Capítulo 49

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In the stars
Benson boone

Narra Lola

Notaba unos brazos conocidos que me agarraban por la cintura, tirando suavemente de mí. Pero yo me negaba a cooperar y me aferraba a él con más fuerza y lágrimas que nunca.

- Déjame. - Prácticamente grité.
- Tenemos que salir para que puedan atenderlo. - Respondió él con paciencia.
- No quiero irme.

Escuchaba como las enfermeras proponían llamar a los de seguridad junto a la voz de Vanesa que negociaba con ellas dando tiempo a Melen. Él que con sólo un tirón sería capaz de separarme bruscamente de él, pero esperaba de mi colaboración.

No sin soltar algunas lágrimas más dejé un beso en su brazo y dí luz verde a Melendi para tomarme y sacarme de aquella habitación siendo seguidos por Vanesa.
Una vez más estábamos reunidos los tres frente a esa puerta, de pie, yo llorando desconsoladamente en brazos de Melen, mientras ellos casi no podían contener las lágrimas al "consolarme".

No estaba bien pero tal vez la cercanía de Melen me hacía bien. Pero como un gesto casi involuntario, sin saber por qué, sin querer pero queriendo, extendí mis brazos en dirección a Vanesa, tal y como un niño chico, esperando a que me tomara ella.

Cómo si así algo fuera a cambiar.

Pasé de los brazos de uno a otro, pero realmente nada había cambiado. Los tres seguíamos en ese pasillo, abrazados y llorando.

No me importaba a dónde me llevaban y aunque quisiera no tendría fuerzas para replicar, me daba igual la hora, comer, dormir, bañarse y todo en general. Sólo quería drenar, dejar salir todo eso que llevaba dentro y me mataba, necesitaba volver a respirar sin ahogarme en el intento, dejar de sentir ese frío en el cuerpo que sólo pregunta por él, ese golpe en el centro del pecho.

Porque cada uno lo lleva como puede, pero yo sentía que no, que no podía.
Va a ser difícil, más difícil que esa eterna calma que le esperaba, porque todavía queda mucho por delante y ahora mismo ningún camino me parece viable.

Ninguno sin él.

Y dicen que de amor no se muere, ¿pero de qué sirve seguir vivo si tu ausencia me mata?

Amar,
y el tiempo se encargará del resto.

¿Realmente vale la pena?

Entre miles de pensamientos por el estilo me dormí, horas más tarde, casi saliendo el sol, con la misma ropa puesta y todavía en sus brazos.
Eso era lo único que me quedaba.

Negación.

Ira.

Negociación.

Depresión.

¿Por qué?

Porque nadie nos advirtió que extrañar es el costo de todos nuestros buenos momentos.

. . .

Narra Vanesa

No pude más y huí, ignorando los llamados de Melen, pasando de él, porque si lo escuchaba podía cambiar de idea y no quería, no debía.

Para algunos esto puede ser cosa de cobardes, pero yo ya había sido fuerte durante mucho tiempo y huir es de valientes, porque para huir hay que tener dos cojones, coger y largarse.

Pero yo a nadie engaño. No soy tan valiente.

No pude.

Llegué hasta el coche y por más que lo arrancaba no podía mirar más allá del parabrisas, en parte por las lágrimas que dificultaban mi visión y la poca fuerza con la que agarraba el volante debido al temblor de mis manos.

No sabía cómo asimilarlo, como llevarlo.

Años atrás me obligaron a separarme de ella, no tuve elección y hoy que la tengo sólo quiero irme, lejos, y desaparecer del mapa otra vez. ¿Qué me pasa?

Qué cojones, sino no tenía los ovarios suficientes para abandonarla, ni a ella ni a ningún otro crío, ahora que estaba más sola y perdida que nunca, y a la vez de vuelta a casa.

Pero otra vez mi vida estaba patas arriba.

Y no es que todo fueran desventajas, de hecho, por contradictorio que suene, creo que estaba contenta, feliz de saber la verdad, de volver a tenerla. Pero el miedo me podía. Tal vez ya era tarde y ella no quería saber nada de mí, lo que sería totalmente normal ya que, de cierto modo, "nos acabamos de conocer".

Y como si esto fuera suficiente, estaba el padre.

Persona a la cual alejé con ella, me deshice de todo lazo y recuerdos que por más que me negaba volvían, todo volvía, incluso él.

Melen no es un crío, tiene edad para decidir lo que quiere en su vida, tal vez quiera a la niña o tal vez no, puede que ya no me quiera de ese modo, que no quiera compartir a la niña, a lo peor ni siquiera se cree que es suya... Tantas cosas, tantos temores en forma de cuestiones que yo sola no era capaz de resolver.
Y lo peor es que yo nunca fui de pedir ayuda.

Necesitaba una licencia, un momento para quebrarme aunque fuese dentro de mi coche aparcado y con la cabeza entre mis brazos, apoyada en el volante. Ser muy fuerte requería de esos momentos de pánico donde nos podíamos permitir ser los más débiles.

Caerse y luego levantarse, de eso se trata.

Mirando hacia delante, no sin cagarme de miedo.

Como era de esperar no fui capaz, no pude irme y la inercia de mis pasos volvió a llevarme a aquella habitación. Aunque sentía todas las miradas clavadas en mí nadie dijo nada y lo agradecí internamente.

Necesitaba pensar, aclararme un poco y nada me distraía.

Casi nada.

Con cada palabra que Luis decía nuestros corazones se rompían un poco más, sobre todo el de Lola, casi podía escuchar pequeños pedacitos cayendo al suelo en forma de lágrimas. Sentía el tiempo a contrarreloj. Cómo llegaba el momento de decir adiós. Y por último como sus fuerzas lo abandonaban, mientras la niña intentaba aferrarse a él desesperada y dolida. Doliéndome a mí.

Cuando por fin encontramos el modo de separarla de él y sacarla del lugar seguía llorando, desgarrándome el corazón con sus gritos y sollozos. Lo cierto es que no era para menos.

Veía sus bracitos extendidos hacia mí y casi sin pensarlo, como un acto reflejo la tomé abrazándola fuerte contra mí, llorando con ella. Con ellos.

El camino a casa no fue mejor. Envueltos en un silencio en el que sólo se escuchaban sus sollozos y yo la acariciaba, no sé si por ella o por mí.
Tampoco fue una buena noche.

Intenté dejarla en su cama pero seguía aferrada a mis brazos, indispuesta a soltarse. La llevé conmigo a mi habitación, hasta la cama, con la única diferencia de que esta vez sí le pedí a Melen que se quedase, pero eso tampoco cambió nada. Siguió llorando hasta casi el amanecer cuando el cansancio pudo con ella y su llanto incallable, sus suspiros audibles incluso cuando estaba dormida.

Sí, fue una noche terrible.

Y peor día.

¿Algo más que añadir?

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