Capítulo 49.2

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Siena se dirigía hacia el dormitorio de su hermana después de no haber dormido mucho. El viaje de regreso desde el Sol había sido muy duro, pero más por el hecho de dejar atrás lo vivido que por las horas de trayecto. Ver como el todoterreno se iba alejando de Atlántida y la iba acercando cada vez más a su fría y pequeña ciudad le causaba una sensación de ahogo que le costó mucho esfuerzo controlar. La presión en el pecho fue casi dolorosa. Realmente no quería volver, solo lo hacía por un sentimiento, quizá erróneo, de lealtad a su gente. Hasta que hizo el cambio de transporte en la frontera tuvo unas ganas irrefrenables de pedirles que dieran la vuelta, de quedarse con ellos. Sin embargo, la certeza de que no tardaría en volver le ayudó a continuar su camino. Podría conseguir ambas cosas con tiempo. Podría ayudar a su gente y terminar feliz en el Sol. Incluso llegó a barajar la loca hipótesis de que Uriel lograse conquistar a Loira y se uniesen ambas civilizaciones. Una bonita y efímera fantasía, sin duda, pero que le ayudó durante gran parte del trayecto.

Hablar con Urai había sido un remanso de paz. Más allá de que fuese su marido, era su mejor amigo y eso le convertía en la única persona con quien podía compartir lo vivido. Haberle contado todo y escuchar sus opiniones al respecto fue como si le quitasen un peso de encima. Vio en él la misma curiosidad que había tenido ella y el mismo interés por aprender y saber más. Sin embargo, el momento de ir a la cama tornó la situación entre ellos a tensa. Era cierto que, antes de partir, tuvieron aquellos momentos de intimidad que culminaron en una noche uno en brazos del otro. Pero después de la distancia de esos días fuera, de lo ocurrido con Alyssa y tras las palabras de Trevor y las dudas que ellas despertaban en su cabeza... habían hecho que se alejase de él y le rechazase. Sabía que debería cumplir con su obligación y ello implicaba permitirle acercarse en situaciones así, aunque no en esa ocasión. Otra noche que no estuviese tan cansada se esforzaría más.

En esos momentos, parada ante la puerta de Loira, lamentaba no haber descansado mejor para estar al cien por cien para lo que se avecinaba. No sería una reunión agradable, eso lo sabía por el tono con que su hermana la había recibido a su llegada la noche anterior. Algo había ocurrido en su ausencia que había motivado su temprano regreso y el malestar de la Reina y, eso de no saber por dónde vendrían los tiros, la mantenía en un estado de nervios constantes.

Entró sin pensárselo más, mostrando aplomo y una seguridad en sí misma que estaba lejos de sentir. Su hermana se encontraba sentada en su silloncito y ya tenía preparados frente a sí sendas tazas de ese asqueroso té negro. Le hizo un gesto para que se sentase en la silla que había frente a ella, impaciente.

— Llegas algo tarde, Siena. Te dije ayer que fueses puntual ―saludó agresiva.

— Lo siento, Loira. No ha sido mi intención. Llegué muy cansada y no he descansado bien, pero ya estoy aquí. Dime qué ocurre ―contestó mirándola a los ojos sin dejar que la apabullase con su tono. No podía permitir que la amilanase según empezaba la reunión.

— ¿Por qué piensas que ocurre algo? ―preguntó levantando la ceja y bebiendo un sorbito de su querido té.

— No soy idiota, hermana. Me has hecho volver antes de tiempo, me recibiste ayer como si fuese tu enemiga y hoy se te nota de lo más irascible. Algo te ocurre, no te andes por las ramas y cuéntamelo ―contestó Siena con cierto tono cansado. No le gustaba que se pusiera a dar vueltas sin decir nada. Quería que fuese al grano de una vez.

— Una contestación tan perspicaz como borde, querida ―respondió sin disimular su enfado―. De acuerdo, no me andaré por las ramas y dejaré pasar tu insolencia. Quería preguntarte si tú sabías algo de la implicación del Sol en el intento de asesinato de Tajto.

— ¿De dónde has sacado eso? ―preguntó sorprendida.

— Aunque lo ocultó, Tiberio sí encontró cartas dirigidas a Tajto de parte de los dirigentes del Sol donde le azuzaban a asesinarme a la vez que intentaban que no lo hiciera. Esos comentarios ante alguien tan desequilibrado como Tajto propiciaron que intentase matarme y que casi lo lograra ―explicó Loira rápidamente.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora