Capítulo 16.1

164 15 0
                                    

Azumara salió a recibir a Trevor al exterior de la pequeña casita del valle. Nunca había lamentado la decisión que la había llevado a estar desterrada en aquel solitario vergel. Echaba de menos a su gente, a su familia y esos momentos en los que creía que podrían haberla necesitado. Sin embargo, lo que hizo en el pasado había sido lo correcto, aunque no hubiese salido bien. Ahora disponía de una segunda oportunidad para hacerlo posible y, por ese motivo, había accedido a hablar con Trevor.

Vio como dos hombres morenos descendían sin prisa hacia su casa mientras le sonreían en la lejanía al verla aparecer por la puerta. A estas alturas ya se había acostumbrado a su tono de piel y sus rasgos tan diferentes. Había pasado toda su vida rodeada de los suyos y su contacto con los habitantes del Reino de Sol había sido escaso; cada pocos años alguno había ido a sus tierras de visita, pero no era habitual. Sin embargo, tras el destierro, había tenido más contacto con ellos. Supieron, lógicamente, lo ocurrido y se acercaron a verla. Mientras la Noche mantenía sus fronteras y su parte de la Zona Neutral sin vigilar, ellos sí la mantenían bien vigilada. Por ese motivo podían pasearse por la zona de la Noche sin ser detectados mientras que a la inversa no era posible. Aprovechando esto, cada poco tiempo se acercaban a verla, le informaban de las noticias que tenían e intentaban que ella los escuchase y decidiese ayudarles en su cruzada particular. Habían tenido un gran aliado en ella en el pasado y ahora la querían de vuelta. Parecían olvidar que ella había sufrido las consecuencias de esa ayuda mientras ellos habían salido indemnes.

Trevor la levantó del suelo con su abrazo al acercarse a ella. Era un hombre altísimo y con unos músculos increíblemente desarrollados. Se mantenía aún en forma. Pero había que conocerle bien para saber que no era solo fachada. Sus virtudes no se reducían a ser alto, musculoso y guapo. No se llegaba a ser el rey del Reino del Sol solo con eso. Al contrario que en la Noche, el puesto de rey no era hereditario, si bien era cierto que al final solía acceder a ese puesto uno de los hijos del monarca anterior. Esto se debía a que se les formaba específicamente para ese puesto desde su nacimiento y tenían el mejor ejemplo en casa. Sin embargo, cualquiera podía competir por ese puesto demostrando ser el mejor en distintas disciplinas, siendo la física solo una de las pruebas. Las demás eran de conocimientos generales, estrategia, historia, ciencia, etc. Normalmente, eran los propios hijos del monarca anterior los que competían por ese puesto. Solo en algunos casos algún valiente se había atrevido a competir contra ellos. Azumara recordaba que Trevor era el mejor ejemplo de que no siempre los hijos del rey eran los mejores en la competición. Él pasó años preparándose para esa competición, estudiando y ejercitándose para estar listo para cuando llegase el momento, sin saber nunca cuando sería. Unos años atrás, le contó riendo que tuvo suerte porque el rey anterior fue muy longevo lo que le dio años para prepararse y que los hijos se relajasen lo justo para no ser competencia para él. Si hubiese fallecido unos años antes habría perdido.

Trevor había resultado ser muy inteligente. Además, poseía un gran carisma, pudiendo conquistar con su ágil humor tanto a hombres como mujeres. Había conseguido que ella misma le tuviese mucho aprecio y que le recibiese para hablar de nuevo sobre una unión de ambas civilizaciones cuando ella se había jurado a sí misma no volver a meterse en ese tema y mantenerse al margen.

Vestían unos simples pantalones largos marrones y una camiseta blanca que se ceñía a sus musculosos cuerpos. Eran una imagen digna de verse. Pocos hombres de la Noche tenían cuerpos tan espectaculares como esos dos especímenes del Sol. Y, al contrario que en su reino, ellos no tenían una vestimenta cuidada, refinada. Vestían siempre de forma informal. Cosa que ella agradecía porque así no debía volver a cuidar su imagen perfecta como cuando reinaba, por no hablar de que daba a la situación la sensación de charla entre amigos y no de reunión de estado. Con ellos siempre era todo mucho más distendido.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora