Capítulo 11

145 9 6
                                    

Narra Lola:

- ¿Tienes hijos? - Le pregunta Fran.

Desde mi punto de vista, es una pregunta un tanto tonta. Es obvio que no, todos lo saben, menos él al parecer.

También es normal en él, a pesar de conocerlo hace poco, me he dado cuenta de que siempre está en las nubes. Es un desentendido y un disfrutón de la vida. Y aunque sea un tanto despistado, es una gran persona.

Entiendo la incomodidad de ella a la pregunta. Puede ser que ella no quiera o no pueda tener hijos y Fran haya tocado una fibra sensible. Incluso que su propia carrera la condicione.

Un embarazo sería noticia, todo el mundo lo sabría, y tendría que parar durante un tiempo. A lo mejor no puede permitirse, o no quiere, esa parada.

- No. - Eso es todo lo que responde.

Espera la siguiente pregunta, pero parece que Fran no ha acabado porque continúa preguntando.

- ¿Y te gustaría?

De verdad no sé cómo se puede ser tan descuidado, si ves que le incomoda, no sigas. Pero este es Fran. Seguramente no se da ni cuenta de que está incómoda.

Esta vez realmente no sabe qué responder.

Y Pastora no sabe dónde mirar cómo queriendo huir. Finalmente decide posar su vista en mí, y yo aparto mi mirada rápidamente de ella para volver a dirigirla a Vanesa.

- Pues algún día, a lo mejor. Ahora mismo estoy bien. Aunque es cierto que por mi carrera estoy un poco más condicionad...
- ¿Entonces es por tu carrera que no tienes hijos? - Esta vez es otra niña, de la cual no recuerdo su nombre, la que pregunta.
- Puede ser.

Definitivamente no estaba cómoda hablando de esto. Sin embargo, no parece enfadada, su mirada es más bien melancólica, cómo si estuviera recordando. Cómo si su intención fuese cambiar el pasado.

Esto hace que miles de teorías se agolpen en mi cabeza. Pero no me da tiempo a procesarlas cuando alguien formula la siguiente pregunta.

- ¿Melendi es tu novio? - Le dice otro niño.

Esto cada vez estaba más interesante.

Su cara esta vez sí era un poema.

No sé si echarme a reír, llorar, o compadecerme de ella.
Sin embargo, esta vez no parece incómoda, y sus labios se tuercen hasta casi formar una sonrisa.

Más esto no llega a ocurrir, porque antes suelta una sonora carcajada. Tenía una risa muy característica, tan familiar.

Al nombrar a su querido amigo, noté como su mirada se iluminaba, y aunque había rastro de melancolía en ellos, el amor y el respeto hacia él prevalecían fuertes ante todo.

Sin lugar a dudas Vanesa es muy afortunada por estar rodeada de personas tan maravillosas.
Y ellos por tenerla en sus vidas.

- ¡Qué va! Melen es mi amigo, mi mejor amigo. Es un gran artista, y tengo el honor de tener una amistad con él tan antigua casi como con mi querida Amparo.
- Casi. - Dice Pastora, y Vanesa asiente. - Pero mucho más intensa.

Y si las miradas matasen Pastora, sin lugar a dudas estaría muerta.

El resto de niños se reía junto a Pastora, pero yo sí me fijé en su cara, y en la mirada de mala muerte que Vanesa le echó.

Es cierto que la confianza a veces da asco.

Esta ronda de preguntas me ha servido para darme cuenta de que esta mujer esconde mucho más de lo que aparenta. Tiene un pasado importante, y su amiga lo conoce en su mayoría.
Y me da a mí que Melendi también.

Y entre risas, llega mí no tan esperado momento, mi presentación.

Al final no me ha dado tiempo a pensar nada, y aunque Vanesa todavía no me ha dicho nada me gustaría tener iniciativa.

Porque ella la tuvo.

Pero estoy asustada, esta gente es muy curiosa. Ella lleva años concediendo entrevista ya l final ha aprendido a mantener la calma y formular respuestas coherentes a preguntas inesperadas.

Pero yo no, yo no sé.

Levanto mi mirada hasta posar mis ojos en los suyos, de manera que se encuentran y se sonríen.

Este gesto insignificante para algunos, me hace sentir más segura, y valiente.

De repente me nace la necesidad de abrirme, de hablar, de conocernos.
Ella y yo sin tapujos.

Pero sólo con ella.

- ¿Puedo presentarme ahora yo? - Pregunto suavemente sin romper el contacto visual con ella.
- Adelante. - Me dice con una gran sonrisa.

Antes de apartar su mirada de mí, me da una mirada confiada que me aporta valor e incluso una pizca de locura y atrevimiento.

Sin embargo todo esto se esfuma cuando aprata su mirada.

Este simple gesto me hizo sentir desprotegida de nuevo.

Me sentía como un cachorro desamparado, sin el calor del cuerpo de su madre a su alrededor. Ambos anteriormente envueltos en un interminable abrazo

Como si toda esa burbuja invisible que habíamos creado y nos mantenía exentas de lo que ocurría a nuestro alrededor hubiese desapercibido.

Y así fue. Lo sentí.

La realidad estaba de vuelta.

Pero yo con fuerzas renovadas. Fuerzas nuevas. Desconocidas pero increíbles.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora