Capítulo 67

383 16 22
                                    

Otras se pierden
Morat

Narra Vanesa

Y nos volvíamos a ver las caras.

Directamente a los ojos.

- Vanesa. - Escuché a lo lejos.

Ignoré completamente a quién quiera que reclamara mi atención, porque nada me parecía más importante que ese encuentro entre sus ojos marrones y los míos.

- Vanesa - Insistió.
- Pablo no, ahora no... puedo. - volví mi cabeza mientras terminaba de hablar, pero cuando volví a fijar mi vista en aquel punto lejano ya no estaba.

Se había ido.

No había nadie.

Y entonces pensé que tal vez mi mente me jugó una mala pasada, o eso quería creer, porque otra parte de mí estaba muy convencida de lo que había visto. De a quién había visto.

- ¿Estas bien? - Dijo con ojos preocupados.
- No. - Respondí con cierto tono de reproche en mi voz.

No podía evitar sentirme impotente, la tenía.
Pablo me distrajo, fueron dos segundos, pero fue suficiente para que al volver mi vista ya no estuviera. Y me jodía. Me jodía porque llevaba años contando los días para cantarle las cuarenta.

El encuentro es inminente, y sé que más pronto que tarde se dará.

Por ello, tomé aire y separé todo esto de Pablo. Lo miré y cómo no, más problemas.

- Sí. - Me corregí suavemente. Su mirada incrédula me invitó a seguir. - Estoy muy ocupada últimamente, y no tengo tiempo...
- ¿Ni siquiera para hablar conmigo?
- ¿Qué quieres?

Admito que con él tampoco lo he hecho de la mejor manera. Desde que discutí con Melendi no he hablado con casi nadie, incluido él. Y había pasado de mantener un "algo" medio formal con él a casi no hablarle. Sí, lo había hecho mal, otra vez.

- ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Por qué me evitas? ¿Acaso estás enfadada, he hecho algo que te haya molestado?
- No,no nada de eso. Es.. que tengo mucho trabajo, ya te lo he dicho.
- Pero...
- Estoy ocupada, no tengo tiempo para nada ¿vale?
- No será por las horas que echas en el estudio.
- ¿Qué?
- Llevo casi toda la semana en Warner y ni un solo día te he visto, ni yo ni nadie.
- No he estado en Warner, trabajo desde casa. - Terminé de hablar y levantó una de sus cejas con incredulidad. - Mira, no tengo tiempo, en serio.
- ¿Me vas a decir qué te pasa? - Repitió más fuerte.

Algunas miradas se fijaron en nosotros, entonces nos dimos cuenta que seguíamos en medio del bullicio, por lo que, con nuestras mejores sonrisas, salimos de ahí lo más rápidos y discretos posible.

- ¿Por qué no me cuentas nada? - Se detuvo y puso ambas manos en mis hombros, quedando frente a frente.
- A ver, yo no tengo por qué contarte todo... - Quité sus manos y retrocedí un par de pasos. - Que no som... - Me di cuenta de mi imprudencia antes de terminar, pero ya poco quedaba a la imaginación.
- Ya, ya lo sé. Pero somos amigos, ¿o no?
- Sí Pablo, yo quiero creer que sí.

Quería creer que con ese sentimiento de amistad me valdría para empezar algo con él, pero estaba claro que no. Mi amiga me lo había intentado mostrar, pere no hay más ciego que el que no quiere ver. Sin embargo, aceptar esto era darme por vencida y volver al punto de partida.

¿Realmente valía la pena?

Alargar el dolor nunca fue mi fuerte, y esta vez no se trataba de tiempo, eran frecuencias diferentes.

Mirándonos a los ojos, sintiéndolo más como un amigo que otra cosa, di un paso hacia él, y me di cuenta de que esto realmente no llegaba a ningún lado. Me había empeñado en negarlo, pero ya no, ya no más.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora