Siena estaba expectante viendo a todos ir cogiendo sus cosas y marchando hacia el tren. El ambiente era festivo y los niños corrían contentos de un lado para otro, al igual que sus padres, recogiendo las cosas para el viaje y arreglándose con sus mejores ropas. Ella esperaba en su nivel, mirando por la barandilla que daba al exterior, hacia la cueva. Desde ahí veía y escuchaba el revuelo y la algarabía de miles de personas que se iban marchando hacia el tren. Había llegado el día de ir hasta El Santuario para sus festividades religiosas. No sabía aún de qué iba todo aquello, aunque estaba segura de que, en cuanto llegasen, se lo explicarían todo.
Se había puesto un vestido que le había llevado Alyssa esa misma mañana, después del desayuno. El brazo aún le dolía, pero se había encargado ella misma de lavarse y vestirse. No iba a ser una carga que entorpeciese ese día a ninguno de sus anfitriones o a ningún miembro del Sol. Le habían inyectado antes de acostarse un analgésico muy potente que hacía que apenas sintiese dolor, aunque, como le había dicho el médico, eso no implicaba que estuviese curada por lo que debía tener mucho cuidado con los movimientos que hacía y mantener el brazo lo más fijo posible.
Se había mirado al espejo sorprendida con su reflejo. Le habían dado un vestido largo hasta los pies de un precioso tono amarillo que parecía relucir por sí mismo y con unas mangas largas en un material que no reconocía, pero que eran de un amarillo traslúcido que dejaba ver sus brazos perfectamente. Recordó el vestido que había llevado la noche de su unión con Urai y, aunque aquella prenda le pareció preciosa, esta era más fina y delicada, con un tacto increíblemente suave, casi etéreo.
—Siena, vámonos. Ya casi todos están en el tren, faltamos nosotros — le dijo Gabriel a su espalda, apremiante. Ella se limitó a asentir y a seguirle por el pasillo, ligeramente nerviosa. No tenía claro lo que era un tren, no había montado nunca en ninguno, obviamente.
Bajaron hasta el décimo nivel y fueron hasta un lateral de la cueva donde, al final de ese pasillo, se encontraban dos puertas dobles enormes por donde estaba entrando aún gente. Gabriel le explicó que allí se encontraba la estación del tren con sus dos andenes: uno que iba y venía de Europa y otro que hacía lo propio con El Santuario. Cuando pasaron las amplias puertas se encontró con un túnel en un blanco pulcrísimo, desde el suelo hasta el techo, pasando por el propio tren, que relucía. Había un camino central de adoquines, quedando a cada lado una vía donde se encontraban ambos trenes. Se subieron en el primer vagón que había mientras el resto de la gente seguía hacía delante, subiendo en vagones que había más lejos.
— Ayer salieron varios trenes llenos hacia allá y esta mañana, desde bien temprano, ambos trenes han circulado hacia el mismo destino para llevar a todos los ciudadanos hasta allí. Hoy nadie quería ir a Europa, ni quería venir a Atlántida. Hoy todos se pelean por llegar hasta El Santuario —explicó Gabriel mientras subían a su vagón. Dentro ya se encontraba el resto de la familia real para hacer juntos el trayecto.
— Vente conmigo, siéntate aquí —dijo Alyssa ofreciendo el asiento contiguo al suyo, que estaba vacío. Estaba muy guapa con un vestido similar al suyo, pero en rosa. Parecía que ese color de verdad le gustaba y no solo para el pelo. Aunque debía reconocer que hacía un contraste bestial con el color original de su pelo, sus ojos y el tono de piel tostado.
— ¿Cómo te encuentras del hombro? ¿Mejor? —preguntó serio el Rey desde su asiento, imponente con unos pantalones en caqui y un chaleco del mismo color, con adornos y ribetes bordados en hilo de oro.
— Sí, gracias. Ayer el médico me pinchó un analgésico y he dormido muy bien, sin dolor, así que hoy me siento mucho mejor. No lo suficiente como para pedirle a Uriel que me enseñe yudo, pero mejor —contestó a Trevor, aunque sonriendo en dirección a Uriel. Sin embargo, el aludido se limitó a sonreír sin decir nada.
ESTÁS LEYENDO
La Profecía Incumplida I
Science FictionPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...