fuese a través de un mensaje u otras personas.

Hoy Ana y yo habíamos quedado con los directores de La voz kids en una reunión, al parecer contemplábamos otra temporada más en el programa, y a decir verdad, aunque no soy fan de estas cosas, volver aquí sería hasta un placer.

Por ello no dudé en aceptar cuando en la reunión nos lo propusieron, y gracias a mi entusiasmo esta duró menos de lo previsto, pero mejor para mí. Hacía tiempo de la mano de Ana, paseando por los pasillos desiertos del plató de Antena 3. Ninguno de nuestros compañeros o niños estaba por ahí y ese silencio era tan extraño, casi daba miedo.

- ¿Hoy es día de descanso? - Pregunto a Ana.
- No que yo sepa. En principio hoy deberían estar con los vocal coaches practicando. - Me mira interrogante. - ¿Por qué?
- No, nada. Sólo tenía curiosidad, esto se ve muy vacío.
- Tienes razón.

La inercia de nuestros pasos nos llevó casi a la salida. En completo silencio, pero un silencio cómodo, agradable, hasta el punto de ser agradecido. Llevaba unos días sin estar tranquila y estos ratos realmente se agradecen.

El timbre de un teléfono me saca de mis pensamientos, y rápidamente miro en mi bolsillo sacando mi móvil, pero este no es el que suena. Ana hace exactamente lo mismo, pero tampoco es el suyo.

Nos miramos sin entender y nos giramos en busca de una tercera persona, pero ahí no hay nadie más que nosotras.
Prestamos atención al lugar del que procede el sonido del móvil y procedemos a acercarnos, pero apenas damos un paso este deja de sonar.

Ana alza los hombros, sé que va a hablar pero el mismo sonido de antes la interrumpe. Esta vez no perdemos el tiempo y nos acercamos a la fuente de procedencia del ruido. En el mostrador de recepción está el teléfono que suena, nuevamente buscamos a la persona responsable de responder estas llamadas, pero ahora mismo no hay indicios de que alguien vaya a aparecer. Y para colmo, en cuanto el móvil deja de sonar vuelven a llamar, seguramente sea la misma persona y se trate de algo urgente.

- ¿Lo cojo? - Me pregunta Ana con el móvil en las manos.
- No hay nadie más aquí. - Me limito a responder.

Aunque acerco la oreja no logro escuchar nada más allá de lo que Ana responde. Por ello me pongo de frente y la miro con la intención de que ponga el teléfono en altavoz y poder escuchar también, pero ella apenas nota mi mirada. Sus ojos están perdidos en la nada y su rostro cada vez más pálido.

No puedo evitar preocuparme, ¿qué habrá pasado para que se haya puesto así?

Pongo más ímpetu en escuchar lo que se habla e intento llamar la atención de Ana, pero ella solo me hace gestos para que me calme, y la deje hablar tranquila.

Por las respuestas de Ana se podía tratar de cualquier cosa, ella se limitaba a asentir, ya fuese con la cabeza o en pocas palabras. Fue cuando dijo su nombre que yo también me tensé y miles de pensamientos e hipótesis pasaron por mi cabeza a la velocidad de la luz. Los nervios me carcomían y no pude evitar arrebatar el teléfono de las manos de Ana mientras se despedía.

- ¿Qué ha pasado? - Cuestiono impaciente.

Ella no responde, sigue en una especie de shock, como asimilando aquello de lo que han hablado por teléfono.
Le doy un tiempo, más no tardo en volver al ataque.

- ¿Está todo bien? ¡Ana! - Insisto intentando llamar su atención.
- No. - Dice en apenas un susurro.

Siento como la fuerza me abandona poco a poco y la ansiedad empieza a carcomerme. Me mordía las uñas esperando una respuesta que parecía jamás iba a llegar, y en mi cabeza imaginaba miles de posibles escenarios y situaciones, cada uno peor que el anterior.

- ¡Joder! Dime algo ya que me va a dar algo. - Reclamo.

Ella se gira clavando sus ojos en lo míos, tomó una de mis manos y la otra la posó en mi hombro en señal de apoyo.

- Tenemos que buscar a Lola.
- ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? - Repito impaciente. - ¡Dime algo!
- Se trata de Luis. - Se limita a responder como si eso lo explicase todo. Y así era.

Dejo caer mis hombros y suelto todo el aire que había estado conteniendo. Podría haber sido peor, pensé. Al escuchar su nombre me preocupé en demasía y solo podía imaginarme lo peor. Sin embargo, cuanto más lo pensaba peor me sentaba, se trata de su padre y si han llamado al programa, y con tanta insistencia, no debe tratarse de cualquier cosa.

- ¿De parte de quién? - Pregunto al borde del desmayo.
- Era el Hospital Regional de Málaga.

Al igual que mi amiga minutos antes, el color me abandonó quedando pálida, sentía flaquear mis piernas y llevaba la mirada de un lado a otro intentando huir de todo esto. Cabe decir que nunca me gustaron los hospitales, y menos me gusta dar este tipo de noticias. Sólo me aferro a la esperanza de que sea un mero trámite o algo por el estilo. Me aterra la sola idea de hacer daño a esa pequeña niña, aunque sea indirectamente.

- ¿De qué se trata? ¿Está grave? - Pregunto atropelladamente.
- Al parecer tuvo un accidente, no me han dado detalles, pero al parecer ella es su única familia o pariente cercano. Por el tono de los médicos no creo que se trate de algo... insignificante.

Desconecte a mitad de la explicación, lo importante ya había sido respondido.

¿Cómo le digo ahora a esta niña que su padre está grave en el hospital?

Sin esperar mi reacción echa a andar a pasos firmes, ¿de dónde saca tanta fuerza?

- Oye. ¡Ana! - Grito para que se vuelva y poder alcanzarla. - ¿Sabes acaso a dónde vamos?
- Claro, a por Lola.
- ¿Sabes dónde encontrarla?

Una vez más se detiene y esta vez espera que sea yo la que marque el paso, pero lo cierto es que estoy tan perdida como ella. Levanto los brazos y niego dándole a entender que yo tampoco sé dónde puede estar.

- Joder. - Mira otra vez a recepción para ver si hay alguien, pero el mostrador sigue vacío. - ¿Es que acaso no le pagan?
- Ese es el tipo de pregunta que haría yo en una situación así. Tú sueles ser la voz de la razón. - Digo intentando calmarla.
- Tienes razón. Es suficiente contigo atolondrada. - Dice cariñosamente a la vez que pasa sus dedos por mi pelo despeinado mi flequillo. - Llama a David.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora