Capítulo 33

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Enamórate de alguien más
Morat

Narra Vanesa

- Hola. - Habla suave desde el otro extremo de la cama.
- Hola. - Saludo en el mismo tono y un poco ronca aún.
- Veo que te ha sentado bien la cabezadita.
- No te imaginas cuánto. - Digo mirándolo.
- Sólo has tenido casi cuatro horas para descansar.
- ¿Qué dices? No seas exagerado.
- Míralo tú misma.
- Por favor… - Digo señalando detrás de Pablo.

Mi móvil estaba sobre la mesita de noche justo a su lado. Lo agarra y suavemente lo deja en la palma de mi mano. Lo abro, y efectivamente son las dos, han pasado más de tres horas.

- Vaya… - Digo dejando el teléfono a un lado. - Ha pasado volando la mañana.
- Para algunas más que para otros. - Se acomoda en su sitio y sigue hablando. - ¿Cómo está tu… voz? ¿Tienes las pastillas?
- Eh, sí, pero estoy bien…
- No, no, esto no es negociable, estamos hablando de tu salud. - Se acerca más a mí y susurra. - Entre tú y yo, no me gustaría que tu amigo me matase esta tarde porque estás peor o no has seguido sus indicaciones.
- ¿Qué amigo?
- El que te va a llevar al médico como en dos días no estés perfecta.
- No puedo permitirlo. - Me incorporo. - Que me lleven al médico digo. - Una sonrisa boba se forma en su cara y a mí verlo reír me hace sentir mejor. - ¿Qué te hace tanta gracia?
- Tú.

Se levanta y deja un suave beso en mis labios antes de dejar la habitación.

Sin prisa alguna me voy desperezando, y me doy cuenta que me tumbé en la cama y ni siquiera me quité los zapatos. Puede que sí estuviera cansada al final, pienso, y mis labios se tuercen en una sonrisa.

- Te veo feliz.

Es Pablo el que vuelve a sacarme de mis pensamientos. Entra en la habitación cargando una bandeja con la comida y los cubiertos.

- Me has traído la comida, ¿cómo no voy a estarlo? - Bromeo
- Verdad. - Dice siguiéndome el juego.

Según me cuenta los demás ya habían comido, incluído él, que me había estado esperando hasta el último momento. Melendi y yo no fuimos los únicos ausentes durante la comida, David y Lolita, aunque estuvieron presentes, casi no probaron bocado.
Cuando me dijo que habían estado hablando de todo lo sucedido la noche anterior, agradecí internamente no haber estado presente.

- Por último, ¿qué hay entre tú y yo?
- ¿Qué? - Este cambio de tema tan repentino me toma por sorpresa.
- Sin trampa ni cartón, sólo eso. - Dice con paciencia. - ¿Qué somos?
- Sinceramente, no lo sé. - Dejo la cuchara y lo miro, esta conversación es más importante. - No sé si estoy preparada.
- ¿Cuándo lo estarás? - No respondo. - ¿Te arrepientes? ¿Te arrepientes de algo de lo que pasó ayer?
- Ni del chapuzón.
- ¿Entonces… sigues pensando en ella?
- ¿En ella? ¡No! - Dejo la bandeja a un lado y continúo. - Han pasado tantas cosas… Ella hace tiempo no es más que un recuerdo…
- Puedes contármelo. - Dice cogiéndome de las manos.
- Son demasiadas cosas… ha pasado mucho tiempo. Si es ella lo que te preocupa, te aseguro que no debe…
- ¿Debo preocuparme por otra persona? ¿Quizás la que te ayudó a superar todo eso?
- Pasaron demasiadas personas por mi vida en ese momento. Y sí, es cierto que a todos les tengo un cariño especial, a algunos más que a otros. Es solamente que no me siento lista para iniciar una nueva relación, no cuando todas las anteriores fueron un… desastre…
- Qué te hace pensar que esta también lo será... - Abro la boca para responder pero no me da tiempo a interrumpir. - si todavía no lo has intentado.
- Te aseguro que sí.
- No con la suficiente voluntad, estoy seguro. Debemos hacerlo, juntos.
- ¿Crees, crees que funcionará?
- Si ambos queremos, sí.
- Yo… no quiero perder tu amistad, fuiste un gran amigo…
- Y lo sigo siendo. Pero siempre quise ser más que eso.
- Me prometes… que si, esto, esto no funciona… seguiremos siendo amigos.
- No puedo prometerte algo que no sé si será así. - Coge mi barbilla y nos miramos fijamente. - Quiero que captes el mensaje, te amo. Siempre lo he hecho, desde distintos sitios, distintas posiciones de tu vida, te he observado desde cada esquina y rincón y al final no puedo seguir ignorando a mi corazón. Soy plenamente consciente de que tú no sientes lo mismo por mí, sé que va a costar, pero si al final decides quedarte todo, y repito, TODO, habrá valido la pena. Cada abrazo, cada lágrima,  caricia, risa y beso, porque sólo soy feliz contigo. La cuestión es, ¿tú lo eres, podrías ser feliz a mi lado?

Durante unos segundos lo pienso, lo comparo, pero de qué sirve, desde cuando el amor es comparable, de qué sirven las vueltas y los mareos que tanto odio, las noches en vela y los besos robados, escondidos. De nada, porque se quedarán así, escondidos, y ya es hora de avanzar, de mirar al futuro y darle la oportunidad a algo nuevo.
Sí, siempre lo amaré, lo sé. Es una persona que me ha marcado y recordaré con cariño. Tal vez el brillo de las estrellas me recordarán la luz que traía a mi vida su mirada y la luna lo dulce de su sonrisa, pero por más que me guste, es hora de conocer otros finales.

Otras personas.

Otras sonrisas.

Dejo caer mis hombros vencida, por última vez. Levanto la mirada y lo beso, más segura que nunca, firme y libre, como el viento, sólo libre.

- Te quiero.
- Y yo. Y espero algún día lo haga como tú a mí. - Me sincero.
- Tiempo al tiempo.
- Sí…

. . .


Entre todos los allí presentes recogimos los restos de la fiesta de ayer, y ordenamos la casa. Hicimos turnos para ducharnos y salimos temprano para el plató, donde nos cambiarían y maquillarían para la primera noche de batallas.

Evité a Pastora durante todo el día a posta, incluso el trayecto en coche lo hice con Pablo y no con ella, no estaba lista para lo que se me venía, prefería disfrutar un poco más de esta aparente tranquilidad.

El trayecto con él se hizo ameno y divertido, incluso llegué temprano, algo muy raro en mí. Mientras él conducía yo me encargaba de la música y de dejar caricias por su cuerpo y cada vez que lo hacía me miraba, sonriendo y volviendo otra vez la vista a la carretera, pero con una sonrisa inspiradora.

Llegamos los primeros, y para evitar encontrarme con mi amiga antes de las batallas, cogí la mano de Pablo y corrí con él hasta mi camerino.

- ¿Se puede saber a qué se deben estas prisas?
- Tengo poco tiempo para arreglarme.
- ¡Pero si son las seis! Hemos llegado los primeros.
- Por eso, voy a buscar a Sole para que empiece conmigo. - Lo corto antes de que hable. - Además, tengo un asunto pendiente.
- ¿Es algo grave? - Levanto los hombros en respuesta. - Si necesitas cualquier cosa no dudes en hablar conmigo.
- Descuida. - Cojo la ropa y me acerco a sus labios. - Cosas de niños amor. - Nunca mejor dicho.

Dejo un beso en sus labios y abro la puerta para salir, pero su voz me interrumpe.

- Qué bien suena.
- ¿El qué? - Pregunto de espaldas aún.
- Amor. - Lo repite varias veces como asimilándolo. - ¿Por qué habré tardado tanto en buscarte?
- Tal vez no fuera nuestro momento.
- La espera mereció la pena.
- Eso dicen.
- ¿Quién lo dice?

Me vuelvo hacia él y medito unos segundos la respuesta.

- Quién esperó.
- ¿Y obtuvo resultados?
- Siempre se obtienen resultados… aunque a veces no sean los esperados.

De nuevo le doy la espalda, pero esta vez me marcho a paso ligero dando por finalizada la conversación.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora