Capítulo 42

143 11 3
                                    

Un beso en Madrid
Alejandro Sanz & Tini

Narra Vanesa

- ¿Crees que deberíamos irnos? - Pregunto en un susurro a Melendi.
- ¿Y volver mañana?
- Sí.

Él tenía las mismas respuestas que yo, pero no podíamos evitar mirar a Lola dando cabezadas en mi hombro, sus ojos se mantenían abiertos a duras penas y casi no estaba consciente.
Si estábamos de acuerdo en algo es que no queríamos que la niña durmiera aquí.

Haciendo el menor ruido posible Melen se levantó y tomó con sumo cuidado a Lola que seguía recostada en mí. Fue con ese sutil movimiento que volvió en sí unos minutos.

- Shh. - Dijo Melen intentando dormirla o calmarla, lo primero que ocurriese.
- ¿Qué? ¿Ya podemos ver a Luis? - Preguntaba mientras se frotaba los ojos.
- No, mañana lo veremos. - Susurré.
- ¿Qué? ¡No! Esperemos, no quiero irme. - Empezaba a angustiarse y a removerse intentando soltarse de los brazos de Melen.
- Cariño, tranquila. Esta noche no nos van a dejar verlo, a lo sumo hasta mañana por la mañana...
- ¿Estaremos aquí mañana temprano? - Interrumpe.
- Por supuesto, en cuanto te levantes nos vamos.
- ¿Me despertarás?
- Ehh... sí.
- ¿Me lo prometes? - Preguntó extendiendo su dedo meñique hacia mí para cerrar la promesa.
- Te lo prometo. - Respondí entrelazando nuestros dedos.

Caminamos hacia la salida en silencio, Lola adormilada en brazos de Melen y yo a su lado, con su pequeña mochila colgada al hombro.

En el trayecto me dí cuenta de que vinimos en taxi por lo que tendríamos que irnos de igual manera. Por suerte había un estacionamiento de taxis a la salida del hospital.
Tomamos el más cercano y le dí la dirección de mi casa. Tardamos alrededor de 15 minutos, que fuesen más de las doce ayudaba a que no hubiese tráfico y pudiésemos haber llegado tan rápido.

- ¿Dónde... dónde estamos? - Preguntó adormilada.
- En mi casa.

Melen y yo nos miramos y sin más seguimos adelante por el jardín. Abrí la puerta y como es normal las cosas seguían como hace unos meses atrás, que fue la última vez que vine. Una de mis guitarras sobre el sofá, el piano lleno de partituras, y las camas de mis perros, lo cuáles había dejado a cargo de Ana ya que no tardaría mucho en volver. Eso espero.

Mientras yo hacía una inspección por toda la casa Melen subió para ir acostando a Lola. Aproveché y miré mi móvil el cuál había descuidado todo el día, tenía mensajes y llamadas de Ana, Pastora, y cómo no, Pablo.
Pensé que tal vez sería tarde para llamarlo, pero al parecer había estado en línea hace tan sólo unos minutos. Por ello, y sin pensar mucho, marqué su número.

- Halo. - Respondió alegre casi tras el primer tono de llamada.
- Buenas noches Pablo.

Mientras hablaba con él mis pies me llevaron hasta uno de mis lugares favoritos de la casa. Afuera frente a la piscina y bañadas por la luz de la luna había una mesa y un par de sillas, el ambiente era agradable y los recuerdos que me traía este lugar... bueno, había de todo. Me senté y seguí hablando dejando pasar el tiempo, desconectando de todo y de todos.

- Me preguntaba si te apetecería desayunar mañana. Vamos, desayunar, almorzar... lo que quieras.
- Lo siento corazón, pero esta vez no podrá ser. Me pillas en Málaga.
- ¿Qué? Y cómo es que no me has avisado que estabas por la tierra...
- No, no. Ha sido algo imprevisto. He tenido que venir a hacer unas gestiones, pero estaré de vuelta en un par de días.
- ¿Ha pasado algo? - Cuestiona preocupado.
- No... bueno nada que me... No. - Dije finalmente. - Estaré de vuelta en un par de días.
- Vale... - Dijo poco convencido.

Se hizo el silencio, pero no un silencio frío o incómodo sino de esos que agradeces, para pensar y poner en orden tus pensamientos.

- Umm...
- ¿Sí? - Lo incité a continuar.
- ¿Tendrías libre este viernes? Me gustaría... reservar algo para cenar. - Preguntó tímido.
- Pues... en principio creo que sí. Tendría que hablar con Ana, pero no hay problema. Es sólo una cena.
- Bueno, sí.
- ¿Qué?
- Me refería... ¿te gustaría pasar el día conmigo? Tal vez una escapada, sí. Un par de días pasando desapercibidos. No te pido que nos vayamos al fin del mundo, pero...
- Sí. - Corté firme.
- ¿Sí? ¿Aceptas?
- Tal vez es pronto para irse al fin del mundo, - escuché su risa al otro lado del teléfono. - Pero sí, me vendría muy bien desconectar. Y qué mejor que contigo.
- Joder... gracias.
- ¿Gracias? ¿Por qué? - Dije conteniendo la risa pero curiosa a la vez.
- Pues por todo. No sabes lo feliz que me hace, solamente que aceptes una cena, te lo juro, me haces el más feliz. Y espero que algún día tú te sientas igual porque...

Estaba metida totalmente en la conversación, al menos eso creía hasta que lo ví sentarse en la silla de al lado. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí?

- ¿Vanesa? Vane... maldita cobertura.
- Ehh. ¡Pablo! Sí.
- Ah, por fin. Creo que se ha cortado.
- Sí, sí. - Digo volviendo a la conversación. Pero tarde.

No quedaba nada que hablar, ni ganas por mi parte, joder...

Como todas las noches me dió las buenas noches y tras un par de bromas cortamos casi cinco minutos más tarde.

Miraba al frente pero por el rabillo del ojo lo detallaba cuidadosamente, cada gesto, cada expresión, cada respiración... en resumen, todo.

Disfrutando de la noche y de él.

Una noche más.

- ¿Te vas?
- No, bueno, una escapada...un par de días.

Esta vez nos miramos, ambos de frente y con una sonrisa.

- Esas son las mejores. Los viajes a largo plazo al final del mundo nunca resultaban. - Dijo volviendo la vista al frente.

Copié su gesto y estuvimos mirando la luna quizá horas, inmersos en nuestros pensamientos y disfrutando de la compañía del otro.
Entrada ya la madrugada empezaba a hacer frío y el sueño se hacía más presente, sobre todo en mí que llevaba unos días de no parar y estaba muerta.

- Deberíamos acostarnos. - Dijo leyendo mis pensamientos.
- Vamos. - Respondí tras un bostezo.

Casi arrastrando los pies subí las escaleras. Cogí uno de los pantalones que tenían mis hermanos por mi casa y se lo dí. Yo en cambio solía dormir con una camiseta larga, aunque esta noche tomé uno de los pijamas que tenía y me lo puse.

Fui a mi habitación y de espaldas a la puerta estaba él con el pantalón de mi hermano Francis, el cual, le quedaba corto.

- ¿Vas a dormir aquí? - Dije llendo directamente al punto que quería.
- Ehh, dónde me digas. - Respondió como el que no quiere la cosa.
- Da igual, yo puedo dormir…
- No, no. Yo me voy, al fin y al cabo es tu habitación.

No me dió tiempo a responder cuando él ya salía por la puerta, dejando atrás todas sus intenciones. No creo que dormir juntos esta noche fuese lo más adecuado, no después…

- ¿Has puesto la alarma? - Preguntó desde la puerta.
- Sí…
- Ah, vale. Era sólo eso.
- Descansa.
- Buenas noches. - Dijo finalmente con una sonrisa y acercándose a mí.

Me dió un fuerte abrazo, el cual correspondí con los ojos cerrados, sintiendo su olor y su respiración en mi pelo, con sus manos apretando mi espalda contra él y sus labios en mi cuello.

Y una vez más volvió a irse.

No lo pensé dos veces y me tiré en plancha sobre mi cama, mi querida cama. Quité el edredón y tapándome sólo con la sábana cerré los ojos para descansar por fin, o eso quería, porque no había manera.

De nuevo escuché sus pasos en la puerta. Esta estaba abierta, por lo que pasó sin problema, intentando pasar desapercibido, mientras yo fingía dormir, ya que abrir los ojos me resultaba un esfuerzo sobrehumano en estos momentos.

¿Qué se le ha perdido ahora? Pensé

Sentía su cercanía y sus pasos silenciosos, una luz en la mesilla de noche, su móvil. Lo apagó rápidamente y se volvió para salir pero no notaba sus pasos alejarse o su sola presencia irse.

Por el contrario lo notaba acariciar mi pelo y su respiración a mi lado, relajándome. Cada vez más cerca, sentía su calor, su tacto, y tras unos segundos, sus labios sobre los míos.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora