Capítulo 32.2

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Así le explicó las estaciones del año y a qué se debían: el movimiento de rotación y traslación. Le enseñó un antiguo globo terráqueo de la época pre aniquilación donde le explicó los continentes, los países, las diferentes lenguas e incluso religiones que existieron en el momento en que todo aquello desapareció. Cuando se quiso dar cuenta, entre lo que él le había narrado más todas las preguntas que ella le iba haciendo, llevaban cuatro horas ahí dentro. Posiblemente ya estarían todos durmiendo.

— Creo que deberíamos irnos a dormir, es muy tarde —le dijo ella lamentando tener que cortar aquella interesante charla, aunque lo hacía sabiendo que la noche siguiente seguirían con el tema.

— Lamento haberte entretenido tanto. Recuerdo que me habías dicho que llevas varias noches sin poder descansar bien y yo aquí, haciendo una ponencia —se disculpó Urai entre risas.

— Sabes que estoy muy interesada en todo esto y que mañana, tras la reunión con Maissy, quiero que volvamos aquí y sigas contándome más cosas —contestó señalándole con el dedo de un modo tan amenazante como bromista.

— A sus órdenes, mi Regente —dijo haciendo una reverencia exagerada. Se fueron hacia la salida tras apagar el ordenador. Siena no pudo evitar quedarse parada mirando una vitrina donde se encontraban los libros guardados. Él pareció entender sus preguntas sin que ella les diera voz—. Estos son libros que fueron recogiendo nuestros antepasados durante la aniquilación, mientras se movían de un sitio a otro, buscando supervivientes. Este que tienes delante, en concreto, es un registro de nacimientos que encontraron en un edificio. Está casi sin daños.

— ¿No tenían los registros en ordenadores como el tuyo? —preguntó curiosa.

— La mayoría lo tenían en ambos formatos por si había algún problema electrónico y debían consultar algo. Y no todos. Ten en cuenta que no siempre tuvieron esta tecnología. Anteriormente, hasta que la desarrollaron, todo se hacía a mano y se iban completando libros que eran, básicamente, plantillas que había que rellenar con los datos del recién nacido —contestó mientras sacaba una llave del bolsillo y abría la vitrina, sacando el libro con mucho cuidado. Abrió el libro por una página al azar—. Aquí tenemos registrados los nacimientos del año mil novecientos sesenta y dos. Hay alrededor de mil inscritos.

— ¡Mil nacimientos en un año! Es asombroso —exclamó ella casi jadeando del impacto.

— Y eso que es de una ciudad pequeña. En poblaciones grandes, como las capitales de cada país, podían llegar a nacer muchos más niños. Ten en cuenta que podían vivir cinco millones de personas, ocho millones, dependiendo de la ciudad. Eso implica muchos nacimientos por año —explicó Urai.

— ¿Cómo hemos podido terminar así después de lo que nuestra especie ha sido? —preguntó ella desolada, negando con la cabeza incrédula.

— Me gustaría poder darte una explicación plausible, sin embargo, no la tengo. Podemos cavilar sobre los motivos, igual que hicieron ellos en su momento. Había sobrepoblación, sobre producción, contaminación y un largo etcétera que derivó en un calentamiento global que subía la temperatura terrestre año tras año. Creemos que todo eso provocó lluvias torrenciales en algunas zonas, sequías que crearon desiertos en otras, huracanes, terremotos, tsunamis, volcanes que habían estado apagados siglos se fueron activando, aumentando la contaminación del aire y aumentando aún más la temperatura. Estamos seguros de que fue obra del ser humano, sin embargo, no sabemos cómo llegó a tales extremos. Hemos buscado estudios de la época de la aniquilación pues sabemos que había gran número de científicos que, ignorando la destrucción, se centraron en investigar las causas y, sobre todo, las posibles soluciones.

— Está claro que no las encontraron —dijo Siena triste siendo consciente de que eran la prueba viviente de que así había sido.

— No, no las encontraron —susurró mientras guardaba de nuevo el libro en la vitrina para que el clima no le afectase.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora