Capítulo 27.1

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Siena se ejercitaba en el gimnasio junto con varios de sus cazadores, antes del desayuno. Curiosamente, no había vuelto a coincidir con Arno. Lo bueno era que ahora estaba tranquila tras haberlo solucionado. Estaba cogiendo la botella para beber un poco cuando llegó, casi sin resuello, un miembro de la guardia. Parecía que ya no tenía edad para correr ese hombre, pero la miró de tal forma que la dejó helada. Entendía que había ido corriendo hasta allí porque había pasado algo grave.

— Mi señora —dijo jadeando mientras ella le cogía del brazo y le llevaba hasta un banco de madera para que se sentase. Vestía el traje típico de la guardia en azul oscuro, casi negro, y el chaleco antibalas que ella nunca había visto necesario llevar en la ciudad; siendo robusto, alto y con ese pelo rubio que ya estaba casi cano, era un hombre que aún podía intimidar. Sus ojos azul intenso reflejaban urgencia cuando la miró—. La Reina ha sido atacada por Tajto. Se la han llevado, inconsciente, al hospital.

— ¿Cómo? —preguntó medio en shock. No le parecía creíble esa historia— Explícame todo bien. Desde el principio.

— Llevábamos un tiempo vigilando a Tajto, vimos movimientos extraños y creímos que quería atentar contra ella por haberle destituido. La Reina estaba informada de los hechos e iba siempre escoltada por alguno de nosotros. Sin embargo, esta mañana, se presentó en el dormitorio para hablar con ella y aprovechó un ángulo muerto para sacar una jeringuilla e inyectarle algo. Cayó al momento al suelo, inconsciente. Se la han llevado al hospital, no sé si la habrán conseguido reanimar. Me han mandado a avisarla rápidamente —Siena no recordaba el nombre del guardia para llamarle por su nombre y pedirle que se tranquilizase. Escuchó murmullos a sus espaldas de todos los que estaban en el gimnasio que se había acercado a escuchar lo ocurrido y ahora comentaban, asombrados y horrorizados, los hechos.

— Gracias por el aviso —le dijo al hombre que ya comenzaba a recuperar poco a poco el aliento. Se volvió hacia los demás—. Quedaos aquí y no os preocupéis. No le pasará nada a Loira, es más fuerte de lo que creéis.

Se alejó con calma hasta que estuvo fuera de la sala, lejos de miradas indiscretas. Y corrió hacia el hospital todo lo rápido que le permitieron sus piernas. Estaba aterrada. Era cierto que su hermana era una manipuladora sin corazón, pero era la Reina y era el rol que debía cumplir, para el cuál había nacido y había sido criada. No como ella, la segunda hija. No estaba preparada para sustituirla en el trono, no sabía cómo reinar, ni quería saberlo. Estaba contenta con su papel como jefa de los cazadores e inmensamente feliz con el próximo puesto de diplomática.

Intentó buscar dentro de sí algún atisbo de sentimiento por su hermana, de dolor ante la posible pérdida, sin embargo, no sentía nada. Sí era cierto que la ira y el rencor por sus últimas manipulaciones se había disipado para dar paso a la desesperación por lo que podría ocurrir si Loira moría. Cuando murió su padre, sintió cómo se le partía el alma en mil pedazos, un dolor que llegó al plano físico y que le produjo taquicardias y ataques de pánico. La muerte de su madre la dejó bastante indiferente, quizá sintió algo de enfado que provenía del no haber tenido nunca el valor de preguntarle por qué no la quería como hija. Aunque no sintió nunca el agobio que tenía ahora, suponía que era porque sabía que su hermana se haría cargo de todo y que lo haría bien. Nunca quiso ni deseó tener esa carga sobre los hombros.

Sin embargo, ahora, parada frente a la puerta del hospital, volvía a sentir esa opresión en el pecho tan conocida para ella. Se fijó en la cara del guardia que custodiaba la puerta, estaba terriblemente serio y su mirada no dejó ver a Siena si las cosas iban bien.

— He sido informada de lo ocurrido. ¿Cómo va la Reina? —preguntó, temiendo y deseando la respuesta a partes iguales.

— Aún no sabemos mucho. Están los médicos trabajando con ella, salvo Maissy, que se ha llevado la jeringuilla para analizarla y ver si averigua lo que le ha inyectado porque Tajto no ha querido decir qué veneno ha usado para que se desplomase tan rápido —contestó mostrando cierto enfado en la última frase.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora