Capítulo 23

186 11 4
                                    

Tu refugio
Pablo Alborán

Narra Vanesa

Cogí su mano con más fuerza y seguridad, y de esta manera llegamos al centro de la pista de baile. Se giró hacia mí y suavemente llevo sus manos a mis costados, mientras yo pasaba las mías alrededor de su cuello, y juntos comenzamos a bailar bajo las atentas miradas de nuestros compañeros.
Bailábamos en silencio, cogidos, cada vez más cerca, al menos físicamente, y poco a poco volvíamos a acercarnos.

Tras un par de canciones nos separamos y nos miramos, y ahí nos dimos cuenta de que volvimos a conectar, como años atrás.

Mientras nuestros compañeros seguían bailando nosotros nos alejamos y caminábamos de la mano sin rumbo fijo. Mirando al frente y recordando lo que un día fuimos.

Recordando aquel tiempo en él que sólo fuimos él y yo.

Siempre juntos, en lo bueno y en lo malo. Juntos y dispuestos a todo.

Éramos, lo que la gente denomina, mejores amigos.

Sin embargo, el tiempo pasa y nosotros cambiamos, y con ello sus sentimientos.
Intentábamos llevarlo con normalidad, él se había enamorado de mí, pero yo no podía corresponderle. Hacía poco que había salido de una relación que me había dejado un mal sabor de boca y él fue esa persona que día a día se sentaba a mi lado, escuchando mis sollozos y mis palabras.

Él era mi refugio a esa mala experiencia.

Por esa amistad que un día nos unió y ayudó, intentamos aparentar normalidad, seguir como si nada. Más el intento fue en vano.

Al final decidimos que lo mejor para ambos sería separarnos y darnos un tiempo para poner nuestras vidas en orden y volver a ser lo que éramos.

Pero el tiempo pasó y aunque ambos nos enamoramos, nada volvió a ser igual.
Con esto me refiero a que nunca nos volvimos a ver, vernos como los amigos que fuimos.

En los pocos eventos que coincidíamos, nos saludabamos por cortesía y volvíamos a ser desconocidos.
Ninguno fue valiente y decidió luchar por la amistad que un día nos unió.

Hasta el día de hoy.

- La luna está preciosa. - Digo en un intento de entablar conversación.
- Cómo tú.

Y no pude evitar sonrojarme. Gracias a Dios que estaba oscuro y aunque lo intuía no lo vio.

- Sigues igual de romántico.
- Tal para cual.
- Tú lo has dicho.

El silencio se hizo presente de nuevo.

Solté su mano y me adelanté unos pasos. Él me siguió sigiloso hasta el borde de la piscina, donde dejamos nuestros zapatos y nos sentamos con los pies en el agua.

- Está buenísima. - Digo refiriéndome al agua.
- Genial. Así no me tendré que bañar sólo. - Dice quitándose la camiseta que llevaba.
- Estás loco si crees que voy a bañarme con este frío.
- ¿Me estás retando?
- Sí. - Respondo sin un ápice de cobardía.
- Uy. Está valiente la Martín.
- Siempre fui valiente.
- Y aterradora cuando te enfadas.
- Es bueno que no se te haya olvidado.
- Nunca me olvidé de nada. Ni de ti.

Y otra vez más volvíamos al punto de partida. Al punto en que todo se perdió, casi todo.

- Pablo no... - Y no pude continuar.

Unos brazos me agarraron por la espalda y cuando fui consciente de lo que hacía, ya era tarde. Ambos estábamos en la piscina, completamente empapados y unidos aún por sus brazos.

- ¡Joder, mi ropa! Me cago en...

Puso su mano en mi boca y parecía que de mí sólo salían murmullos incomprensibles.

Pablo comenzó a reírse. Su sonrisa y sus ojos se veían brillantes, como hace tiempo. Y su risa envolvía todo el lugar, convirtiéndolo en un ambiente tranquilo y despreocupado.

Inevitablemente, yo también comencé a reír.

Nuestras risas eran fuertes y se entendían y complementaban a la perfección.

Redescubríamos ese entusiasmo y optimismo que sentíamos cuando éramos más jóvenes, y volvíamos a ser cómplices.

- ¿Ya no estás enfadada? - Dijo entre risas todavía.
- Has tenido suerte de que llevase ropa de cambio.
- Mi camiseta estaba disponible. - Dice sensual, muy cerca de mis labios.
- No sé. Creo que no es plan entrar yo con tu camiseta y tú sin nada.
- Merecería la pena por ver la cara de todos ellos. - Y dejó salir una nueva carcajada.

Pero yo no, no pude. Era nombrarlo y todo se iba al carajo, aunque fuese en general, Melen siempre estaba presente en mí, y no pude evitar pensar en él.

- Tierra llamando a Vanesa. - Dice moviendo su mano frente a mi cara como si estuviera espantando moscas. - ¿Estás bien? - Toma aire antes de continuar. - Sabes, es cierto que llevo tiempo sin verte. Pero déjame decirte que últimamente te noto... no sé, exenta. - Bajé mi cabeza y mi mirada se posó en su pecho desnudo.
- Tienes... sí, tienes razón. - Dije en un susurró casi inaudible.

Por mucho que lo intente, hay momentos, días, en los que la situación me supera y no me apetece ser fuerte, sonreír o simplemente estar.

- Oye, - llevó su mano hasta mi barbilla y levantó mi cabeza haciendo que nuestras miradas se cruzasen de nuevo - estoy aquí. Y esta vez para quedarme, no dejaré que me separes de tu lado, otra vez.
- Es so... - Y me volvió a callar.

Pero esta vez no fue su mano la que no me permitió continuar, sino sus labios en los míos.

Al principio la sorpresa y el miedo me invadieron, pero algo más profundo me mantuvo quieta.

Mi vida amorosa pasó como una película por mi mente e inevitablemente una lágrima descendió por mi mejilla.

Mis labios no hicieron nada por corresponderle, mi mente estaba muy lejos de aquí, y mi corazón, mi corazón hacía lo que quería conmigo. Me hacía querer lo imposible.

La lágrima descendió hasta que nuestras bocas notaron el sabor salado de esta y Pablo se separó de mí.

- Vane... yo... lo s- Esta vez fui yo la que no le dejé continuar.

Armandome de todo el valor y fuerza que poseía, llevé ambas manos hasta sus mejillas, y en contra de lo que mi corazón dictaba, lo besé.

Le acerqué a mí y de nuevo nuestros labios se juntaron.
Esta vez en un beso de dos.

Lo que comenzó como un tímido beso fue cobrando fuerza. Un beso intenso lleno de rabia. Aunque el sentimiento predominante en mí era la culpa, remordimiento por no sentir lo mismo que él y aún así besarlo dándole esperanza.

¿Por qué no somos capaces de elegir de quién nos enamoramos?

Lo había pensado muchas veces, pero nunca con la suficiente fuerza ¿realmente podía una persona enamorarse de alguien cuando tu corazón ya le pertenecía a otro nombre?

Esta vez estaba dispuesta a descubrirlo.

.
.
.

¿Qué os parece?

Las tornas cambian...

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora