Capítulo 68

126 13 5
                                    

Narra Vanesa

Álgebra
Vanesa Martín

Sentía todo mi cuerpo pesado y como poco a poco volvía en mí. Tarde un rato en poder abrir los ojos y poder enfocar y detallar lo que había a mi alrededor, dado que aquella luz tan blanca me encandilaba y no ayudaba a mi modo inconsciente.

Cerré los ojos al sentir un dolor punzante en mi cabeza. Llevé las manos hasta mi frente dándome cuenta de que tenía, lo que parecían puntos. Poco a poco mi mente se fue aclarando y comencé a recordar lo último que me había pasado hasta el momento de perder la conciencia; las miradas, la pelea con Pablo, su voz... De nuevo la cabeza comenzó a dolerme, justo cuando se abría la puerta y un hombre vestido con la característica bata blanca de hospital y un bloc de notas en sus manos, entraba.

- Qué bueno que estés despierta. ¿Cómo te encuentras? - Preguntó amablemente.

Era alto, más o menos como Melendi, posiblemente de nuestra edad. Su pelo moreno contrastaba totalmente con sus ojos azules, los más azules que había visto en mi vida. Su boca estaba entreabierta dejando ver unos perfectos dientes blancos y una maravillosa sonrisa. Y sus facciones estaban relajadas en su semblante sereno, lo que me transmitía un poco de calma en medio de tanto caos.

Al mirar por fin a mi alrededor descubrí que me encontraba en una habitación de algún hospital, lo que no me relajó, pero más me inquietaba el no saber cómo había llegado hasta aquí.

Volviendo a su pregunta... No era agradable perder la consciencia y que lo último que recuerdes sea a la persona que más odias en tu vida.

Tenía mil incógnitas en mente, pero la mirada del doctor en mí me hizo recordar su pregunta inicial. De nuevo llevé una de mis manos hasta mi frente, pero esta vez él me detuvo.

- ¡Para!, no toques. ¿Te duele?

- Un poco. - Respondí tras pensarlo unos segundos.

- Tranquila se te pasará en unos días, no es nada grave. Podría haber sido peor. - Volvió la vista a su cuaderno y comenzó a hojear los papeles, mientras hablaba para sí mismo. - ¿Recuerda algo de antes de desmayarse?

Asentí. - Lo recuerdo todo, creo. - Esto último más para mi misma. - Pero sí, me encuentro... bien - Dije mirando a mi alrededor. - dentro de lo que cabe.

- Me alegro. Parece que sí, todos los análisis han salido bien, quedaría hacerte un par de pruebas más para asegurarnos de que no haya habido algún daño interno o lo que quiera que haya podido provocar el desmayo, pero lo más seguro es que sea una bajada de azúcar o relacionado con el estrés. - Dejó los papeles a un lado y volvió a mirarme. - En unas horas podrá irse.

- De acuerdo.

Quería decir más cosas, tenía mil preguntas rondando mi mente y un montón de dudas que ansiaban ser resueltas. Pero las palabras no me salían y simplemente me dediqué a detallarlo tras perderme en sus profundos ojos azules. Preciosos.

- ¿Tiene alguna duda? - Habló haciéndome volver a tierra antes de salir de la habitación.

- ¡Sí! - Dije antes de que se fuera. - ¿Cuánto llevo dormida? ¿Quién me trajo? ¿Lo sabe...

- Poco a poco. - Me detuvo. Se acercó a la cama y comenzó a revisar las muchas máquinas que había a mi alrededor, tomándose bastante tiempo antes de responder a mis preguntas, al menos a las que me había dado tiempo a formular. - Una noche, ha sido como un sueño, llegaste aquí ayer por la tarde, después de oscurecer, ahora son las 12 del día siguiente. - Dijo tras mirar el reloj. - Yo solamente soy el médico a quién se le asignó su caso. Cuando llegué no había nadie más que usted en esta habitación, pero me aseguraré de preguntar antes de que se vaya. Hasta entonces relájese, no es bueno que esté estresada, deje los problemas a un lado, si su salud está en juego, nada es tan importante. - Discrepo. - Puede dormir un rato más hasta que vuelva, si necesita cualquier cosa una enfermera vendrá a atenderla en unos momentos y podrá hablar, si desea, con alguien. Sería conveniente que se acercaran por usted. - Añadió antes de salir de aquella habitación definitivamente.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora