Capítulo 27

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A partir de hoy
David Bisbal & Sebastián Yatra

Narra Vanesa

- ¿¡Se puede saber qué coño te pasa!? - Dice en voz baja para que no se escuche en la habitación, pero lo suficientemente alto para que yo la escuche y sepa que lo que realmente quiere es gritármelo a la cara.
- ¿Eh?
- Joder, ¿qué es lo que no entiendes? - Dice bastante cabreada, ella que siempre sabe mantenerse serena ante cualquier situación.
- Tus malditos modales.
- ¡Perdona! ¿Y cómo desea su majestad que me dirija a ella? - Palabras llenas de ironía y rencor. Puro veneno.
- Joder, estás irreconocible.
- No tanto como tú.
- Yo al menos no estoy de mal humor, gritando o reprochándote algo que no sé.

Tenía ganas de gritarme, tortearme, marcharse y odiarme, pero no hizo nada de eso. Echó atrás la cabeza llevándose las manos hasta sus ojos frotándoselos como cuando recién te despiertas y coge aire, varias veces y de forma pausada, hasta tranquilizarse, al menos en apariencia, su interior seguía siendo el mismo huracán de antes.

- ¿Estás mejor? - Pregunto.
- No quiero mentirte. - Su mirada sigue quemándome, pero al menos ya no me grita.
- Pues no lo hagas. Por favor, dime qué ha pasado. - Le pido con ojos suplicantes.
- No creo que me corresponda a mí decírtelo.
- Eres tú la que quería ahorcarme hace medio minuto.
- Exagerada.
- No lo creo. - Me acerco a ella y dejo la ropa a un lado para unir nuestras manos. - Por favor, dime. - Niega. - ¡No me lo puedo creer! - Suelto sus manos. - Montas todo este espectáculo y ahora no quieres decirme qué coño es lo que pasa. Flipo. - Esta vez era yo la que perdía la paciencia y las formas.
- Espectáculos los que montas tú.
- ¿Perdona?
- Si no eres consciente de lo que haces yo no puedo hacer nada. Dejaste de ser una cría hace mucho tiempo, aunque te comportes como tal.

Esta vez soy yo la que respira hasta calmarme. Ella sabe muy bien lo impulsiva que soy y esta vez no estoy dispuesta a perder los papeles. No porque se irá y me dejará con la palabra en la boca.

- Por favor, dime por qué la he cagado esta vez.
- No las has cagado. - La miro sin entender nada. - Es solo que esta vez no estoy contigo. Siempre estaré ahí, pero esta vez no te voy a acompañar en esta locura. Me niego a ser partícipe de esto.
- ¿De qué?

Duda un segundo, un segundo que se me hizo eterno, pero finalmente respondió.

- De lo tuyo con Pablo.

Mis ojos se abrieron de par en par. Esto sí que no me lo esperaba. Y en el fondo me dolió.

Me dolió de verdad.

Ella, mi Amparo, ha sido un apoyo fundamental para mí los últimos años. Y esto, esto no lo esperaba.

Lo primero que me nació fue negarlo pero sería un gesto inútil y muy feo por mi parte.

- ¿Cómo? - Digo lo primero que se me ocurre.
- ¿De verdad eso importa?
- Claro, claro que me importa.
- Yo... yo, os he visto. - Dice bajando la mirada.
- ¿Nos has visto...

No continúo, no es necesario, ya lo he entendido. No le sorprendió que llegase empapada, ni me preguntó de dónde venía, ella lo sabía. ¿Lo sabría él también?
De repente, el aire comienza a faltarme y mis piernas flaquean, apoyándome en el lavabo para mantenerme en el sitio. En mi interior nace la necesidad de explicárselo, de excusarme, sacar un poco lo que llevo dentro.

- No, no es lo que crees. - De nuevo su incrédula mirada me quema. - No... no hay nad... no somos nada, de momento. - Digo esto último en un susurro casi inaudible, con la esperanza de que así haya sido y no lo escuchase.
- Creo que sí es lo que creo.
- ¿Qué crees?
- ¿Qué pensarías tú si besase a mi mejor amigo, el cual lleva toda la vida enamorado de mí?
- Lo que quiero decir es que no estamos juntos.
- Y yo debo suponer que eso lo has hablado con él.
- A ver, no. Pero tampoco hemos dicho lo contrario... - Bajo la voz. - Lo que quiero decir es que lo... lo vamos a intentar. Pero... todavía es pronto.
- Ajá. - Esperé pero no dijo nada más.
- ¿Ya está? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
- ¿Qué quieres que te diga Vane? Creo que ya está todo dicho por tu parte.
- Sé que tienes algo más que decir. Por favor no me dejes así, habla.
- Ya te he avisado, no voy a meterme en este jardín.
- De verdad que no te entiendo - Digo comenzando a desesperarme. - Tanto tiempo diciéndome que continúe con mi vida, y cuando por fin lo hag...
- No digas lo que no es. Por supuesto que deseo que sigas adelante, pero no así, esta no es la forma correcta.
- Ya no estoy sola. Tengo a mi lado a una persona que me ama y me cuida. Con la que avanzar de la mano. Todo lo que siempre he añorado. Es el hombre perfecto.
- No, no lo es, no para ti. Tú ya has encontrado eso en otra persona, pero te niegas a sufrir y no te das cuenta de que así sólo te haces más daño, y no sólo a tí. El amor no tiene que doler, salvo que sea por soltar.
- No duele. Pablo no me hace daño.
- Porque no lo amas.
- ¡Joder! Estás acabando con mi paciencia.
- Y tú con la mía.
- Eres tú la que no se pone de acuerdo. El amor no duele - repito gesticulando exageradamente y en un intento de imitarla. - Pero si no te duele no lo amas.
- No puedo hacer nada si te empeñas en no ver.
- Explicármelo.
- ¿Te dolió cuando te separaste de Pablo?
- Claro.
- ¿Y de Melen? - Asentí. - ¿Quién más?
- Es distinto.
- ¿Te ha dolido cuando te has separado de Pablo antes?
- Pero si lo voy a ver dentro de nada.
- Pero sí te duele cuando te separas de los brazos de Ramón, cuando escuchas su música en el coche, cuando no está por las noch...
- ¡Para, para! No es lo mismo.
- Está claro que no.

Retrocedo unos pasos. Bajo la tapa del retrete y me siento. Encojo mis rodillas y me abrazó a ellas, y así me quedo.

- No puedo seguir así. Te juro que esto me está matando. Pensaba que hacía lo correcto, que podríamos ser sólo amigos y que podría enamorarme de Pablo. En resumen, era el plan perfecto. Ahora llegas tú y de nuevo en la casilla de salida, pero esta vez hay más caos y destrucción que antes. Cada persona que se acerca a mí es arrastrada a mi infierno ¿cómo crees que me siento?
- No he querido decir eso.
- Pero lo has hecho.
- No, y si ha sido así, no ha sido de forma intencionada. Sólo quería advertirte - se acerca a mí - pero si hay algo que de verdad quiero es que te vaya bien. Y no me importa quién sea el afortunado.
- No quiero romperle el corazón, otra vez.
- ¿Y qué hay del tuyo?
- Hace tiempo que dejé de sentirlo, sólo quiero recuperarlo.
- Debes escucharlo y volverá.
- Ojalá.

Acaba de cortar la distancia entre nosotras y me abraza.

- Ahí estaré. Suerte.
- Gracias.

Nos separamos y comienzo a ponerme la ropa que me había traído bajo su atenta mirada. Había confianza para eso y más.
Una vez termino pone su mano en el picaporte de la puerta para salir, pero antes de que lo haga agarró su mano y la detengo.

- Sólo una cosa más. - Suelta el picaporte y se vuelve hacia mí. - ¿Qué hay de Melen?
- Te refieres a...
- Sí. ¿Qué ha pasado?
- Eso sí que no debo contártelo yo.
- Por favor, él no dice nada.
- Está en todo su derecho.

Dejo caer mis hombros vencida y me dirijo a la puerta. Antes de abrir le lanzo una última mirada por si ha cambiado de opinión, pero solamente niega con la cabeza.

Nada más abrir, hago un barrido con la vista por toda la habitación, pero aquí ya no hay nadie. Lo único que ha cambiado es una bandeja con dos tés en la mesita de noche, té chai.

- ¿A dónde ha ido?

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora