Capítulo 6

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Narra Vanesa

Aunque dijimos que nos iríamos rápido, eran las dos de la madrugada y nadie tenía intención de irse, yo tampoco.

En todo este rato no me he movido, sigo estando encima de Melendi, de vez en cuando giro la cabeza para compartir miradas, o nuevo mi mano para encontrarla con la suya.

La noche pasaba entre charlas y risas sobre nuestros amigos, familias, y cosas similares.

- ¿No creeis que ya va siendo hora de irse? - Pregunté sin mucho entusiasmo, pues estaba muy cómoda y no tenía ganas de ir a acostarme en mi fría y solitaria cama a dormir sola.
- Ya te has cansado de Melendi - Me dice David.
- Pues no, pero mañana cuando estemos grabando os acordaréis de mí - Les dije.
- Dime, cuando no me estoy acordando de tí - Me dice Melendi con toda la gracia y confianza del mundo.
- Mira Rosario, no me digas que no son preciosos - Dice David, ya un poco afectado por el alcohol.
- Tienes razón. Pero también Vanesa, ya va siendo hora de que volvamos por nuestros coches, ¿o cogemos un taxi?

Rosario sugiere eso pues, aunque no íbamos borrachos, habíamos bebido, ella fue la que menos tomó, yo solo tomé un par de copas de vino y luego una copa con Melen y David, ellos fueron los que más tomaron.
- Si queréis puedo conducir yo - Sugiero.

Yo estoy bien, y sé que a Rosario no le gusta coger el coche de noche, yo en cambio, estoy acostumbrada y más si se trata del coche de Melen. - Lo mejor es que os deje directamente en vuestra casa y mañana temprano paso a por vosotros.
- A mí me parece bien, lo único que digo es que mañana no llegaremos a tiempo, y no lo digo por mí. - Dice Melendi.

Era obvio que lo decía por mí, odio madrugar y soy incapaz de llegar puntual. Es que no sé qué haría sin Ana. Ella no solo es mi mánager, también es mi mejor amiga. Siempre está ahí para mí y sin ella no sé dónde estaría hoy.

- ¡Oye! Encima te quejas, hago lo que puedo - Le respondo.
- Si no pasaras tanto tiempo arreglándote el flequillo…
- Vale, vale, lo pillo. Intentaré ser puntual para que el señorito que llega siempre el último no llegue tarde mañana
- A diferencia de vosotros que pasáis una hora con los estilistas, yo llego vestido de casa. Vamos, que al final siempre acabo esperando.
- Melen creo que no debemos discutir, ellas llevan las de ganar - Dice David.
- No lo sabes tú bien amigo…
- Pues listo, nos vamos. - Dije.

Pedimos la cuenta, y tras algunas discusiones por ver quién pagaba, la terminamos pagamos a medias.

Salimos fuera donde Melendi tenía aparcado su coche, y extendí mi mano como tantas veces había hecho tiempo atrás. No hizo falta decir más, sacó de su bolso las llaves y me las entregó.

Dejé primero a David y luego a Rosario, ya apenas hablábamos, todos estábamos cansadísimos y yo solo de pensar que todavía tenía que llegar a mi casa después de dejar a Melendi.

- ¿Quieres quedarte en mi casa? Así mañana no tendrás que pasar por mí. - Me dice Melendi, y sinceramente, no soy de aceptar este tipo de cosas, no del tirón, pero estaba tan cansada que le dije que sí.

A los diez minutos ya estábamos allí. Y es que no pude evitar mirar a mi alrededor. Me fijé en que por fuera todo estaba igual, sin embargo, al entrar no fue lo mismo.
En apariencia nada había cambiado, pero yo sí me fijé en que faltaban algunos cuadros y otros habían sido sustituidos. Y aunque ya estaba acostumbrada, pues desde entonces he estado en otras ocasiones en casa de Melen, hoy me siento especialmente melancolía.

No tuve tiempo de mirar mucho más pues Melendi estaba pendiente de mí y no quería incomodarlo, pues al final esta era su casa.

- Creo que es tarde, debemos dormir. - Dije para cortar el silencio que se había hecho.
- Sí, claro. Acompáñame. - Decía mientras hacía un gesto con la mano para que lo sigiese.

Él subía las escaleras y yo detrás. Estaba más pendiente de mis pensamientos, a los cuales les había dado por manifestarse hoy, que de él, pero ambos sabíamos que no era necesario que me guiase.

Arriba todo estaba igual, fuera de la decoración. Un largo pasillo se abría ante mí, con un maravilloso suelo de parqué color madera, el cual cubría gran parte de la casa. Un par de puertas daban a las habitaciones de invitados, luego estaba la suya y la última estaba cerrada. No era necesario un baño en el pasillo pues cada habitación tenía uno propio, y bastante amplio.

- Bueno Vane, puedes dormir donde quieras, elige una habitación y mientras yo voy a darme una ducha rápida - No me dió tiempo a responder, él ya se alejaba.

Suficiente que me dejaba dormir en su casa como para quitarle la cama, así que, sin más me fuí a la habitación de invitados más cercana dispuesta a acostarme. Y aunque, cuando hemos ido de viaje juntos con amigos, y hemos tenido que compartir habitación o cama, no nos ha importado, pues lo hemos hecho bastante, hoy simplemente, no.

Justo cuando iba a levantar el edredón, me di cuenta de que no traía ropa, no sólo para dormir, sino que para mañana tampoco y algo que odio es acostarme con la ropa de la calle. Pensé que a lo mejor Melen me podría dejar una camiseta suya o algo para dormir.

Entré a su cuarto sin llamar a la puerta, una mala costumbre mía en confianza, pero yo no era la única que por lo visto tenía malas costumbres. Justo enfrente mía estaba él totalmente desnudo, no es que me sorprenda, pues es increíble la cantidad de veces que le dije que se llevase la ropa al baño antes de ducharse para cambiarse ahí y salir vestido, pero nada, él no cambia. Aunque he de reconocer que también es un poco mi culpa, pues debería haber llamado, después de todo él es el que está en casa.

- ¡Joder! Per…
- Eh, ¿qué pasa Vane? - En cuanto empezó a hablar me dí la vuelta, aunque odiase hablar con las personas sin mirarlas a los ojos, o a la cara.
- Yo… quería pedirte una camiseta o algo para dormir, por favor. - Hablaba entrecortadamente, y sentía como mis mejillas enrojecían.
- Claro, no te gusta dormir con la ropa de la calle. En cuanto me vista busco algo en el armario. - Y así fue, se puso los pantalones del pijama en menos de diez segundos y me dió una camiseta de las más pequeñas que tenía y unos pantalones cortos que seguramente nunca se habría puesto, porque le estaban pequeños.

Entré en el baño para cambiarme y descansar un poco mi cabeza. Esta noche estaba siendo realmente agotadora, y no sé si era el alcohol, o él que traía viejos recuerdos a mi cabeza hoy.

En cuanto salí ví a Melendi en la cama, con su espalda desnuda, apoyada en la almohada, y con el móvil. Yo me había puesto el pijama que habíamos improvisado, y él aunque tuviese mil pijamas, sólo se ponía la parte de abajo, pues según él la camiseta le daba calor y lo incomodaba, una gran mentira. Cuando me vió apagó el móvil y se hizo a un lado en la cama.

- No te preocupes, duermo en la otra habitación. - No es por dormir con él, he dormido con él muchas veces, como amigos y no. Pero creo que lo mejor es que hoy cada uno duerma en una habitación.
- Sí, bueno, eso. Tienes las sábanas en el cajón, ya sabes. - Y este era él, había veces que lavaba las sábanas y ya fuese porque no tenía tiempo o ganas, ponía el edredón y dejaba la cama sin hacer, aunque solía hacerla al día siguiente o al otro.
- Sabes, ahora que lo pienso mejor, hazme un hueco. - Y es que a pesar de todo, seguía siendo muy tarde y estaba cansada. Aunque no sé si eso solo fue la primera excusa que se le ocurrió a mi cabeza para argumentar mi respuesta. Posiblemente.

Se giró y se puso en "su lado de la cama" y yo me tumbé al otro lado. Normalmente antes de dormir hablábamos, pero hoy era muy tarde y debíamos dormir si mañana queríamos estar presentables a la hora de grabar.

Esperé a que me tapara con el edredón como él solía hacer y nos dimos la vuelta, sin llegar a chocar nuestras espaldas.

Por más que lo intentaba, no podía dormir. Daba vueltas en la cama intentado molestar lo menos posible, sin hacer ruido y sin siquiera rozarlo.

Los recuerdos llegaban a mí y tenía que ser justamente hoy, la verdad no lo entiendo. No es por dormir con Melen, lo hemos hecho siempre. Simplemente hoy después de las audiciones no he podido parar de pensar en lo que pudo ser y no fue, y me da a mí que él está igual. Lo conozco ,y si estuviera dormido no pararía de moverse.

Fue entonces que sin pensarlo le pedí que me abrazara. Él se giró sin pensárselo dos veces y me abrazó pegándome a su cuerpo, y pasando uno de sus brazos por debajo de la almohada y el otro me envolvía de forma protectora. Acomodé mi cabeza en su cuello, y no me dió tiempo a nada más pues me dormí, con esa sensación de estar de nuevo en casa, arropada y protegida, como si nada hubiera cambiado.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora