Capítulo 56

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Yo te esperaré
Cali y el Dandee

Narra Vanesa

Salí de casa sólo con mi móvil y las llaves en los bolsillos.
Al principio caminé sin rumbo fijo, pero como era tarde y estaba oscuro decidí coger el coche.

Mi primera opción fue ir a Warner, pero a estas horas estaba cerrado. Luego pensé en Ana, lo más seguro es que ella sí durmiese y no creo que le sentase muy bien que le jodiera el sueño otra noche más. Recurrí a Pablo como última opción, no por nada, simplemente no quería despertarlo.

Abrí nuestra conversación en WhatsApp y ví que apenas unos minutos antes había estado conectado, así que lo llamé casi al instante.

- ¿Hola? - Lo cogió rápido casi antes del segundo timbre.
- Hola. - Respondí sin saber muy bien qué decir.

Ahora no sabía qué decirle. Había sido un poco estúpido por mi parte, molestarlo para nada.

- ¿Todo bien? - Me preguntó.
- Sí, sí. - Respondí con vergüenza.

Volvimos al silencio, cada uno a un lado de la línea buscando la mejor forma de iniciar la conversación. O de cortarla tal vez.

- Siento haberte molestado. - Me disculpo. - Espero que no estuvieses dormido.
- Tranquila preciosa, estaba en el sillón, pensando.
- ¿Y en qué pensabas? Si se puede saber.
- En una malagueña, muy guapa.
- No, no me suena, entre tantas malagueñas guapas...
- Seguro que sí, esta es diferente, es bonita, tanto por dentro como por fuera. Con ojazos verdes y marrones y una sonrisa, ¡qué sonrisa!
- Me hago una idea. - Digo con una sonrisa.
- Compone que te cagas, es la leche en todo lo que hace. - Sigue risueño.
- ¿Ah, sí? ¿Todo?
- Sí, sus canciones son la ostia.
- También se hacer otras cosas. - Respondo haciéndolo reír. - ¿Te hace gracia?
- No, no. ¿Se puede saber a qué cosas te refieres? - Responde con la misma gracia.
- Tendrás que descubrirlo.
- Estoy deseando.

Por un rato más seguimos hablando de todo un poco pero sin profundizar en nada concreto. Yo con el manos libres de mi coche y él desde la comodidad de su sillón.

- ¿Me vas a decir ya a qué se debe esta bendita llamada?
- No podía dormir.
- Así que como en los viejos tiempos, tu compañero de insomnio.
- Más o menos.
- Falta la playa.
- Y estar juntos. - Añado.
- Bueno, yo creo que estamos más juntos que nunca.
- Sí, bueno, tú me entiendes.
- Te entiendo. ¿Estrés?
- ¿Qué?
- No puedes dormir...
- Cierto, muchas cosas.
- ¿Quieres compartirlas conmigo?
- Mejor no. - Digo suave. - Sólo quiero olvidarme un rato. - Me sincero.
- Haré mi mejor esfuerzo.
- Lo estabas haciendo bien.
- Hasta que te lo he recordado.
- Hasta que me lo has recordado. - Repito dándole la razón.
- Mañana te invito a algo para compensar.
- ¿Por qué no ahora? - Sugiero sin ganas de volver a mi casa.

De camino a su casa pasé por un supermercado 24 horas, cogí una botella de vino tinto que había probado en otras ocasiones y unos chocolates. No era gran cosa, pero sí mejor que llegar con las manos vacías.

Aparqué en su puerta, me puse la chaqueta y cogí las cosas que había comprado. Toqué y como quién espera al otro lado de la puerta abrió casi al momento.

- Te estaba esperando. - Dijo haciéndose a un lado dándome paso.
- He traído vino. - Digo levantando la botella.
- ¿A estas horas? - Preguntó con una sonrisa. - ¿Es qué quieres emborracharme?
- No me digas que nunca has bebido más tarde. ¡Qué te he visto!
- Eran otros tiempos... - Se hace de rogar.
- ¿Entonces no quieres? Pues bebe agüita, yo necesito una copa.
- Espera, yo también quiero. - Dijo quitándome la botella y dejándola en la mesa con lo otro. - ¿Puedo? - Preguntó a mi espalda con las manos en mis hombros.
- Claro. - Respondo sintiendo sus manos arrastras la chaqueta por mis brazos hasta sacarla lentamente, pegado a mí, sin prisas.

Teníamos toda la noche por delante.

De siempre pasar tiempo con él era algo agradable y últimamente lo hacíamos mucho, volvíamos a conocernos, pero con calma. No queríamos forzar nada, dejábamos que todo fluyera y lo que venía después, no lo sabíamos, pero si tenía que ser, sería.

Terminamos la botella y él ofreció otra, fue cuando recordé que mañana tenía que madrugar y suficiente tenía con no dormir, cómo para llegar con resaca encima. No me imagino la cara de Ana... bueno sí., para mi desgracia.

- Se ha hecho muy tarde, debería volver. - Digo sin moverme un pelo.

Estábamos acurrucados en el sillón, frente a la televisión apagada y un par de copas vacías. Yo con la cabeza apoyada en su hombro y los pies recogidos sobre el sofá.

- Quédate. - Responde abrazándose más a mí.
- No puedo. Mañana tengo que ir temprano a Warner. Ana me va a matar como vuelva a llegar tarde.
- ¿Y si mañana te enfermas? - Dice pícaro.
- Jaja no, Ana me huele las mentiras. - No sé si era por el vino, pero en el fondo no me parecía mala idea.
- Sí, mejor no la enfades más de la cuenta.
- ¡Venga ya! Ana está más contenta conmigo...
- Lo suyo no está pagado. - Me pica.
- ¿Perdona? Y bien pagada que está, más que nosotros cobra.
- Joder, ¿con quién tengo que hablar? Yo quiero ese trabajo.
- Conmigo. - Digo levantando la cabeza, acercándome a sus labios, pero sin tocarlos.
- ¿Para cuando la entrevista? - Pregunta con la vista fija en mis labios.
- Lo siento, el puesto no está libre. - Respondo alejándome y dejándolo con las ganas. - Sin mi Anita no soy nadie.
- Umm - Pronuncia tras entender mi juego. Sus labios formaban una sonrisa perfecta y sus ojos parecían contener fuego. - ¿Debería estar celoso?
- Sólo un poco. Ana no me da coba, una pena. - Terminé mordiendo mi labio inferior de la forma más sensual que pude.

Y volvimos a reír, haciendo que el tiempo volase con nosotros juntos en ese sillón, y sí con un poco más de vino en la sangre y en las copas. No estábamos ebrios, pero sí bastante graciosos, de más. Nos rozábamos constantemente intentando provocar al otro, reíamos por cualquier tontería y el tiempo dejó de importarnos entre besos robados.

- Ahora sí tengo que irme. - Pronuncié unos 90 minutos más tarde.
- No creo que sea buena idea. - Dijo riendo y señalándome.
- ¿Qué? ¿Por qué? Si yo estoy perfecta. - Dije levantándome del sillón, pero demasiado rápido por lo que tuve que agarrarme de él para no caer. - ¿Ves? perfecta. - Repito riendo con él.
- Si yo no lo dudo, pero me quedo más tranquilo si te quedas. - Me dice esto último más en serio, bajando el alcohol rápidamente.
- Puedo pedir un taxi, no te apures. - Propongo.
- Y yo puedo cederte mi cama. - Ofrece. - Mira qué cómodo es el sillón. - Añade dando un par de golpes a su lado en el sillón.
- No quiero molestar, ya has hecho suficiente por mí esta noche. - Contesto alejándome para buscar mis cosas.
- Mi amor, tú nunca me molestas. - Insiste poniéndose a mi lado, quitándome la chaqueta de las manos. - Siempre que quieras, aquí estoy. Déjame cuidarte.
- Yo... No, no necesito que nadie me cuide. - Respondo más brusca de lo que quería. - Quiero decir, estoy bien. No quiero que te tomes más molestias.
- Ay ¿cuándo entenderás que no es ninguna molestia? Para mí sería un placer que durmieras esta noche en mi cama y mañana llevarte al trabajo, un sueño. - Termina acariciando mi mejilla para luego rozar mis labios con sus dedos. - Vanesa Martín, te a-mo. - Marca cada sílaba de la última palabra. - Estoy loco por tí. Y ojalá me digas que sí.
- ¿A dormir?
- ¿Quieres ser mi novia?

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Espero compensar un poco la ausencia.
Pronto más, y mejor.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora