Narra Vanesa
- Vanesa.
- Despierta. - Sentía a alguien muy cerca de mi rostro susurrando mi nombre, pero no pensaba abrir los ojos.
- Marmota arriba. - Está vez ya estaba más lúcida y logré identificarlo, aún así no me moví.
- Vane, el desayuno. - Fue escuchar eso y dar un salto de la cama.
- ¿Has hecho el desayuno? - Le pregunté con la cara de ilusión de un niño el día de Reyes.
- Buenos días para tí también.Aparto mi mirada en busca de una bandeja con el desayuno.
No tardo nada en enfocar la bandeja que hay apoyada a los pies de la cama.Él comprende y se levanta a por ella. Me la pasa, y mientras él vuelve a meterse en la cama conmigo.
- Gracias. - Le digo a la vez que dejo un beso en su mejilla.
Y es que no hay nada que me haga más feliz que me hagan el desayuno y me lo traigan.
Seguramente el desayuno era para los dos, pues había cuatro tostadas, unas de mermelada y otras de mantequilla, y un par de cafés. Estaba claro cuál eran las suyas y cuáles eran las mías. No dije nada y empecé a comer.
Es cierto, la confianza da asco. Pero a la vez es un privilegio del que no todos gozamos.- Te han salido buenas. - Dije refiriéndome a las tostadas.
Obviamente, eran de paquete. Prefiero que se hagan en la tostadora, pero Melen siempre las quema. Y esta vez no era la excepción.
- Encima te metes conmigo. Otro día te las comes quemadas.
- ¿Habrá otro día?
- Como sigas así no.
- ¿Quieres? - Le digo con cara de no haber roto un plato en mi vida.
- Pensé que nunca me lo dirías y te comerías también mi parte. - Y le dí un golpe en el hombro.
- Mujer, puedes dejar de agredirme, por favor
- Cuando aprendas a comportarte.Entre risas, charlas, y algún que otro tonteo, acabamos de desayunar.
El tiempo pasó volando y teníamos que darnos prisa si no queríamos llegar tarde a recoger a David y Rosario.- Melen, ¿dónde está mi ropa de ayer?
Estoy segura de que cuando me cambié la dejé en el baño, pero es muy probable que está mañana la haya quitado sin darse cuenta.
- Te la he metido en una bolsa, está abajo.
- ¿Y qué hago? ¿Voy con tu chándal? - Dije sarcásticamente.
- Pues no es mala idea. Podemos marcar tendencia, tú y yo.
- Luego dices que no te mereces que te insulte…
- Y es verdad. Aunque si todavía no estás preparada para eso, tienes ahí ropa.A los pies de la cama había ropa doblada. Unos pantalones negros pegados, una camiseta blanca con el hombro caído, y por último una chaqueta dorada, mi favorita.
- ¿Esto es …
- Sí, todo tuyo.
- Gracias eres un amor. - Dije mientras me tiraba encima suyo para abrazarlo.
- De nada. Definitivamente ha merecido la pena guardarla. Además, cualquiera te soporta cuando te hubieses enterado de que algo le había pasado a tu chaqueta dorada.
- Cierto, te mato.
- Hemos pasado de "amor" a "te mato". Decídete mujer.
- No, así es más divertido. Y ahora, si me permites voy a ducharme.
- Claro, pero intenta acabar en esta media hora, recuerda que luego tienes que dedicar un poco de tiempo innecesario a tu flequillo. - Lo miré con mala cara, y él se descojonó. - Te espero abajo.Se acerca a mí y deposita un suave beso en mi frente, y sin mirar atrás sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
Este hombre logra volverme loca en cuestión de segundos, desordena mi vida y rompe mis esquemas, tirando mis planes al suelo, pero aporta alegría e ilusión a mi vida, siempre lo ha hecho.
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Me duché en menos de 5 minutos, todo un logro para mí, y me cambié.
La ropa era de mi total agrado y me estaba perfecta, lo que era obvio ya que era mía.
Pero sí que es cierto que me sorprendió que él la guardase durante todo este tiempo, pues él es más de tirar las cosas.
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Segunda oportunidad
RandomVanesa Martín está en el mejor momento de su carrera musical. Para ella todo está bien hasta que La Voz kids trae a ella su pasado, y tira todos sus planes y esquemas al suelo. "¿Acaso existía un anhelo humano más triste -o más intenso- que desear u...