Capitulo 33.1

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Las siguientes noches giraron en torno a todo lo que Siena debía aprender y comprender sobre el mundo antiguo, su cultura, su tecnología y, sobre todo, su forma de vivir. Urai le había explicado lo que eran las películas y algo sobre la tecnología para grabarlas. Había visto alguna de animación que le había encantado y algunas películas con personas reales de acción y ciencia ficción. No entendía por qué las habían guardado habiendo cosas más importantes, pero debía reconocer que eran una buena muestra del poderío tecnológico al que llegaron sus antepasados.

Teniendo en cuenta que la tormenta aún arreciaba fuera, sus obligaciones eran escasas. Dedicaba varias horas cada noche a su trabajo como Regente. Tenía reuniones y revisaba todo. Su hermana evolucionaba muy rápido y, debido a ello, estaba insoportable en su encierro. Continuaba con la organización de los próximos eventos entre los que se encontraba su propio enlace. Loira esperaba de ella un entusiasmo que realmente no sentía y debía obligarse a mostrar. Lo cierto era que en su cabeza solo había pensamientos dirigidos a todo lo que estaba viendo en sus ratos libres en la parte oculta de la biblioteca. El tiempo allí volaba y sabía que, una vez acabase la ventisca, debería retomar su vida como cazadora y emprender su nuevo camino como diplomática. Así mismo, también debería afrontar la unión y su nueva vida como mujer casada para la que aún no se veía preparada ni suficientemente adulta.

La noche anterior, tras terminar sus quehaceres, Urai y ella se fueron con algo de comida a seguir viendo más cosas en el ordenador. Esperaba que le pusiese alguna película nueva que le enseñase más sobre el día a día de los Antiguos Humanos, sin embargo, esa noche fue diferente.

— Hoy quiero que veas su mundo a través de sus propios ojos. Ellos disponían de dispositivos móviles tan desarrollados que podían grabar sus propias películas, más conocidos como vídeos caseros, y eso es lo que vamos a ver hoy. Nada preparado por un director, sino gente normal hablando sobre ellos y su propia vida —le explicó Urai, tendiéndole lo que dijo ser un teléfono móvil que estaba en una bolsa de plástico envasado al vacío—. Con esto lo grababan. Ya no funciona, aunque supongo que yo podría hacerlo funcionar con algunos ajustes. El problema es que no disponemos de satélites ni lo que ellos llamaban Internet para que tenga el uso correcto. Este es un ejemplo, también tenemos relojes que, según se indica en los archivos, imprimían una imagen en el brazo que hacía las mismas funciones que este teléfono móvil. Al igual que unas gafas en las que directamente podían moverse por los archivos, grabar y ponerse en contacto con los demás, solo moviendo los ojos. Estos y otros tantos objetos, se guardaron con el fin de que, algún día, cuando podamos desarrollar tecnología como satélites o cableado subterráneo y demás, podamos tener un punto de partida que copiar para tener estos dispositivos.

— Es alucinante, la pantalla es grande y no pesa casi nada —estaba realmente asombrada de cómo algo tan pequeño y ligero podría ser tan potente y hacer las cosas que Urai insistía que podía hacer. Estuvo tentada de pedirle que le enseñase los otros objetos que había mencionado, pero, como no funcionaban, le resultaría inútil para imaginarse cómo funcionaban. Al igual que con el propio teléfono móvil.

— Sí, la verdad es que eran muy inteligentes. De todas formas, no lo sacaré del plástico, no quiero que se dañe. Necesitamos que se conserve lo mejor posible para poder copiarlo en el futuro, como muchas de las máquinas de las que disponemos hoy.

— ¿Quieres decir que las maquinas no son realmente nuestras? ¿Qué estaban como este móvil, envasadas al vacío? —preguntó riéndose.

— Aunque no te lo creas, sí. Incluso los chupetes y biberones de los bebés se encuentran en un almacén aparte, plastificados y con una temperatura y humedad adecuadas para que no se destruyan con el paso del tiempo. No tenemos la industria de la que ellos disponían, ni la mano de obra necesaria para crearla. Mucho menos para producir gran parte de lo que necesitamos. Se guardó todo aquello que pudiera resultar útil en unos almacenes camino a la Tundra. Allí había una ciudad cuyo subsuelo era hueco, un conjunto de cuevas que se unían entre sí y que sobrevivieron en buenas condiciones en su mayoría. Se reformaron y allí se guarda maquinaria, utensilios de todo tipo como los chupetes que te he dicho, e incluso ropa. Nuestros antepasados se esforzaron mucho en guardar todo lo que encontraron en buen estado para el futuro, siendo conscientes de que habría escasez. Su forma de pensar y de hacer les ayudó a sobrevivir y nos ha facilitado las cosas a las siguientes generaciones de supervivientes. Gracias a ellos tenemos la información que Maissy necesitaba como base para sus estudios, la maquinaria que Davra va a restaurar para que Maissy pueda poner en práctica esos estudios y los planos para esas reformas. De no tener todo esto, Maissy no habría sabido ni de dónde partir ni Davra habría tenido ya una máquina hecha que solo necesita ajustes, sino que habría tenido que hacerla desde cero sin conocimientos previos. Esto habría supuesto varias generaciones de retraso puesto que no habríamos tenido ni los materiales ni los conocimientos para hacerlo. Posiblemente, mil años tras su muerte, estos primeros supervivientes no han salvado de la extinción de nuevo.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora