Capítulo 45.2

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Loira estaba desayunando sola en su dormitorio como era su costumbre. Le encantaban esos momentos a solas antes de que empezase su jornada y todo fuesen problemas u obligaciones. Hoy no le había traído el desayuno la chica de siempre, al parecer se había hecho daño en un tobillo y no podía subir escaleras y menos cargando la bandeja con la comida. Por ese motivo había aparecido en su dormitorio la propia jefa de cocina, Reika. No solía ser una mujer dada a la conversación, al menos las veces en que le había llevado el desayuno anteriormente, sin embargo, esa mañana estaba especialmente habladora.

— Me alegra que ya usted se encuentre mejor. Nos dio un buen susto, mi señora —estaba diciendo la oronda mujer, mientras caminaba con prisa, llevando la taza y demás cosas del aparador donde había dejado la bandeja, hasta la mesita del desayuno donde se encontraba ya sentada ella—. La verdad es que nunca pensé que Tajto estuviese planeando nada extraño cuando vino a preguntar sobre las horas en las que usted suele desayunar, aunque, como me resultó curioso, se lo comenté a Vestul. A él sí que le pareció sospechoso, ¿sabe usted?, porque se marchó sin decir ni adiós. Claro que, en aquel momento, no sabíamos que estaban vigilando al diplomático.

— ¿Vestul fue el que informó a Tiberio sobre las intenciones de Tajto? —estaba extrañada puesto que en ningún momento le habían comentado que Vestul hubiese estado al tanto de todo y que hubiese intervenido en favor suya. Era muy consciente del poco aprecio que ese hombre sentía por ella y que, además, siempre había mantenido una buena relación con el antiguo diplomático. De hecho, les había creído amigos e incluso había barajado la idea de que estuviese también implicado en el asunto. Enterarse de todo esto ahora le sorprendía.

Sin embargo, según la cronología que le expuso Tiberio, primero había sido la pregunta de la cocina sobre sus horarios y después el robo de la jeringuilla. Ambas cosas juntas fue lo que les hizo sospechar y comenzar la vigilancia a Tajto y el ponerla seguridad a ella. Recordar este detalle le hizo cuestionarse porqué Vestul se alarmó ante esa simple pregunta de Tajto que podría haberse tomado por mera curiosidad. Algo no le terminaba de cuadrar en el asunto.

— Así es, mi Reina. Todos han ido informando a Tiberio de todo y luego él ha ido decidiendo qué información comprobar. Aunque me sorprendió que en el juicio se dijera que no había correspondencia reciente entre el Sol y Tajto, porque sí que la había. Mi hijo es el mensajero y me suele informar de cuándo y dónde tiene que viajar por los encargos de mensajería para que no ande preocupada, ¿sabe usted? Es muy buen chico —dijo orgullosa.

— Explícame mejor lo de las cartas —pidió con una sonrisa tratando de ocultar sus sospechas—. No tenía constancia de ellas De hecho, Tiberio dijo que no había ninguna.

— Hubo cartas porque mi hijo últimamente tenía que ir muchas veces hasta la frontera esperando respuesta del Sol o para enviar misivas de parte de Tajto. Lo que no le puedo decir, porque no lo sé, es el contenido de las cartas. Debió de requisarlas Tiberio y no encontraría nada de interés que defendiese a ese criminal y por ese motivo prefirió decir que no existían, así sería más sencillo todo. Con esto no quiero decir que ese desgraciado no se mereciera la pena impuesta, con cartas o sin ellas, ¿sabe usted? —adujo nerviosa porque no malinterpretase sus palabras como una defensa del reo. Loira no pudo evitar fruncir el ceño ante las ideas que se le estaban viniendo a la cabeza y que no le gustaban en absoluto.

— Gracias por la información, Reika —dijo sonriendo y dando por finalizada la conversación. Sobre todo, porque, esa coletilla que ponía al final de sus frases siempre, la estaba poniendo nerviosa. Esperaba que no se le pegase y terminase diciéndolo ella. Además, estaba segura de que solo la decía con ella porque se ponía nerviosa o porque quería agradarle en exceso. Aunque eso no minimizaba lo molesto que le resultaba y que le hacía acortar las conversaciones con esa mujer para que fuesen lo más escuetas posibles— ¿Podrías pedir que localicen a Tiberio para que venga aquí, por favor?

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora