Capítulo 73

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La estrategia
Cali y El Dandee

Narra Vanesa:

- ¿Vanesa? ¡¿Se puede saber qué está pasando aquí?! - La voz de Ana resonó en la habitación, cargada de autoridad y exasperación.

Mi mirada seguía clavada en Melendi, con el ceño fruncido y una mezcla de incredulidad y molestia revoloteando en mi mente, obstaculizando cualquier intento de respuesta coherente ante la absurda situación en la que nos encontrábamos.

- Buenos días, Anita - saludó Melendi con su habitual tono despreocupado, como si ignorara por completo el caos en el que estábamos inmersos. - Creo que deberías reconsiderar tu contrato, ¿eh? Esta mujer te tiene trabajando horas y horas. Además, no sabía que también revisabas sus relaciones íntimas - agregó con un toque de humor, pero su comentario dejaba entrever una indirecta clara. Y aunque Ana parecía desconcertada, mi expresión hablaba por sí sola.

Le dirigí una mirada de advertencia para que no se le ocurriera decir nada más y él simplemente soltó una carcajada y despreocupado continuó hablando como si nada.

- Es solo una broma, cariño. Aunque en serio, deberías reconsiderar lo de las horas - murmuró en tono provocador, acercándose a Ana como si quisiera incomodarme con sus chistes sin gracia. - ¡Hola, amor! - exclamó luego, tomando a Lola en sus brazos mientras ella se lanzaba hacia él. Cambiando así abruptamente de tema.

- Mira Melen mi dibujo ¿Te gusta? - Le preguntó Lola mostrándole un boceto en el que aparecíamos los tres, junto con lo que supuestamente eran mis perros.

- Claro que sí, me encanta, es precioso. ¿Quieres que lo pongamos en la nevera? - Melendi respondió con una sonrisa, pero luego Lola intervino.

- No, espera, que es para Vane. - aclaró ella, desviando su mirada hacia mí.

- Ah vale, vale. - Dijo volviendo su mirada hacia mí, mostrándome que era consciente que no estaban ellos dos solos y al menos se había percatado de mi presencia.

- Ana, ¿tú también vas a jugar? El trabajo ya se ha acabado, Melen me ha prometido que después de hablar con ella íbamos a jugar.

- Hablar... - murmuró Ana con sarcasmo, interrumpiendo el flujo de la conversación. - Ahora entiendo por qué tenías tanta prisa por terminar la reunión...

- ¿Qué? ¡No, no es eso! - exclamé, saliendo del ensimismamiento. - ¡NO! Por supuesto que no. Solo quería jugar con ella. De verdad - insistí, tratando de desviar la atención de las miradas incrédulas que me rodeaban.

Sin embargo, sabía que convencer a Ana sería una tarea ardua, dada su terquedad... aunque, por otro lado... tampoco iba tan desencaminada ella...

- Maria Vanesa, creo que me debes una explicación...

Las palabras de Ana resonaron en la habitación, cargadas de una mezcla de expectación y preocupación. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, me sentía abrumada por la intensidad de la situación y busqué el apoyo en la mirada de Melendi, esperando encontrar en sus ojos una guía para abordar el delicado tema que nos rodeaba.

Antes de que pudiera articular una respuesta, su mano cálida se posó en mi hombro, transmitiendo una sensación reconfortante de apoyo.

- Creo que deberíamos hablar con ella, tiene que saberlo - dijo él con una serenidad sorprendente en su voz, su mirada fija en la mía con determinación.

Asentí con solemnidad, reconociendo la verdad en sus palabras. Ana merecía saber la verdad, y su conocimiento podría ser crucial para resolver el complicado enigma que rodeaba a Lola. Sin embargo, había partes de nuestra historia que aún no estaba preparada para revelar, partes que guardaba celosamente en lo más profundo de mi ser.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora