Capítulo 43

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Durmiendo en tu ombligo
El arrebato feat Vanesa Martín

Narra Vanesa

Mis ojos continuaban totalmente cerrados, al igual que mis labios pero podía sentir los suyos en los míos, su respiración lenta, como cuando te da miedo inhalar el aire, la mezcla de su perfume con la de su piel, mi indecisión con respecto a comerle los labios o seguir simulando estar dormida para evitarle un gran susto, mi corazón latiendo más rápido, era toda una situación. Sentí su cara alejarse de la mía y otra vez alejarse, con el corazón desbocado y totalmente paralizada. Pero en calma.

No sé en qué momento de la noche volví a escuchar pasos en mi puerta, pero estos eran más ligeros, y por ende más silenciosos. Se acercaron hasta un costado de la cama y detenerse con una mano en mi hombro.

- Vane. - Susurró.

Abrí los ojos y allí estaba ella, temblando a un lado de mi cama, seguramente con los ojos llorosos y la respiración alterada.

Yo simplemente me hice al otro lado dejando un espacio en la cama, según tengo entendido es lo que se hace en estos casos.

- Ven. - Susurro.

Ella no demora y se acurruca a mi lado, escondiendo su cabeza en mi cuello y agarrando fuerte mi mano. Y sin más me nació abrazarla, acercarla a mí, sentirla contra mi pecho, hecha una bolita y yo haciendo de armadura a su lado.

Cuando mis amigos me contaban estas cosas yo sólo pensaba «qué mierda desvelarse...», pero joder, cuan equivocada estaba, esta es una de las mejores sensaciones del mundo, es vida.

Narra Melendi

No sé cuántas vueltas he dado ya a la cama, o a la habitación. Volver con ellas a sido cómo viajar años en el pasado, pero un pasado en el que ella no duerme conmigo, ni caminamos de la mano, no, ella tiene a Pablo.

Tal vez no lo parezca, pero de corazón me alegro de que rehaga su vida, y Pablo es un gran hombre y persona. Y lo ha escogido a él para curarse.

Hace horas, con la excusa de buscar mi móvil volví a su habitación, lo cierto es que la esperaba despierta para hablar con ella en las noches de insomnio como antaño. Me acerqué intentando hacer el menor ruido posible, pero una vez que su olor me golpeó, a centímetros de ella otra vez, dejaba de ser yo.
Lo cierto es que hace años no era mío, nunca dejé de ser suyo.

Sigo sin entender mis caricias involuntarias hacia ella, la inercia de mis ojos a su boca o simplemente los nervios que me sigue provocando su mirada penetrante, pero cabe decir que preciosa, brillante. Así es ella. Ella es luz, es mi luz.

Inconscientemente me acercaba a ella, más concretamente a sus labios entrecerrados, contenido la respiración y las ganas. Sólo quería apartar un poco su flequillo y dejar un suave beso en su frente, pero de nuevo busqué sus labios. Y no se trataba de un simple impulso. Tampoco buscaba más. Sólo guardarla un poco más, sólo necesitaba tiempo.

Ese beso se repetía una y otra vez en mi cabeza, sí es cierto que no fue correspondido, ella estaba dormida, pero igualmente se sintió mágico. Llevé mis dedos a mis labios una vez más esa noche y sin previo aviso me levanté, necesitaba verla otra vez, y el día de mañana prometía.

Me asomé a su habitación y lo que ví me llegó a lo más profundo. Era ella y acurrucada en sus brazos, con la cabeza en el hueco de su cuello y los pies encogidos Lola.

Un huracán de emociones pasa por mi interior, siento desde el más puro amor hasta una lágrima que se desliza por mi mejilla. Casi podía escuchar a mi corazón desbocado latir, se veían tan bien. Siempre pensé que tenía madera de madre, pero es que le sienta mucho mejor de lo que creí.

No pude evitar acercarme más a ellas, básicamente sentarme en el otro extremo de la cama, primero para colocar en su hombro el tirante del pijama y luego para dejar suaves caricias por su espalda, subiendo hasta su cuello.

Dejándome guiar por mi instinto reprimido, levanté la sábana con delicadeza y sin darme cuenta ya estaba dentro. Con cada movimiento estaba más cerca y cuando mi pecho tocó con su espalda, a diferencia de lo que creí no se despertó.

Su mano comenzó a moverse buscando la mía, yo la ofrecí sin más y ella misma la pasó por encima suya hasta dejarla apoyada en su barriga. Con el mismo cuidado de antes pasé mi otra mano por debajo de su cabeza y llevada por la costumbre enterró su cabeza en mi cuello, pero esta vez llevando a Lola consigo.

Este acto tan involuntario me llenó el corazón, para mí todo dejó de existir, aveces para bien y otras veces para mal, pero ahora sólo estamos nosotros 3.

- Tengo frío. - Susurró.
- Espera malagueña.

La aferré con más fuerza a mi cuerpo, envolviéndola totalmente en mi abrazo que casi llegaba hasta Lola.

El resto del tiempo lo dediqué a detallarlas en la oscuridad de la noche, sus cuerpos bañados bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana. Su pelo libre por la almohada y mi cuerpo, pero no me molestaba, de hecho me encantaba olerlo y alborotarlo.
Tenía a Lola abrazada, exactamente como yo la tenía a ella y sus piernas entre las mías, buscando el calor de mi cuerpo y yo a buscándola a ella.

Tal vez, si las cosas fuesen de otra manera... Pero hay veces en las que el amor no lo es todo y tomar distancia es el único modo de no herirnos, según ella.

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Sientan, sin miedo

Un saludo 💜

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora