Capítulo 54

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El equilibrio es imposible
Iván Ferreiro

Narra Vanesa

Y de nuevo…

…Sin ti

Seguimos con esa misma dinámica en la canción, turnándonos al cantar, improvisando sobre la marcha, dando forma a lo que había empezado siendo una simple melodía de piano.

Sólo mirándonos sabíamos cuál sería el siguiente en cantar, las estrofas y el estribillo, que tras cantarlo un par de veces lo teníamos dominado.

Cantaba junto a Melen aquellas frases que habíamos improvisado. Su voz rugosa y grave se entendía y acoplaba muy bien a la mía.

Ay, mi amor, he dejado tantas pistas en tu puerta
Qué locura sentirla entreabierta
Y que nunca me atreva a llamar

A la vez que cantábamos nos mirábamos.

Siempre lo he dicho y no me cansaré de decirlo y demostrarlo. El escenario es un chivato. Es en estos momentos donde realmente conoces a una persona, dónde la puedes ver ser, y él era, conmigo.

Sacándonos de nuestro trance se sumó Lola a cantar por última vez los versos siguientes, dando así por terminada la canción.

- Wow. - Dijo separando sus manos de aquellas teclas. - Ha sido…
- Mágico. - Completamos Melen y yo al mismo tiempo.
- Literal. - Añadió graciosa.

Sin detenernos mucho más volvimos a la puerta de entrada los tres juntos. Cogimos su mochila y salimos afuera dónde ya empezaba a refrescar.

- ¡Esperad! - Gritó Lola volviendo a subir las escaleras.

Bajó segundos después, detallándolo todo con un maletín con forma de guitarra.
Antes de salir volvió su vista atrás por última vez, susurró algo que no alcancé a escuchar y con ojos vidriosos tomó mi mano.

- ¿Necesitas ayuda con eso? - Preguntó Melen refiriéndose a su guitarra, que aunque no era tan grande seguía siendo un tanto pesada para ella.
- Qué va. Puedo con esto. - Dijo esto último más para autoconvencerse y no sobre la guitarra.
- Claro que sí. - Bromeó Melen dejando una mano en su hombro ganándose las sonrisas de ambas.

Nos tenía encantadas. En todos los sentidos.

Llegamos a casa y ella ya se había dormido abrazada a su guitarra, tumbada a lo largo de los asientos. La cogí y esperé a que Melen bajase la mochila y la guitarra. Lo llevamos todo arriba y le pusimos el pijama para que estuviera más cómoda.
Antes de bajar dejamos cada uno un beso en su frente para luego tomar distintas direcciones.

Pasé un buen rato bajo la ducha, pensando mientras el agua bajaba por mi cuerpo. De nuevo el tiempo me jugaba en contra y no sabía cómo gestionarme.

Intenté dormir pero la ansiedad se hacía presente a modo de insomnio por lo que bajé a tomar un poco el aire, sentir esa brisa marítima con sabor a mi tierra siempre era calma. Un momento de paz.

- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? - Pregunté sin volverme al notar su presencia a mi espalda.
- Acabo de llegar. - Mintió. - ¿Puedo? - Pidió permiso para sentarse a mi lado.
- Claro. - Dije acercándole la silla para que él volviera a juntarlas.

Permanecimos un buen rato mirando el cielo en completo silencio, no era incómodo pero no me pude contener al preguntar por lo que llevaba rondando mi cabeza desde hace un buen rato.

- ¿Lo decías en serio?
- ¿El qué? - Preguntó girando su cabeza para verme directamente a los ojos.
- Lo de… - Dudé unos segundos, dándome cuenta de que tal vez no era tan buena idea. - Nada, da igual. Déjalo. - Dije finalmente apartando la mirada.
- No, no, dime. - Habló mientras dejaba una mano en mi muslo animándome a hablar. - No te cortes, hay confianza. - Añadió con una sonrisa que intuí ya que no lo estaba mirando.
- Bueno. - Empecé tras darle un par de vueltas. - De verdad… ¿de verdad ibas a adoptarla? - Por el rabillo del ojo vi como su semblante cambiaba rápidamente y me arrepentí al segundo. - Perdón, no… da igual, no respondas. Es una tontería…
- Sí. - Me interrumpió.
- ¿Qué? - Abrí grandes los ojos y los clavé en los suyos.
- Creo que sí. - Continuó. - Resulta raro pero cuando la ví irse algo en mí se rompió. Sentía que ya no quería tenerla lejos, no después de devolver un poco de luz a mi vida. - Pensó unos segundos antes de continuar. Apoyó la cabeza en su mano. - No quiero ser precipitado, pero si hubiese tenido que hacerlo ahí mismo lo hubiese hecho, de eso no me cabe duda. ¿Por qué? - Cuestionó mirándome otra vez. - ¿Te ha molestado?
- No, no… - Respondí todavía en shock.
- Joder, lo sabía. Cuando hablé en plural fue sin querer, un impulso, algo involuntario, no quiero que te sientas incómoda ya sé que entre tú y yo no hay nada…
- No es es…
- Sí. - Me interrumpió. - ¿Te crees que no me fijé en tu cara en el momento? Poco más y te desmayas.
- Calla, que no.
- Sí.
- Sólo era una pregunta.
- Ya, y no me has respondido. ¿Por qué? Si no te ha molestado…
- Curiosidad…
- Puedes contármelo.
- Debería. - Respondí involuntariamente.
- Estaré esperando.

Yo solamente asentí y esperé para levantarme tras él. El silencio fue interrumpido por él en el salón.

- ¿Te vas mañana?
- No puedo posponerlo más. Además se lo he prometido a Ana
- Ya… - Respondió dejándose caer en el sillón.
- Tengo unas llaves en el recibidor, podéis usarlas.
- No será necesario, te dije que volvería contigo…
- Me da igual lo que dijeras, pero allí no te necesito, aquí sí. - Intervine rápidamente. - Mi casa es vuestra casa. Quedaos todo lo que sea necesario. - Determiné. - Así practicas.
- ¡Oye! Sólo era una idea, no lo tomes así.
- Mira déjalo, sólo hazme caso.
- Te he hecho caso demasiadas veces… y esta vez estoy de acuerdo. - Me miró. - Me quedaré, intentaré volver…
- Cuando puedas, no hay prisa. Si tienes cosas que hacer podemos hablarlo y vuelvo lo antes posible, o puedo pedir a…
- Ahora mismo no tengo nada más importante que hacer.
- Hablo en serio.
- Y yo. - Respondió sin sonrisa. - No siento que mi trabajo sea más importante ahora mismo.
- Ojalá pudiera quedarme. - Dije con rabia.
- Shhh. - Se levantó y empezó a acariciar mi pelo. - Si tienes que volver es porque se lo has prometido a Ana, y gracias a eso ella sigue aquí con nosotros, gracias a tí.
- Qué va, la idea fue tuya.
- Terca, hoy no tengo ganas de discutir. - Dijo abrazándome.
- ¿Cuándo dejaré de ponerme nerviosa al tenerte así? - Lo dejé salir sin más.
- Cuando dejes de quererme. - Respondió seguro.
- Yo tampoco tengo ganas de discutir. - Finalicé correspondiendo al abrazo.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora