Por fin la espera había terminado. La niña había nacido.
Siena observó al pequeño bebé que tenía entre sus brazos, rodeado por una manta. Ese embarazo había supuesto grandes inconvenientes, pero el nacimiento de la niña implicaba el fin de esos problemas para dar la bienvenida a otros aún más grandes.
Miró a la madre de la criatura, exhausta, postrada sobre su cama. Esconder el embarazo durante los últimos meses no había sido sencillo. Por suerte, ella había podido darle cobijo, así como una excusa para alejarse de la gente que podía haberla descubierto.
Se acercó a ella con la niña en brazos y se la quiso poner en el regazo.
— No me la des. No quiero verla —dijo alzando una mano—. No podría dejarla contigo si la viese.
Siena asintió y se alejó de la cama dándole la espalda.
— Deberías darle un nombre por lo menos —comentó aun dándole la espalda.
— Escógelo tú. Ahora mismo no tengo ánimo para pensar un nombre para tu hija.
— Será mi hija porque así lo has decidido, pero creo que deberías ser tú quien escogiese su nombre —insistió Siena de nuevo. Sabía cuánto le dolía renunciar a ella porque, a pesar de no verle la cara, podía oír y comprender su voz rota.
Quedó esperando respuesta, pero solo obtuvo un largo silencio. Sabía que no estaba pensando un nombre, solo se estaba negando a responderle. Ya había dado su respuesta anteriormente y no se iba a repetir. La conocía demasiado bien. La sorpresa había sido mayúscula cuando se había presentado en su casa embarazada para pedirle, o más bien exigirle, que se hiciese cargo de la criatura que iba a tener ella. Entendía las circunstancias y sus motivos, pero eso no hacía que fuese comprensible para ella. No en la siempre fiel cumplidora de las leyes, de las normas escritas y no escritas; la razón y la cordura personificada. Y ahí estaba, embarazada, escondiendo su pecado y el resultado de este.
Se acercó a la ventana pensativa. Fuera llovía a mares. Algo habitual en ese clima tropical, aunque, en ese momento, le pareció premonitorio.
— Bienvenida al mundo, Rain —lo dijo con un suspiro, pero lo suficientemente alto para que su querida hermana supiese el nombre de la hija que dejaba atrás—. A partir de ahora yo seré tu madre.
Pocas horas después, su hermana se marchó de la casa sabiendo que no volvería a pisar esa zona del Trópico. Siena se había pasado meses pensando que su hermana era una mujer desnaturalizada al dejar atrás a su bebé. Sabía que la situación era mala, pero todo podía tener solución si tan solo ella quisiera renunciar a todo lo demás. Sin embargo, lo demás era demasiado importante para ella. Lamentaba que aquél fuese a ser el final de la historia de Rain con su madre. No la conocería nunca.
Siena se acercó a la puerta para acompañarla, pero su hermana se quedó atrás durante un largo minuto, mirando el pequeño montón de mantas que cubría a Rain. Quizá se había equivocado y ahí no terminaba esa historia. Quizá, en algún momento, volvieran a encontrarse. Esa mirada dejaba claro que su hermana, algún día, volvería a buscarla.
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La Profecía Incumplida I
Science FictionPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...