Capítulo 37.1

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Suspirando, cansada, Elster aguardaba en la frontera con el Reino del Sol, en plena Zona Neutral. No dejaba de ser un mero camino de tierra en medio del frondoso y verde bosque, pero había una pequeña casita para que los mensajeros hicieran un descanso y pasar las misivas a los mensajeros del otro reino, ya que no se entraba en terreno contrario salvo expresa invitación.

Esperaba que no se retrasasen mucho puesto que iban justos de tiempo y estaba muerta de calor. No solía salir de la ciudad casi nunca e ir a esa zona no era habitual en sus funciones por lo que le estaba costando aclimatarse a tanta luz y a la temperatura. Miró sus brazos cubiertos por una leve película de sudor y se sintió asqueada. Estar allí para hacer los recibimientos y transportar a los invitados no era su tarea por mucho que tuviese una buena relación con ellos. Habría estado más feliz participando de las actividades y preparativos de las festividades que sufriendo la pesadez del viaje y poniendo buena cara ante los invitados cuando estaba enfadada. Sus brillantes ojos azules, preparados para ver en la oscuridad, sufrían ante tanta luz y le estaban comenzando a llorar por lo que decidió esperarles dentro de la pequeña casita para mensajeros. Lo bueno era que la espesa vegetación tapaba gran parte de los rayos del sol y evitaba que le quemasen la piel. Debería haberlo tenido en cuenta y ponerse ropa que le tapara los brazos y piernas en lugar de llevar pantalones cortos y una simple camiseta azul de manga corta. Priorizó combatir el calor frente a la posibilidad de quemarse. Daba gracias a la Madre de que los árboles la protegiesen de lo que habría sido un grave error por su parte.

Por suerte, no pasaron más de quince minutos cuando los vio aparecer por el camino. Unos grandes todoterrenos marrones se acercaron a ella, de los que descendieron los tres hombres y un montón de maletas. Ella se quedó de pie frente a ellos, viendo la cantidad de equipaje que llevaban para lo que iban a ser un par de noches, máximo tres.

— ¿Cuánto tiempo tenéis pensado quedaros con nosotros? —preguntó alzando una ceja y sin saludar primero como debería haber hecho.

— Ahhh, Elster —suspiró Trevor—. Tú siempre tan agradable y amable con las visitas. Se nota que eres fiel seguidora de las normas y del protocolo más estricto.

— Ya estamos... —gruñó entre dientes para, posteriormente, saludar rápidamente y sin casi respirar, pero mostrando toda su desgana— Buenas noches y bienvenidos a la Noche. Soy Elster y estoy aquí en representación de mi Reina para recibirles y llevarlos a la ciudad.

— Mucho mejor, sin duda —dijo riendo el rey—. Muchas gracias por tan cálido recibimiento. Estamos encantados de asistir a la fiesta de la Reina y a las nupcias de su hermana.

— Bien, subid todo vuestro armario al todoterreno para poder partir que vamos algo tarde —comentó con ironía refiriéndose de nuevo a la cantidad de equipaje que llevaban.

— Necesitamos todo este equipaje ya que tenemos que llevar ropa para dos ocasiones, más el abrigo pertinente para vuestro clima, y eso ocupa mucho espacio —le explicó el Rey sin perder la sonrisa. Se volvió hacia sus hijos y los conductores de los dos vehículos en los que habían llegado para hablarles—. Subid las maletas atrás.

— ¿Tú no las subes, pero tus hijos sí? —preguntó Elster a Trevor en tono bajo cuando él se acercó a ella.

— Podría hacerlo, pero entonces no tendría estos momentos junto a ti —contestó para acercase a ella y besarla, agarrándole de la cintura.

Ese brujo siempre le hacía lo mismo. Llegaba, ponía su mundo del revés y se marchaba de nuevo. Había sido así desde que se conocieron cuando él llegó allí, recién coronado rey del Sol, para conocer a su hermana a instancias de su madre, la reina Azumara. Él había mostrado un gran interés por conocer a Adda, por lo que Elster no le había dirigido la mirada al principio. Para ella había sido un ser exótico, como de otro planeta. Un hombre sonriente y carismático que parecía caerle bien a todo el mundo, aunque no lo suficiente para que su ciudad se olvidara de las leyes y permitiesen el enlace entre Trevor y Adda. Su hermana se había mostrado contraria desde el principio y lideró un complot para destituir a su madre y desterrarla, convirtiéndose en la nueva reina. Sin embargo, durante el poco tiempo que él estuvo en palacio, comenzaron a acercarse y terminaron demasiado cerca. El problema fue que no quedó solo ahí, cada vez que él había vuelto a la Noche, ella había vuelto a caer. Hubo un tiempo en que buscaba excusas para ir a menudo y verla, hasta que ella tuvo que cumplir con sus obligaciones y unirse a un hombre y tener descendencia. A partir de ese momento espació sus visitas. Siempre supo que nunca podría ser con él. Las leyes lo prohibían y era peligroso que se supiera su aventura, más aún si pretendían algo más, sobre todo después de lo que había sucedido con su madre. Lo descartó desde el principio y fue fiel a su gente, a su familia, a sus leyes y nunca le permitió hablar de unión.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora