Capítulo 53

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Abril
Vanesa Martín

Narra Vanesa

- Alto. - Gritó Melen con el teléfono también en la mano. - No des un paso más.
- ¿Y ahora qué? - Preguntó rodando los ojos.
- La niña tiene un contrato firmado si se la lleva tendrá que pagar mucho dinero, y cuando digo mucho me refiero a cantidades que… no.
- No sé de qué me estás hablando. - Cortó serio, dispuesto a no entretenerse más.
- Entonces no eres tan listo como creía. - Dijo con suficiencia. - Conoce usted el programa ese de La Voz, pues a ese me refiero. Tiene contratos firmados y debe permanecer ahí hasta que sea eliminada, hasta entonces ella - me señaló. - es su máxima responsable.

Habló tan seguro de sí mismo que por un segundo pensé que esto ya sería pan comido. En ningún momento se me había ocurrido, pero gracias a que a él sí, teníamos la excusa perfecta. Demasiado perfecta era.

- Sí. Puedo demostrarlo. - Lo seguí. - Déjeme hacerlo.

Saqué mi teléfono y marqué el número de Ana con urgencia, me temblaban las manos, y buscaba su número con torpeza. Y ella como siempre no falló. Un tono y ya estaba al otro lado de la llamada.

- Ana, escucha, necesito tu ayuda urgentemente. - Empecé nada más escuchar el pitido que indicaba que había descolgado el teléfono. - Busca las fichas de Lola, todo lo que pruebe que forma parte del programa y está bajo mi cargo.
- ¿Qué?
- Sí, no te entretengas que no tengo tiempo.
- ¿Estás bien? ¿Tú eres consciente de que yo no tengo acceso a esos archivos?
- Me da igual, busca a quién lo tenga, pero los necesito. Es urgente.
- Vane…
- Mira, si lo haces te juro que mañana estoy de vuelta.
- No sé en qué lío estás metida, pero ya te vale. - Sonó a advertencia. - Haré lo que pueda, y mañana te quiero de vuelta, ni un día más. ¿Queda claro? - Dijo tal cual una madre.
- Sí, sí, tú sólo hazlo. - Apremié. - Te quiero Ana.
- Seguro…

Estaba segura de que antes de colgar ya se había puesto manos a la obra y buscaba los documentos. Documentos que no yo sabía si existían, pero si había  alguien capaz de hallar algo, esa era mi Anita.

Mientras esperábamos el mensaje de Ana igual se hacía un frío silencio que se comenzaba una calurosa discusión que terminaba en gritos acallados por la propia niña.

- ¡Lo tengo! - Exclamé triunfante. - Ahora suéltela.
- Pero no hay fecha tope. - Aclaró leyendo varios de los documentos que Ana me mandó. - Esto es...
- Puede variar. - Se limitó a responder Melendi. - Hasta que la eliminen. - Recalcó de nuevo, pero más despacio, haciendo incapié en cada palabra.

Carlos leía una y otra vez, cada vez con la cara más desencajada, rojo de la rabia que le producía vernos triunfantes cada vez que desmontábamos sus argumentos.

- Se están metiendo donde no los llaman. - Amenazó señalándome con su dedo índice.
- Tal vez el que no pinta nada aquí es usted. - Digo sin tacto alguno.
- Cuide sus palabras…
- La niña. - Lo corto.

Hincó una de sus rodillas en el suelo y nada más abrir sus brazos Lola vino corriendo hasta mí, con lágrimas en los ojos pero esta vez de felicidad.

Poniéndome a su altura para abrazarla llorábamos juntas mientras Ramón terminaba de largar al hombre.
Se montó en un coche oscuro con cara de muy pocos amigos, nos dirigió una última mirada a modo de advertencia y se fue, con toda la rabia y frustración contenida.

Cuando su coche doblaba la esquina Melen se agachó junto a nosotras y nos envolvió en sus brazos, abrazados y aliviados.

- Gracias. - Dijo Lola entre sollozos.
- No tienes por qué darlas. - Respondí sincera.
- No quiero irme. - Nos miró. - Os quiero. - Dijo para volver a meterse entre nosotros sintiéndose más arropada que nunca.
- Yo también te quiero pequeña. - Respondí con ojos llorosos y apretándola más fuerte contra mí.

Dejándome arrastrar por los brazos de Melen, cayendo en ese profundo abrazo. Ese puente emocional que decía más de lo que éramos capaces de explicar con simples palabras.

Pasados unos minutos volvimos a ponernos en marcha. Melen y yo esperábamos en la puerta mientras Lola parecía buscar algo.

- ¿Puedes subirme? - Le preguntó a Melen.
- Claro.

La alzó y una vez en el suelo abrió su mano dejando ver una llave.

- ¿Puedes abrir? - Me preguntó. - Yo no sé.
- ¿Estás segura? - Cuestioné con la llave en la mano.
- Sí. - Respondió segura.

Me acerqué a la puerta y metí la llave. Antes de abrir miré a Melen que terminó por darme el visto bueno. Melen a mi izquierda y Lola tomada de mi mano derecha. Abrí la puerta descubriendo un gran salón al que Lola se dió pasó sin timidez alguna.

Con su mano nos invitó a pasar cerrando la puerta una vez dentro.

A pesar de haber vivido toda su vida en esta casa lo miraba todo sin disimulo, recordando todo lo vivido en este lugar, con lágrimas en los ojos y una sonrisa en sus labios. Andaba por la casa asegurándose de que todo seguía igual.

Melen y yo casi no nos movimos, parados frente a la puerta, uno al lado del otro mirábamos con curiosidad el recorrido de la niña.

Bajó las escaleras con una mochila que casi pesaba más que ella. La puso a nuestros pies y siguió con su recorrido, tomando algunas pertenencias que ella creía importantes como fotos o libros.

- Acompañadme.

Sin rechistar la seguimos por toda la parte baja del chalet. Entramos en lo que parecía un estudio, todo lleno de papeles y algunos instrumentos.

- No me digas que te vas a llevar todo esto. - Bromeó Melen.
- Ojalá. - Respondió con una sonrisa nostálgica. - Volveré a por ellos, cuando sea grande. - Aseguró.
- Entonces tal vez tengas otros. - Señaló Melendi.
- Seguramente. - Respondió mientras paseaba alrededor del piano rozándolo con las llemas de los dedos. - Pero estos siempre serán especiales.
- ¿Cuál es tu favorito? - Pregunté pensando que sería aquel piano.
- Ese sí me lo voy a llevar.
- ¿Qué?
- Sí. Cuando fui a Madrid Luis no me dejó pero ahora la necesito.
- ¿Es una guitarra? - Preguntó Melen.
- Sí, mi guitarra.
- ¿Cuál es? - Pregunté mirando las varias guitarras que había.
- No está aquí. - Respondió simplemente.

Se sentó en el banquillo y levantó la tapa del piano. Acarició sus teclas para después tocar una melodía desconocida para ambos. Mientras ella improvisaba sobre esa melodía él tomó una de las guitarras acompañándola.

- Vamos. - Me animó.

Tomé otra guitarra y comencé a llevar la canción a otro terreno, ni suyo ni mío, nuestro.

Tras pensarlo un poco abrí la boca y canté un par de frases que se me habían venido a la cabeza.

Ay, mi amor
Nos está prohibido volver a equivocarnos
Y es en este miedo donde se consumen años
Y de nuevo es abril
Y de nuevo es abril
Y de nuevo…

…Sin ti

Completó Lola.

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Y es que no me da la vida para más. Pero pronto más y mejor.
De momento os recomiendo disfrutéis de esta paz y tranquilidad, que dicen luego se avecina tormenta.
Todo detalle es importante 💜

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora