Capítulo 48

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Don't forget me
Nathan Wagner

Narra Lola

Nada más cruzar la calle estaba la cafetería que Melen decía. Debido a la hora estaba bastante concurrida, por lo que nos tocó hacer cola, pero juntos el tiempo pasó rápido y él ya pedía agua y los bocadillos, mientras yo sólo miraba aquellas chocolatinas que tanto me gustaban.

- ¿Qué miras? - Preguntó siguiendo mi mirada.
- ¿Yo? Nada, nada. - Disimulé.

Lo cierto es que nunca he sido una niña caprichosa, no me gustaba ir pidiendo allá donde fuera o aprovecharme de la hospitalidad de personas como él. Él que seguía intentando adivinar que había atrapado por un rato mi atención.

- ¿Chocolate?
- No, no quiero, gracias. - Rechacé con una sonrisa. Realmente no me importaba.
- Puedo pasar el día jugando a las adivinanzas, pero no sé si este señor tan amable está también dispuesto. - Dijo refiriéndose al muchacho que nos atendía.
- Pues no lo hagas esperar más...
- Mira que eres terca - Exclamó y yo no pude evitar soltar una risa. - ¡Espera! ¿¡Chocolate negro con sal!? - Dijo señalando, justo donde yo miraba.

Quería negarme, con una mentira blanca, pagar y volver con prisas, pero mi mirada me había delatado y él no dudó en comprar un par de ellos, sorprendiéndome. ¿Por qué dos?

Salíamos con todas las cosas y más que orgullosos de nuestra compra, con sonrisas y jugando, con una conexión tremenda.

- No sabía que te gustase. - Le dije refiriéndome al chocolate. De hecho no solía encontrar personas que compartieran este "capricho".
- ¿A mí? Qué va. - Respondió descolocándome.
- Tú te lo pierdes. Pero ¿y el otro...
- Para Vane. - Dijo muy seguro de sí mismo.
- ¿Le gusta?
- Le pirra.
- Alguien con buen gusto. - Dije llevando mis manos al cielo. - Menos mal...

Y de fondo escuchaba la risa de Melendi a la que no tardó en sumarse la mía, así todo el camino. Hasta entrar de nuevo en aquella habitación, feliz con mi chocolate y contenta de compartirlo con ella.

Que para nada parecía emocionada.

Sus ojos estaban vidriosos y su delineador un poco corrido, la nariz rojiza, y su labio inferior temblaba. ¿Por qué?

Intentaba reaccionar pero su mirada me mantenía estática en el sitio, me había clavado la mirada de una forma en que nunca antes nadie lo había hecho. Me miraba como queriendo ver más allá, se había colado muy adentro, como una canción de esas que te llegan al alma, igual. Y me había dejado inmóvil, y sin poder aparta mi mirada de sus ojos.

- ¿Estás bien? - preguntó Melen aunque era obvio que no.
- Sí, sí. - Respondió sin siquiera disimular. - Voy al... baño. - Añadió escabulléndose.

Y se había ido.

Estaba distinta, lo notaba, en su mirada.

En aquella forma en que me había mirado. Algo había cambiado.

Melen intentó ir tras ella, pero se dió por vencido tras ser detenido por ella y luego por Luis. Yo no, no lo detuve, me gustaba que le hiciera compañía.

Volvió casi media hora más tarde, con claros indicios de haber estado llorando. Se sentó a nuestro lado pero seguía exenta, casi no probó el bocadillo, no puedo decir lo mismo del chocolate, pero en todo momento en su mundo.

Supongo que serían "cosas de mayores". De esas que ellos no quieren hablar con los niños o intentan ocultar como si no nos diéramos cuenta, y los que no se dan cuenta de que lo sabemos, son ellos.

De todas formas no quería interrumpir sus pensamientos, es muy jodido cuando alguien lo hace. En cambio, pasé toda la tarde charlando con Luis, jugando y riendo junto a Melen, que de vez en cuando intentaba interactuar con Vanesa. Lo intentó de mil maneras, a través del humor, indirectas, gestos, miradas, pero nada.

El sol caía y pareciera que las ganas de Luis decaían con él. Cada vez hablaba menos, evitaba reír debido al dolor que esto le provocaba, prácticamente se dedicaba a escuchar con una sonrisa, atento a todas mis palabras pero con la mirada cansada inevitablemente.

- Lola. - Me llamó no sin esfuerzo. - Ven. - Dijo a la vez que hacía un hueco para mí en la cama.
- No tengo sueño. - Repliqué pero acostándome a su lado.
- No vamos a dormir, no de momento. Pero prométeme que llegado el momento lo harás, es decir, una hora más tarde. A lo sumo. - Dijo remarcando estas últimas palabras, con humor pero serio, lo decía en serio.

Tal vez me digan bruja o sean cosas de mujeres, pero poco se habla de ese sexto sentido que se enciende como una alarma justo antes de un desastre, cuando sabes que algo está mal, que las cosas están a punto de cambiar y no para bien precisamente.

- Te lo digo poco, pero desde aquel primer día, nada más verte por primera vez a esos lindos ojitos supe que serías muy importante para mí. Y no me equivoqué, cambiaste toda mi vida, me cambiaste a mí y nunca te he agradecido de este modo. - Lo miraba en silencio sin saber bien qué decir, que es lo que él quería decirme. - Desde entonces cada día me he levantado con una fuerza nueva, ganas de empezar el día, de verte sonreír y ser feliz de mi mano. Junto a ti he pasado los mejores años de mi vida, no te niego que no todo han sido risas, la vida no trata sólo de eso. Hay malos momentos que debemos superar, pero con las personas adecuadas estos se hacen más llevaderos. - Llegados a este punto Melen y Vanesa no pueden evitar pararse a mirar y escuchar. Atentos y alerta ante cualquier mala señal. - Tú y yo nos hemos ayudado, nos hemos curado juntos cuando ha sido necesario, hemos aprendido y nos hemos visto crecer. Pero también hay que saber dejar marchar. Tal vez sea la última lección que te dé, la más difícil, pero esa es la verdad, hay que soltar para recibir con los brazos abiertos lo nuevo que vendrá...
- Luis para. - Notaba las lágrimas acumularse en mis ojos, estaba delirando. - No hagas un drama de esto. Si lo que me quieres decir... es que... no. Mira, te vas a poner bien, y me quedaré contigo hasta que eso pase, luego volveremos a Madrid a Málaga, dónde quieras, pero lo haremos juntos como siempre. - Dije casi sin aire.
- Mi niña. - Susurró.

Con su mano acariciaba mi mejilla recogiendo las lágrimas que se deslizaban por esta, mirándome cada vez con los ojos más vidriosos pero sin romperse, nunca ante mí.

- Cuídate, pórtate bien y no llores mucho, no por mi culpa, cuando te acuerdes de mí no llores ni te pongas triste, sonríe y recuérdame con orgullo, es lo último que te pido. - Acaricia mi mejilla y yo me pegó más a él. - Deja que todos los momentos que vivimos, se conviertan en recuerdos que guardarás con afecto.

Llegados a este punto las lágrimas no paraban de brotar de mis ojos, ya ni me molestaba en retenerlas, ni ellos en disimular sus miradas nerviosas en Luis y yo. Sentía que me faltaba el aire, la vida, todo. No quería, no podía asimilar lo que me decía. Debía seguir peleando.

- No digas tonterías, de verdad calla. - Miraba a Vanesa y Melendi en busca de ayuda pero ellos tampoco estaban reaccionando de la mejor manera. - ¿Se va a poner bien, verdad? - Les pregunté directamente.

El silencio fue la única respuesta que recibí. Silencio que por contradictorio que suene gritaba el peor de mis temores.

- ¿A qué... se pondrá bien? - Insistí casi sin fuerzas.
- Ven, dame un abrazo.

Y otro día más terminaba llorando en sus brazos, acurrucada en él, con los ojos empañados en lágrimas al igual que los suyos, que aunque se esforzaba por disimular eran obvias para mí. Lo apretaba fuerte contra mí, como si eso le hiciese permanecer por siempre a mi lado. Guardando su olor y su tacto. Una última vez.

- Te quiero. - Susurró siendo lo único que podía hacer.
- Y yo... Yo también te quiero... - Respondí mientras sentía que ese abrazo se caía.

Acompañados de ese pitado irritante aparecieron varios doctores que corrían por la habitación haciendo mil cosas, enfermeras que intentaban separarme de él mientras yo lloraba y alejaba a todo el que osara llevarme.

Robando tiempo al tiempo.

Retrasando lo inevitable.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora