Capítulo 25

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Tocado y hundido
Melendi

Narra Melendi

El sonido de una risa me hizo parar en seco y salir de mis pensamientos, su risa. Esta se escuchaba distorsionada por otra que no me sabía a magia, pero que inevitablemente se sentían como una sola.

Agarré la muñeca de Pastora y con pasos firmes me dirigí al lugar del que parecían provenir las risas.

Lo siguiente es un chapoteo en el agua y esta vez no me cabe duda. Están ahí.

Esto me hizo temblar.

Imaginarlos, juntos en esa piscina.

Y de nuevo todas mis esperanzas cayeron de un golpe al suelo.

- No te detengas, estamos cerca. - Me anima Pili.
- ¿Estás segura de que no hay nada entre ellos?

Durante un segundo me parece ver un atisbo de duda en su mirada, pero no quiero creerlo y me limito a obedecer.

Esta vez no nos detenemos hasta llegar al lugar, y en efecto ahí estaban ellos.

Comencé a pensar en cómo decirle y preparé el discurso que miles de veces había recitado interiormente. Con cada gesto y caricia que una vez imaginé, las palabras exactas y preparado para cualquier respuesta, todo perfectamente ensayado durante casi 7 años.
Sin embargo, el destino, la vida, llámenlo como quieran, pone piedras en nuestro camino. Algunas más pequeñas, otras más difíciles que sortear, lo cierto es que puedes superarlas, pero todas te hacen retroceder al menos un momento.

Pero lo que vieron mis ojos a continuación no tiene nombre.

Ya no es sólo una piedra en el camino.

Cómo él se lanzaba a su boca y ella no se despegó.

Maldigo todo mi optimismo que me hizo fuerte, pero débil a la vez. Un maldito idiota.

La conocía y sabía que la sorpresa la invadía y no correspondería a ese beso. Pero nunca esperé que una lágrima bajase por su mejilla.
Esto me dolió más que ese beso, ver cómo sufría era lo peor y más cuando no estaba ahí para sostenerla. Por eso di un paso adelante más que dispuesto a saltar al agua.

Escuchar como Pablo se disculpaba solo me enfurecía más y en un arrebato de "celos" cogí carrerilla y avancé pero antes de que pudiera despegar los pies del suelo, unos brazos me agarraron con fuerza por la espalda.

No fue más de un segundo que me giré para lanzarle una mirada de reproche a Pili mientras me soltaba de su agarre, tras un leve forcejeo. Pero cuando me di la vuelta de nuevo, mi mundo terminó por desmoronarse.

Sus labios se volvieron a encontrar, esta vez por deseo de ella.

Todas mis fuerzas me abandonaron y mis piernas dejaron de sostenerme haciéndome caer de rodillas en un golpe seco.
Con las manos y las rodillas apoyadas en el suelo bajé mi cabeza, pues no soportaba seguir viendo dicha escena.

Así que esto era lo que se sentía.

Miles de reproches me atormentaban. Sentía que era mi culpa. Pude haberlo impedido. Si no la hubiese dejado ir, si no le hubiese ofrecido ser mi asesor a Pablo, si hubiese saltado sin pensar, ¿podría haber sido yo el que descansase en sus labios, el que la abrazara tan fuerte que no dejásemos pasar el aire?

Entre preguntas y reproches hallé al responsable de mi malestar: el amor. Él que te hace sentir el más feliz y afortunado del mundo. Pero también duele, desde lo más profundo, cuando quiere te mata, y lo peor es que sigues sintiendo, el dolor. Porque estás vivo.

Noto el peso de una mano en mi espalda y como Pilar hace el intento de levantarme, pero yo no me muevo ni un centímetro. No estoy mentalmente preparado para volver a verlos.

Por eso me doy la vuelta, aún a gatas, y pasados unos minutos comienzo a levantarme con la ayuda de Pastora. Sin mirar atrás y apoyándome en el hombro de Pilar volvemos por donde vinimos, pero con unos planes y ánimos totalmente distintos.

Cero
Dani Martín

Narra Vanesa

Notaba sus manos acariciando mi espalda, mientras las mías descansaban en sus hombros y alrededor de su cuello.

Nos separamos cuando la falta de aire se volvió casi insoportable.
Lentamente y con los ojos cerrados separé mis labios de los suyos, respirando, llenado mis pulmones de aire fresco, y su olor.

Abrí los ojos y nuestras miradas se volvieron a encontrar, cómo años atrás. Nuevos horizontes se abrían ante nuestros ojos brillantes. Estos casi actuaban cómo espejos al reflejar nuestras brillantes sonrisas en los ojos del otro. Sonrisas que entre otras cosas, esconden un pasado, un presente y quién sabe si un futuro también...

Bajé mis manos hasta su espalda y descansé mi cabeza en su hombro, al igual que él que dejó caer la suya sobre mí hombro también.

Y así, envuelta en sus brazos, dentro de una piscina en medio de la noche, con toda la ropa puesta a excepción de los zapatos, y escuchando los sonidos que emitían los animales que habían sido testigos de estos besos, mi vida cambió. Dió un giro de 180 grados.
Un abanico lleno de posibilidades se abría ante mí. Y otras personas se convertían en pilares esenciales de mi vida.

Una nueva vida.

Pero el pasado sigue ahí.

La cuestión no es huir del pasado. Sino avanzar con él, tratarlo como lo que es; pasado.

...

Empezaba a hacerme a la idea de volver a empezar con mi vida, desde cero. Y no me dí cuenta cuando empecé a tiritar.

- ¡Estás helada! - Dice Pablo llevándome de vuelta al mundo real. - Vamos a salir, no me perdonaría que enfermaras por mi culpa.

Esta vez no le llevé la contraría. Tampoco quería perder tiempo hablando. Comenzaba a sentir que el agua estaba helada, y apenas podía evitar el castañeo de mis dientes al tiritar.

Cogidos de la mano salimos de la piscina pero la mezcla del agua en nuestras ropas y la brisa nocturna era casi peor que permanecer dentro del agua.

- Ven.

Obedecí y abrió sus brazos para envolverme en ellos en un intento de hacerme entrar en calor, lo que no resultó del todo efectivo.

- Ponte mi camiseta aunque sea.
- No. - Fue una respuesta rápida, casi un acto reflejo.
- Venga, no es momento de ser cabezota. Estás helada déjame ayudarte. - Desvié mi mirada. - Por favor.

No tenía ganas de ponerme su camiseta y menos delante de él. Se me ocurrió pedirle que se diera la vuelta, pero no quería parecer descortés, o peor , que pensase que no confiaba en él.
Otra de las razones es que tampoco quería despegarme de su cuerpo que era el que me hacía sentir un poco de calidez y seguridad en estos momentos.

- Vale, te entiendo. - Volví preocupada la vista hacia él.
- Po-r fa-favor... no - Dije como pude, pues al estar tiritando me era casi imposible articular palabra.

Vi como cerraba sus ojos y cogía una profunda bocanada de aire antes de hablar.

- Entonces no perdamos tiempo.

E internamente se lo agradecí millones. Mediante mis ojos así se lo hice saber.
Con sólo una mirada, no necesitamos más.

Iba a agacharme para coger los zapatos y la camiseta, pero su mano me detuvo.

- Déjalos. Volveré luego a por ellos.

Asentí levemente y sin soltarnos en ningún momento llegamos hasta donde estaban todos, casi todos.

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Me gustaría saber;
¿Qué tal ahora?
💜

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora