Capítulo 63

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Romperme más
Beret & Malú

Narra Melendi

Era el último vuelo de la noche, o el primero del día siguiente, pues llegaríamos pasadas las 12.

En algún momento del vuelo Lola se quedó dormida sobre mí, de forma que la estuve observando dormir horas y no puedo creer que no lo hubiese visto antes. Su impulsividad a la hora de hacer las cosas, determinación ante todo, todo lo cariñosa que es y que esconde tras esa niña fuerte e independiente que muestra ser; eso ya me lo conozco yo.

No necesitaba que abriera los ojos, me los sabía de memoria, verdes y marrones, jamás entendí a qué se debe, sólo sé que cuando están felices se enciende un brillo en ellos imposible de disimular.

Aunque su piel se bronceaba rápido, no era tan morena en realidad. Es más bien alta para su edad, y delgada. Le costaba sonreír, más si era para una cámara, pero tenía una sonrisa preciosa, junto con una risa muy personal y escandalosa.

Me encantaba su forma de ver la vida, sus juegos y tonterías, tan parecidas a las mías. Su cabeza llena de música y seguro ideas locas. Competitiva como ella sola, pero con buen perder.

Eran un montón de cualidades y características, tan de ella y a la vez no, que me traían loco.

Y necesité un viaje Málaga-Madrid en avión para darme cuenta de lo tonto que he sido todo este tiempo.

No solo estos últimos meses.

Ni yo solo.

- En breve vamos a aterrizar. Asegúrense de que sus cinturones estén bien abrochados en sus respectivos asientos, las mesillas plegadas...

- ¿Dónde estamos? - Preguntó agarrando mi camiseta como si temiera caerse. Pero el temblor de su voz delataba que solo era frío.

- Vamos a casa. - Dije cubriéndola con mi abrigo.

Pagué al taxista y salí corriendo sin esperar el cambio, no tenía tiempo que perder.

Llegué y sin pensar mucho toqué a la puerta. instintivamente recogí mi mano, pero ya era tarde, ya había tocado. Aun así pasó un rato y nadie abrió.

Tal vez fue un acto demasiado impulsivo, pero necesitaba entrar. No era capaz de volverme a casa con todo en la cabeza, necesitaba soltarlo. Aunque fuese delante de la mejor amiga de Vanesa, necesitaba drenar y dejar dormir a Lola en cualquier sitio cálido.

Ella, ajena a todo esto, seguía durmiendo en mis brazos, envuelta en mi abrigo. Apenas se veían sus ojos cerrados y nariz enrojecida por el frío, una de sus manos se aferraba fuertemente a mi camiseta y la otra colgaba por el otro lado.

Quién lo diría.

Que algún día volvería a verte.

No sabía lo que iba a pasar, pero no soy tonto y esto no va a ser fácil, de eso no me cabe duda. Tampoco de que nunca estuve tan cerca de ser feliz de nuevo.

No podía esperar más. Y toqué de nuevo, con más insistencia, esta vez no me quedaría en la puerta.

Debía contárselo.

Narra Vanesa

No necesitó ninguna invitación, dándose paso él mismo al interior de la casa. Dado el caso, Pilar cerró la puerta a sus espaldas y lo seguimos hasta el salón.

- ¿Puedo? - Pidió permiso a Pastora, ahora sí, para acostar a la niña en el sillón.
- Por supuesto. Si prefieres...
- Así está bien. - La interrumpió. - No te preocupes, será sólo un momento.
- Entonces déjame que vaya por unas mantas para echárselas por encima.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora