La última vez
MoratNarra Vanesa
Empecé a pensar cuál era la mejor forma para decirle, pero todo en mí se detuvo cuando noté su mano sobre mi hombro. Solo pude dejar escapar un suspiro cuando nuestras miradas volvieron a conectarse. La inercia de nuestros pasos nos llevó a sentarnos en el otro sofá, aún con nuestros ojos fijos en el otro y su mano en mí.
No había rastro de cansancio en nuestros rostros a pesar de que ambos estábamos destrozados, tanto física como mentalmente, y la hora que era no ayudaba. Aún así ningún factor parecía detenerlo y estaba decidido a contarme aquello que lo había hecho coger un vuelo Málaga-Madrid a las tantas de la noche para hablar personalmente conmigo.
- Tengo que contarte algo. - Repitió, con la mirada llena de entusiasmo y una sonrisa tranquilizadora.
Pero no para mí. A mí nada me tranquilizaba en estos momentos.
El nudo en la garganta me impedía hablar, respirar me costaba, y apenas podía mantenerle la mirada, porque sí, después tendría que hablar yo. Entonces solo pude asentir casi de forma imperceptible dando paso a cualquier cosa que quisiera decir.
- Vanesa, mírame. - Dijo en un tono que no admitía réplicas.
- Te estoy mirando
- Mírame. - Repitió más fuerte, tomándome de la barbilla, quedando atrapada en el mar infinito que eran sus ojos para mí.Su mirada era profunda, más de lo normal, y sus ojos estaban clavados en los míos de la misma forma. Cuchillas me atravesaban el alma al sentirme en esa situación. Ojalá ser valiente no siempre saliera tan caro, ¿pero qué puedo hacer si ya fui cobarde por demasiado tiempo?
Ya no me quedaba nada.
- Sabes, creo... - Paró para tragar saliva y cerró sus ojos para volver a empezar, con más seguridad, tras reformular la frase.- No lo creo, lo sé. - Aclaró volviéndome a mirar. Tomó mis manos frías y las juntó con las suyas dándome calor. - Mi amor, vuelve.
Mi cara se fue transformando conforme procesaba lo que había dicho, abrí los ojos tanto que casi se salen de sus órbitas, mi corazón por poco se para, y si no hubiese estado sentada podría haberme comido el suelo fácilmente de la impresión.
- ¿Qué... qué has dicho? - Titubee aún sin salir del trance que sus palabras me habían provocado.
Lo había escuchado, pero no podía ser, no ahora.
Esto no era bueno.
Pero todas mis intenciones se fueron a la mierda cuando lo repitió, sin miedo y con una sonrisa. Tuve que quitar una de mis manos para cubrir mi boca y evitar la sonrisa que amenazaba con formarse en mi rostro. No puedo negar que mis ojos hablaban por sí solos.
Esto era malo.
Porque había vuelto a tirar todos mis esquemas al suelo, barriendo todas mis inseguridades y mis intenciones de hablar, como el viento arrastra las hojas secas en otoño, mis intenciones de arruinarlo todo desaparecieron.
¿Cómo podía?Mi piel se erizó al sentir su mano en mi nuca y como poco a poco nos íbamos acercando. Nuestras manos seguían unidas, y la que tenía libre la llevé hasta su mejilla en un gesto casi inconsciente.
Nuestros ojos ardían en llamas y nuestra piel demandaba ganas, al igual que nuestros labios entreabiertos, listos para entrar en acción.
Y, aunque mi cerebro gritaba NO, nada me importó, nada hice por evitar ese encuentro entre su boca y la mía.
Nos comimos la boca, con más ganas que nunca, intentando no hacer ruido, sólo alumbrados por la tenue luz de la luna que entraba por la ventana. Sus manos recorriendo todo mi cuerpo y las mías en él, pasando por su pelo, cara y pecho, asegurándome de que no se alejase un segundo.
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Segunda oportunidad
AcakVanesa Martín está en el mejor momento de su carrera musical. Para ella todo está bien hasta que La Voz kids trae a ella su pasado, y tira todos sus planes y esquemas al suelo. "¿Acaso existía un anhelo humano más triste -o más intenso- que desear u...