Capítulo 35.2

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— ¿Cómo es posible que digas que aquí no valéis nada cuando tú mismo eras diplomático y miembro del Consejo? Eras un alto cargo, lo que te daba un estatus como el de cualquier mujer y has ascendido con unas oportunidades iguales a las de cualquier mujer. No sois inferiores a nosotras, somos diferentes —sintió que debía explicar ese punto no solo al reo, sino a todos los ciudadanos allí reunidos para que nadie se sintiera afín a lo que Tajto decía—. Somos igual de inteligentes, eso está demostrado, eso nos hace iguales y por eso hay hombres en el Consejo. Pero los hombres poseen una fuerza física superior a la nuestra por lo que se les asignan los trabajos que suponen mayor esfuerzo físico, cosa que veo lógica. Por otro lado, nosotras somos las que podemos engendrar hijos; el embarazo y el parto son asuntos solo nuestros, vosotros no podéis hacerlo —escuchó una oleada de asentimiento general y les vio asentir de acuerdo con ella—. Lo que es biológicamente obvio es que un único hombre puede fecundar a muchas mujeres, mientras que una única mujer solo puede tener un hijo por vez sin importar cuantos hombres haya. Por ese motivo, si se debe escoger entre la supervivencia de un hombre o de una mujer, prevalece la mujer. Cuantas más mujeres tengamos, más posibilidades de reproducción, de continuidad de la especie. Para todo lo demás somos iguales. Cada uno se dedica a lo que mejor se le da, biológicamente hablando. Salvo en temas intelectuales donde somos iguales y por eso tenemos médicos, científicos, técnicos, consejeros, bibliotecarios varones, no solo féminas. ¿No es así, Tajto?

— Sí —tuvo que rendirse ante la evidencia y la lógica.

— Creo que tu verdadera queja es que quien gobierne sea una mujer y no un hombre. Me da que lo que querías era tener más poder o, quizá incluso, gobernar tú mismo. ¿No ves a la mujer como un ser inteligente?

— Sí, sois inteligentes, sí. Pero...

— Seguro que no serías tan proclive a quejas y asesinatos si fuesen los hombres quienes gobernaran. Sin embargo, nosotras os parimos, de nosotras depende nuestra especie o nuestra extinción. Ya tenemos el poder porque somos la base de la supervivencia. También nos merecemos poder decidir sobre el gobierno, aunque siempre hemos contado con vosotros en esa tarea. Solo te sienta mal quién tiene la última palabra, porque la tiene una mujer —le dijo ya directamente a él mostrando cierto asco en su gesto, dejando claro a todos que esa actitud de verlas inferiores no le agradaba. Revisó fugazmente la cara de los hombres allí presentes y no observó ningún gesto que indicase que estaban a favor de las opiniones del preso, más bien se les veía tan asqueados como ella misma.

— Yo... —quiso empezar a hablar, pero la muchedumbre empezó a gritarle y tirarle de nuevo comida por lo que se calló de nuevo.

— Basta. Silencio, por favor —pidió ella aún de pie en lo alto de las escaleras y esperó a que volviera la calma antes de continuar—. Lo que yo veo aquí es un hombre que, sintiéndose inferior y envidioso al no tener el poder en la Noche, decidió intentar matarme como venganza, creyendo poder salir impune. Se le descubrió y ahora intenta echar la culpa de sus actos al Sol, llamando mentirosa a nuestra guardia por no encontrar las pruebas que refiere. Solo veo a un hombre desquiciado, errado en su forma de pensar, que casi me mata y que intenta deshacerse de la culpa, metiendo aún más la pata. Ha intentado dañar a una mujer, va contra la ley. Ha menospreciado la capacidad de las mujeres claramente, insultándonos a todas en el proceso y a aquellos hombres que, noche tras noche, nos apoyan y defienden, lo cual también va contra nuestras leyes y nuestra cultura. Ha mentido, inculpando a nuestros semejantes del Sol, lo cual podría haber acabado en un conflicto con ellos, eso es una gran traición a tu antiguo puesto y a la confianza que habíamos depositado en ti. No sé cuántas leyes te has saltado, pero prima sobre toda otra pena la del peor crimen: el intento de asesinato de una mujer. La pena está clara. Yo te condeno al hielo.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora