Capítulo 71

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Ni te imaginas
DM (Dani & Mónica Carrillo)

Narra Vanesa

Miraba a Ramón que aún sostenía aquel álbum entre sus manos, sin pasar de página y haciendo claros esfuerzos por contener la emoción, que aquellos momentos le hacían revivir.

Sabía perfectamente lo que estaba viendo y no me atrevía a acercarme. No me atrevía a arruinar ese momento tan íntimo que estaba viviendo consigo mismo.
Necesitaba un momento para recomponerse, un momento para sentirlo de nuevo y pasar la página.

Lo sabía, lo sabía bien porque no hace tanto yo también lo viví. No hace tanto me atreví a abrir algunos de estos álbumes, a abrir puertas que creía cerradas y reabrir heridas, que aún escocían.

Pero se sentía tan bien. Era un pecado tan sumamente placentero que no te cansabas de hacerte daño a tí mismo con tal de revivir algunos momentos, sonreír y creer que aún sigues como si nada, que todo está bien.
Nada es más falso que eso. Que levantar la mirada con los ojos empañados en lágrima y seguir pasando páginas como si nada importara cuando aún tienes tantos capítulos por cerrar.
Pero es tan sumamente doloroso...

Qué egoístas somos a veces.

Y cobardes.

Pasados unos minutos, por fin me atreví a acercarme. Di unos pasos hacia él y tomé el álbum delicadamente, pues sus dedos no opusieron resistencia alguna. Eché una ojeada rápida a la página, aquella que había visto más de mil veces y rápidamente la volví a cerrar, colocando el último álbum en su lugar antes de marcharnos.

- Vamos. - Dije intentado sacarlo de su trance. - Debemos volver.

- ¿De dónde has sacado esas fotos? - Preguntó tras un breve silencio.

Realmente, eso no era importante, solamente seguía paralizado y no sabía que más decir. No quería salir de su ensimismamiento y volver a la realidad.
Completamente comprensible.
Lo sé bien.

- Las sacó Ana. - Me limité a responder con fingida indiferencia.

- No me refiero a quién sacó las fotos. ¿Por qué las tienes aquí? - Dijo está vez más serio.

- ¿Dónde debería tenerlas?

- No sé. - Fue apenas un susurro.

Las palabras murieron en su boca, pero sus ojos seguían apuntado a sus manos como si allí siguiera habiendo algo.

Pasados unos segundos, por fin levantó la mirada y se permitió echar un vistazo general, más detenidamente que al principio, de toda la estancia.

Comenzó a moverse con desenfado, tocado, haciendo y deshaciendo sin vergüenza, con seguridad en cada paso y una mirada cargada de nostalgia.

A continuación, sus ojos volvieron a posarse en mí. Me miraba y no lo reconocía, no me reconocía en sus ojos y, por primera vez, no sabía lo que me quería decir con aquella mirada.

Un suspiro me sacó de mis pensamientos antes de que volviera a hablar.

- Debemos hacer algo. - Afirmó.

- ¿Umm?

¿Algo respecto a qué exactamente? Pensé. Había tantas cosas que arreglar.

La verdadera cuestión era si realmente estábamos dispuestos a tomarnos el tiempo y las molestias.
¿Realmente estábamos dispuestos a arreglar algo?
Sin saber si realmente tenía arreglo.

- Pienso salvar a nuestra hija. - Habló serio. Con la mirada perdida y las manos entrelazadas detrás de su espalda.

- Exactamente, ¿de qué quieres salvarla?

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora