Capítulo 39

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Photograph
Ed Sheeran

Narra Vanesa

- Llama a David. - Ordenó.
- ¿A Bisbal?
- Sí. Él sabrá dónde están, que es más veterano que tú.
- Vale, vale. - Dije rápido.

Tomé el teléfono y en recientes está su número. Llamo una, dos veces, pero en ninguna de las ocasiones recibo respuesta.
Bajo el teléfono desesperada y espero el siguiente paso de Ana.

- Llama a Melen. - Ordena.
- ¿Qué?
- Joder, tú sólo llámalo.

Cuando Ana se pone en ese plan lo mejor es obedecer, total al final lo único que cambiaría sería el tono de la discusión, pero terminaría haciendo caso, eso seguro.

Esta vez no busco en recientes, sino que me voy a favoritos, el contacto justo debajo de mi Anita. No me he molestado en quitarlo de ahí o de cambiarle el nombre, no lo veo necesario.
Sin más demora me voy a su contacto «Melen💖» y llamo.
Uno, dos, no llegó al tercer timbre.

- ¿Vane?
- Sí, mira necesito tu ayuda urgente. ¿Sabrías decirme dónde están los niños? - Preguntó sin siquiera saludar.
- ¿Qué niños?
- Lola. - Digo sin rodeos. - Urge hablar con ella.
- Ya veo... Seguramente esté con los vocal coaches - Lo interrumpo antes de que siga.
- ¿Y eso dónde es?
- A ver, ¿dónde estás?
- En recepción, vengo de una reunión con el equipo directivo del programa.
- Vale... Tienes que coger uno de los carritos, te llevará entre 5 y 10 minutos llegar. ¿Sabes qué vocal coach es; A, B,..?
- Ni idea.
- Bueno, no te preocupes, ya lo miraremos. Si tienes suerte habrá tal vez un conductor que te lleve, no sé si hoy trabajan.
- Me da a mí que no. - Dice Ana a mi lado rodando los ojos.
- ¿Qué? - Pregunta Melen.
- Nada, nada. Gracias. Adiós.

Antes de colgar logro escuchar un "hasta ahora" de su parte.
Siento haber sido algo cortante tal vez, pero sigo atacada.

Tomo la mano de Ana y salimos a la calle. Para nuestra suerte uno de los conductores está sentado en su carro. Nos acercamos y le pedimos que nos lleve a las otras instalaciones, él amablemente accede, al fin y al cabo es su trabajo. Aunque el trayecto se me hizo corto tardamos más de lo que Melendi dijo, seguramente debido a que el conductor contemplaba el paisaje con demasiada frecuencia.

Agradecemos y nos alejamos a paso ligero. Sin embargo, el sonido de la barrera del parking al abrirse nos detiene. Ahí, entrando en su coche, estaba Melendi, casi derrapando aparca en el primer aparcamiento que ve pisando todas las líneas habidas y por haber, abre la puerta y de un salto corre hacia nosotras, cerrando el coche a sus espaldas.

Se acerca corriendo y moviendo una mano en el aire a la vez que grita "ya estoy aquí". Ana y yo nos miramos sin saber bien qué hacer. Llega hasta nosotras y apoya las manos en sus rodillas fatigado.

- Joder, cómo se nota la edad. - Dice apenas recupera un poco el aliento.
- ¿Se puede saber qué haces aquí?
- Venía de camino.
- ¿Tú? - Resoplo. - No me lo creo. - Ana me interrumpe de un codazo.
- Gracias por venir Ramón. - Nos mira a ambos y nos da la espalda alejándose a grandes zancadas. - ¡Vamos! No perdamos el tiempo.

Reaccionamos y corremos detrás suya, ella va quedando atrás dejando que Melendi sea el que nos dirija. La mayoría del trayecto sólo se escuchan nuestros pasos y algún resoplido.

- ¿Podéis explicarme a qué viene esto? - Pregunta Melen sin volverse.

Yo bajo la mirada y espero a que sea Ana la que tome las riendas, pero ella también se tomó su tiempo.

- Su... padre, está en el hospital.

Él se gira y me mira verificando que lo que dice mi amiga es cierto. Se limita a asentir y a acelerar un poco más.

- Ya estamos. - Dice deteniéndose.

Tocamos a la puerta y sin esperar respuesta abrimos. Lo primero que veo es un niño, me suena su cara, pero no sabría ponerle nombre.

- Iván. - Dice Melen abriendo sus brazos para abrazarlo.

El niño corre feliz hasta él y lo abraza también.

Siempre he pensado que se veía bien con los niños, y eso es algo que no ha cambiado.

- ¿Sabes dónde están tus compañeros? - Le pregunta aún sujetándolo por los hombros.
- Pues los que no tienen ensayo están en la sala de juegos.
- ¡Claro! - Dice llevándose una mano a la frente. - Perdone - Se dirigió a la mujer que sería la vocal coach de su equipo. - ¿Sabe dónde puedo encontrar a su... - Me señala pero no termina de formular la pregunta cuando ella responde.
- Sala C, justo al salir a la derecha.
- Gracias. - Digo y salgo sin mirar atrás.

Toco a la puerta y esta vez espero a que me den paso, haciendo tiempo para que Ana y Ramón se acerquen. Abro, y ahí está Marta que me saluda y sonríe abiertamente. Lo cierto es que era un amor de niña, y con un talento indiscutible.

- Marta, cariño ¿has visto a Lola? - Pregunto directamente.
- Hace como veinte minutos, saliendo de aquí.
- ¿Está en la sala de juegos?
- En la de música, supongo.

Lo pienso durante unos segundos y le veo el sentido. Una vez más nos despedimos sin demorarnos demasiado y Melen nos guía al lugar que nos había indicado.

Y aquí estoy, con la mano en alto dudando si entrar, siendo consciente del tembleque de mis piernas y algún que otro nudo.

Si ella estaba ahí, tras abrir esta puerta, podríamos darle una noticia que cambiaría su vida para siempre, y temo que no sea para bien.

Voy a retirar la mano cuando otra más fuerte se apoya en la mía. Él estaba justo a mi espalda, rozándonos casi y con la respiración contenida.
Me sonríe y yo le devuelvo el gesto lo mejor que puedo en estos momentos. Lleva su otra mano hasta mi hombro, más cerca de mi cuello que de este, cada vez más cerca. Siento su respiración en mi nuca y su mirada clavada en nuestras manos.

- Vamos allá. - Susurra en mi oído apretando mi mano en señal de apoyo.

Asiento y juntos abrimos la puerta, separando nuestras manos, se sitúa a mi lado, pero sin apartar su otra mano de mi hombro. Ana simplemente pasa detrás nuestra.

Ahí, de espaldas a nosotros, sentada en el piano, con varias hojas esturreadas por el suelo y un lápiz en su mano izquierda. Tocaba, tarareaba y apuntaba, ajena a todo y totalmente metida en su burbuja, tanto que no se había dado cuenta de nuestra presencia. No hasta que Melendi suspiró encantado alertándola de nuestra presencia en el lugar.

Casi saltó del sillón y con el pie apartó las hojas que había por el suelo, quedando de frente a nosotros.
Una vez nos reconoció, al menos a Melen y a mí, sonrió más relajada, aún así con vergüenza tras interrumpir en este momento tan íntimo.

- Hola. - Dice suavemente y con una sonrisa tímida.
- ¿Qué tal? - Responde Melen dedicándole una sonrisa y dando algunos pasos hacia ella.
- Hola. - Dice también Ana desde su sitio. Pero su mirada había cambiado, ahora la miraba con pena y cierta curiosidad.

En cuanto me miró, sus ojos me desarmaron, dejándome sin palabras ni fuerzas. Ahora sólo quería huir de aquí, de esta terrible situación en la que me encontraba, sentarme con ella al piano y descubrirla a través de las letras plasmadas en el papel y la música.

Aunque quisiera no podía hablar, apenas me mantenía en pie y controlaba el tembleque de mi cuerpo. Poco a poco me acerco a ella, aún sin hablar, me pongo a su altura y la abrazo. Un gesto cálido y cariñoso que actúa como un puente emocional que me acerca a ella y expresa lo que con palabras no puedo.

Quería detener el tiempo, en este preciso instante, olvidar el asunto y sentarme a hacer música de su mano, o ella de la mía.
Mientras, mis ojos se cristalizaban y mi corazón estaba desbocado, sentía un gran nudo en la garganta y náuseas, todo contenido por sus brazos que parecían sostenerme a mí cuando debía ser al revés.

Sacando fuerzas de no sé dónde, me separé de ella, seguía agachada mirándola directamente a los ojos, sus ojos que me escudriñan con cierta preocupación. Miraba a los lados en busca de respuestas que no llegaban y dejando caer sus labios borrando todo rastro de aquella sonrisa.

Se había dado cuenta de que algo andaba mal.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora