Capítulo 36

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Vas a quedarte
Aitana

Narra Vanesa

Me pierdo en la música, el sonido de mi guitarra, en mi voz y en aquella libreta en la apuntaba todo lo que se me iba ocurriendo. No era consciente del tiempo que pasó desde que comencé, me aislé en mi camerino, con la puerta cerrada y mi móvil apagado, sin responder a ninguno de los dos.

Sin embargo llega el momento, por más que intento pasarlos desapercibidos los gritos de mi nombre detrás de la puerta se hacen insoportables y mi inspiración tal como vino se fue.

Me levanto dejando la guitarra a un lado y resoplando, más que dispuesta a largar a quien se atrevió a perturbar mi calma.
Abrí y el hombre frente a mí por poco cae sobre mí debido a la ímpetu con la que llamaba.

- ¿¡Se puede saber a qué se debe tanta molestia!? - Escupo. Me habían sacado bruscamente de mi burbuja ideal, y eso nunca fue bueno.
- ¡Vanesa, menos mal! No la veíamos. LLevaba 15 minutos tocando, era el único sitio donde no habíamos mirado.
- Bueno, pues ya ve, estoy perfectamente, así que...

Doy unos pasos atrás y comienzo a cerrar la puerta pero el técnico pone su pie y me lo impide.

- ¡Vanesa, la están esperando! - Grita impaciente.
- ¿Qué? ¿Que hora es?
- Tarde, hace 20 minutos que debía tener el micro puesto y como puedo observar ni eso.
- ¡Ostia! - El cabreo desaparece rápidamente siendo sustituido por la vergüenza. Se me fue el santo el cielo y ahora todos me están esperando, sabiendo que fui la primera en llegar. - Vale, vale, lo siento. Estoy en 2 - Grito mientras empiezo a guardar la guitarra y encender el móvil, todo a la vez.

Este empezó a sonar frenéticamente, no fue tan buena idea apagarlo, tenía llamadas de casi todos, de algunos más que de otros.
Cogí lo esencial y salí siendo seguida por el técnico a paso ligero, que me iba poniendo el micro.

- Detente un segundo. - Me da un cable y yo lo paso por debajo de mi camiseta. - Lista. Ahora corre, ¡vamos!

Hice caso y aceleré más, con la tan mala suerte de que tropecé con uno de los tantos cables que había, y hubiese caído al suelo si Melen no me hubiese cogido al vuelo.

- ¡Cuidado! ¿Estás bien?
- Gracias a tí. - Digo dedicándole una sonrisa.
- Amparo, ¿¡Se puede saber donde estabas metida, nos tenías preocupada!?
- ¡Pili que susto! - Exclamo a la vez que me alejo de los brazos de Melendi. - Me dió la vena artística, ya sabes. - Digo quitando hierro al asunto y evadiendo el tema de que llevo todo el día sin mirarla siquiera.
- Pues procura volver a tierra pronto, no quiero que tus...asuntos se reflejen en tu comportamiento durante el programa, ¿me entiendes? - Asiento - Pues perfecto. Me alegro que estés bien.

El resto del programa transcurre bien, sin contratiempos o cosas extrañas. Todos los niños son muy buenos y es casi imposible elegir solo a uno. Yo de momento no he tenido que tomar ninguna decisión importante, pero mi batalla está a la vuelta de esquina y cada vez que lo pienso me echo a temblar.

La cercanía entre Pablo y yo se hace más evidente en este programa que en los anteriores, que a diferencia de Melen, me mira frecuentemente y busca mi opinión en intentos de entablar conversación. Mis compañeros ni se inmutan, al parecer entre nosotros ya corre el rumor de que entre Pablo y yo hay algo, más desde el beso que me dió él esta mañana.

Y finalmente llega el momento para el que llevo preparándome toda la tarde, mi primera batalla.
Cuando nos enfrentamos a algo por primera vez, vamos generando un plan mental, tenemos ganas de que empiece, nos imaginamos cómo será, qué pasará, qué nos aportará... Lo que tienen en común todas estas situaciones es que implican una nueva experiencia, nos supone una incertidumbre y hace que en nosotros pueda surgir, el miedo, la duda, pero también las ganas, la sorpresa y miles de emociones que se acumulan y hacen que nos tiemblen las piernas mientras nos impulsan hacia adelante.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora