Capítulo 51

167 13 4
                                    

Al aire
Morat

Narra Vanesa

- Verás...
- ¿Estáis discutiendo? - Preguntó apareciendo por las escaleras, frotando sus ojos bañados en lágrimas.
- No, cariño... - Respondo acercándome a ella siendo seguida por Melen.
- Os estáis gritando - Dijo como si fuera obvio.
- Papá... dice que para hablar no hace falta levantar la voz, ni siquiera para discutir.
- Sí, y tiene razón. Es que nos hemos dejado llevar un poco. - Me acerco a ella y acarició su mejilla con Melen a nuestro lado sin intervenir.
- No quiero que os peleéis. - Dice mirándonos con ojos vidriosos. - No por mi culpa.
- Mi amor, no es tu culpa. - Responde él poniéndose a su altura. - Son cosas de mayores, pero tú no tienes que preocuparte.
- Ya...
- ¿Qué te pasa? - Pregunto.
- Quiero volver a casa.

Ambos nos miramos sin saber bien qué decir, cómo decirle que ese ya no era su hogar. Y sólo yo sabía que lo último que le quedaba éramos nosotros.

- Un amigo de papá tiene llave. Puedo quedarme con él.
- No es tan fácil... - Empezó Melendi.
- No quiero volver a Madrid, no de momento. Prefiero estar aquí, cerquita del mar y...
- ¿Mar?
- Sí.
- ¿Quieres ir al mar? - Pregunto ganándome las miradas de ambos. - Digo, a mí siempre me calma, tal vez te haga bien.
- La verdad es que no tengo muchas ganas... Yo sólo... quiero volver a casa.
- Cámbiate iremos a dar un paseo. - Declara él.
- ¿Qué? - Preguntamos las dos a la vez.
- Sí, sí. Vamos a casa.
- ¿¡En serio!? - Preguntó por primera vez con una sonrisa, recuperando un poco del brillo de su mirada. Y tal vez sólo por eso no dije nada.

Al menos no hasta que se marchó.

- ¿Pero tú estás bien? Cómo le dices eso, acaso piensas...
- Confía en mí. - Dice apoyando una mano en mi hombro.
- Lo siento, pero no puedo. Haz lo que quieras, pero no juegues con sus sentimientos. - Digo separándome.
- Te lo perdonaré porque sé que tú también lo necesitas. - Se aleja dándome la espalda. - Te recomiendo que te pongas bañador. - Y se va, me apuesto lo que sea a que con una sonrisa que no le entraba en la cara.

Dejándome con más de una palabra por decir.

. . .

Los ánimos seguían sin ser los mejores, no había sonrisas ni carcajadas pero al menos nadie lloraba, que ya era algo.

Entre los dos acomodamos a Lola lo mejor posible atrás, pues no teníamos sillita para ella, él conducía a no sé dónde y yo iba de copiloto.

- ¿Cuánto queda? - Preguntó una vez más mirando por la ventanilla.
- Nada, ya casi estamos. - Dijo mirándola por el espejo. - 5 minutos.
- Espera. - Dije casi pasado ese tiempo. - No...
- Sí.
- La Malagueta. - Susurro.
- Sabía que te gustaría.
- Es temible que me conozcas más que yo misma. - Negué.
- Y adorable. - Añade Lola.

Este comentario hace que todos riamos.

- Gracias por alimentar un poco más su ego. - Digo sin parar de reír.
- Nunca es suficiente. - Responde él.

Y volvimos a mirarnos, encontrándonos como hacía tiempo, dedicándonos sonrisas y miradas.

- Yo vivo cerca de aquí.
- Es que antes vamos a pasar por la playa. - Responde Melen.
- ¿Y luego vamos? - Pregunta desconfiada.
- Por supuesto, si quieres sí.
- Vale, vale.
- Mirad. - Dice Melen poniéndose unos pasos por delante de nosotras. - A ver quién me pilla. - Gritó echando a correr cual niño chico, siendo seguido por Lola e inevitablemente por mí.

Jugamos en la arena y por la orilla gran parte de la tarde, sumidos en risas como hacía tiempo, dejando a un lado el dolor por primera vez en muchos días.

Felices. Cansados de tanto reír, los tres nos sentamos en la arena, Melen me abrazaba por la cintura mientras yo tenía la cabeza apoyada en su hombro, sentada a su derecha, y con Lola sentada sobre sus piernas. Fuimos testigos de un precioso atardecer, realmente maravilloso, era increíble ver al sol ponerse tras ese mar infinito y la tranquilidad que nos acompañaba, simplemente indescriptible.

Levanté un poco mi cabeza haciendo que Melen nuestras miradas se conectaran, nuestros cuerpos muy juntos y nuestros rostros casi tanto. A milímetros de sus labios y cada vez más cerca, con los ojos cerrados, aspirando el olor del otro, pero sin movimientos bruscos por miedo a romper el momento.

Pero no hizo falta nada de eso, mi propia conciencia se encargó de echarme la cabeza atrás y de nuevo quedar en el punto de partida.

- Podéis besaros.- Dice inocente con la mirada puesta ambos. - Si queréis cierro los ojos. - Y se tapó los ojos como si ese fuera el problema.
- No cariño. - Digo cogiendo sus manos, soltando alguna risa involuntaria. - No íbamos a besarnos.
- ¿Por qué no? - Insiste.
- Porque somos amigos y... no queremos... besarnos.
- Vaya... yo pensaba que erais pareja. - Dice más para sí misma. - ¿Es que no os gustáis?
- Normal...
- Pues a Melen sí le gustas. - Dice de lo más natural.
- ¿Qué? - Río sin poder evitarlo.
- ¿A qué sí? - Le pregunta.
- Ehh... no sé... ¿un poquito?
- ¿Ves? A lo mejor no saben. - Vuelve a decir para sí. - No os mováis.

Se gira sin levantarse de encima de Melen y se pone al lío, no sin detenerse a pensar unos segundos de vez en cuando. Lleva una de las manos de Ramón a mi costado y la otra a mi mejilla, de igual forma toma mis manos rodeando el cuello de Melen.

- Bien. - Dice echándose atrás orgullosa de su buen trabajo. - Ahora sólo tenéis que acercaros y... ¡vamos! - Apremia.
- Corazón no...

Pero las palabras quedaron sepultadas bajo sus labios que sin previo aviso pero suavemente se habían posado sobre los míos, acariciándolos con sed y malicia pero sin llegar a resultar exagerado. Alargando el beso todo lo que nuestras respiraciones nos daban, moviendo nuestras manos sobre el otro, pero sin llegar a nada más, sin más intención que la de sabernos nuevamente.

Luego de separarnos Lola se echó sobre nosotros uniéndonos en un sentido abrazo.

- Sabía que os gustábais. - Dijo triunfante.

Ni él ni yo nos molestamos en responder a eso con cualquier excusa, simplemente no había ganas y así quedó la cosa. Si a la niña le hacía feliz...

- Esta es la calle. - Señaló a la derecha.
- Lola siéntate bien. - Regañé para que volviera a su asiento.

Llegamos a una urbanización de casas grandes, cerca de la playa y con grandes jardines.

- Por fin. - Dijo bajando del coche. - Vamos.

Y salió corriendo hacia una de las casas, parando en seco a mitad de camino.

- ¿Pasa algo? - Pregunté preocupada.

Como toda respuesta volvió corriendo a mí, con los brazos extendidos hacia mí esperando que la tomara.

- Vamos. - Dijo Melen emprendiendo la marcha conmigo detrás y Lola en mis brazos.

Conforme nos acercábamos la figura de un hombre trajeado se hacía más clara bajo las luces de la ciudad y la luna llena.

- Buenas noches. - Dijo extendiéndonos su mano. - Hola. - Saludó a Lola, pero ella sólo se aferró más fuerte a mí escondiendo su cabeza en mi cuello.
- ¿Lo conoces? - Le pregunté directamente, muy bajito para que ellos no me escucharan.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora