Capítulo 26

150 11 7
                                    


Narra Vanesa

- Niños, ¿¡pero... y a vosotros qué os ha pasado!? - Dice Rosario, llamando la atención de los demás que hablaban entre ellos.
- ¿Habéis caído a la piscina? - Pregunta Lolita.
- Más o menos. - Responde Pablo a la vez que intentaba abrirse paso entre nuestros amigos. Yo aún iba envuelta en sus brazos, tiritando y sin despegar mi cabeza de su torso desnudo. - Por favor, vamos a cambiarnos.
- Claro, claro. Pasad. - Dice David, mientras el resto acaba por apartarse también. - ¿Os dejo algo de ropa?
- Ella tiene, pero a mí sí me vendría bien.
- Descuida. Cojed toallas y secaros, yo te llevaré la ropa. Vane, ¿necesitas un secador de pelo o algo?
- Sí. - Digo casi de forma inaudible.
- Okey. Puedes cogerlo tú misma. En la primera habitación justo al subir, a la derecha. En el baño tienes las toallas y todo lo que necesites.
- Gra-gracias.

Pablo no me suelta hasta que llegamos al baño de abajo. Abre sus brazos y yo doy un par de pasos adelante quedando de frente, fuera de su abrazo y su calor.

- Si necesitas cualquier cosa solo llámame, subo en un segundo.
- Descuida.

Aparta un mechón de pelo que había en mi cara y antes de separarnos deja un último beso en mis labios.

- Hasta ahora Vane.
- Hasta ahora corazón.

Mientras me alejo de él, escucho un te quiero a mi espalda. Pero esta vez no me giro, no digo nada. Sin dejar de tiritar subo las escaleras a grandes zancadas dejando un rastro de agua tras de mí.

Al llegar arriba suelto todo el aire que, sin darme cuenta, había estado conteniendo.
Busco con la mirada la habitación que David me había indicado y sin más demora abro la puerta y entro.
Al parecer esta habitación ya estaba siendo ocupada.

Justo enfrente, sentados al borde de la cama, estaban abrazado a sus rodillas, prácticamente hecho un ovillo, Melen, y a su lado, Pilar.
Yo seguía en el umbral de la puerta cuando Pili llevó su mirada hasta mí sin separarse ni un poco de Melen, que estaba acurrucado a ella y con la cabeza escondida entre sus brazos.
Él no levantó su cabeza al notar mi presencia, pero lo sentía temblar y escuchaba sus sollozos ahogados.

- ¿Qué ha… pa-sado? - Digo a la vez que doy unos pasos hacia ellos, pero una fuerza invisible me detiene y me impide acercarme más a ellos.
- ¿Qué haces aquí? - Responde mi amiga algo borde.

Al escuchar el tono gélido de mi amiga mi corazón se detiene, y la situación de Melendi no me ayuda.
Noto como mi amiga hace un esfuerzo por relajarse y suaviza su ardiente mirada.

- Estás tiritando.

De nuevo me acuerdo del frío que siento y recuerdo para qué he venido.

- Pasa. Tienes un baño justo ahí.
- Gra-gracias.
- ¡Vamos! - Dice apremiante mi amiga.

Paso por su lado mirando el suelo como si buscase alguna imperfección en él, pero lo único que buscaba era huir de su mirada.

Entro y sin volverme, cierro la puerta de un golpe. Me quedo mirando la blanca madera de la puerta como si mi vista pudiese ir más allá. Dejo salir un suspiro, y en contra de mi traicionero corazón doy un paso adelante y comienzo a quitarme la ropa. No soporto esta humedad ni un segundo más.

Lío una toalla alrededor de mi cuerpo desnudo a la vez que busco un secador. Los siguientes minutos los pasé secándome el pelo mientras mi cabeza iba mil buscando respuestas a todas mis preguntas y dando una tregua a mi ciego y loco corazón

Cuando termino de secarme el pelo me doy cuenta de que no tengo la ropa de cambio, se me olvidó sacarla del coche, pero no pienso volver a ponerme la ropa de antes que está chorreando. Así que, asegurándome de que la toalla sigue bien sujeta a mi cuerpo, cubriendo desde mis pechos hasta por encima de mis rodillas, abro la puerta lentamente, rezando para que mi amiga no se haya ido.

- Pili. - Digo asomando mi cabeza y parte de los hombros por el resquicio de la puerta que abro.
- ¿Si? - Dice volviendo su cabeza hacia mí para mirarme.

Ambos seguían ahí, en la misma posición, los mismo rostros demacrados, acompañados por ese silencio conciliador. Todo seguía igual y eso me dolía muy adentro.

- Necesito que me hagas un favor.
- Dime.

Ahora no estaba segura de si pedírselo. Me sentiría mal dejando a Melen solo y en ese estado. Aunque estaba yo. Pero lo cierto es que no tenía más opción.

- ¿Podrías ir al coche a por la ropa de cambio que he traído? - Digo con la mirada fija en el suelo.

No responde rápidamente. Pero después de pensárselo, veo por el rabillo del ojo como se acerca a Melen para susurrarle algo que no alcanzo a escuchar y sale del cuarto en busca de lo que he pedido.

Y así nos quedamos. Él sentado en la cama aún con su mirada perdida y yo asomada por aquel hueco de la puerta sin despegar mis ojos curiosos de él.

Pasado un tiempo, que a mí se me hizo eterno, y tras pensarlo mucho, abro completamente la puerta y a pasos calmos me acerco a él. Compruebo que la toalla sigue en su sitio y me siento a su lado, justo donde minutos antes estaba Pilar.

- Car… - Tragué saliva y me corregí - Melen, mírame. - No se gira, pero si lleva sus manos hasta sus ojos en un intento de hacer desaparecer las lágrimas. - Mírame. - Repito un poco más segura.

Tampoco surte efecto. Mi primera intención es levantarme y volver por donde he venido, pero mis piernas me llevan hasta su otro lado permitiendo mirarle durante unos segundos, aunque vuelve a girar su cabeza y sus ojos me rechazan.

Esto me dolió como si miles de puñales me atravesasen. Mi corazón se encogió como si una fuerza invisible lo estrujase y le impidiese latir en mi pecho.

Con una valentía que realmente no sentía vuelvo a sentarme a su lado. Levanto mi mano llevándola hasta su mejilla y suavemente le hago volverse. Él no opuso resistencia.

Lo miro y deseé no haberlo hecho. Al tacto sus mejillas estaban húmedas y sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Por un segundo mis ojos también se humedecieron y tuve el impulso de abrazarlo y prometerle que todo iría bien, que fuera lo fuese juntos lo solucionaríamos. Pero no lo hice. Me limité a mirarlo y sentirme como una mierda por no poder hacer nada.

Vuelvo a la realidad cuando mi amiga entra aceleradamente en la habitación con mi ropa en sus manos. Antes de levantarme le dedico una última mirada y me alejo sin volver la vista atrás, siendo seguida por Pilar.
Una vez en la puerta extiendo las manos para recibir la ropa pero mi amiga tiene otros planes.

Me empuja hasta que estoy dentro del baño y pasa ella cerrando la puerta tras de sí.

- ¿¡Se puede saber qué coño te pasa!?

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora