Capítulo 21

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Habían pasado un par de noches desde que discutiera con Arno y este no había ido a hablar con ella para disculparse. Siena estaba inquieta, no se podía dejar correr ese tema porque no dejaba de ser su segundo en los cazadores y tenía la sensación de que, si no se hablaba sobre ello, terminaría por emponzoñarse. Llevaba desde entonces sin verle, sin cruzarse con él. No había aparecido por el gimnasio para hacer sus sesiones de deporte. Ella lo sabía porque se había pasado por allí a horas diferentes y nunca le había visto. Incluso había hablado con otros miembros de los cazadores y de la guardia que entrenaban con él y le habían confirmado que no entrenaba con ellos. Que no sabían nada sobre él.

No iría a su casa a buscarle, esa sería su última opción y la dejaría para más adelante, de ser necesaria. No había probado a buscarle en la cantina, así que se dirigió hacia allí. Salir a la calle con el temporal, no le hacía ninguna gracia, pero tenía que probar suerte. Sin embargo, la suerte la rehuía. Tampoco estaba allí.

Se acercó a la barra y pidió una copa de vino dulce bien frío. Ya que había ido hasta allí, al menos aprovecharía el viaje. Doubs la miró extrañado y esperó hasta que ella le confirmó el pedido. Hoy no tenía ganas de cerveza, pero un vino siempre era bien recibido. Así dio varias vueltas a su copa, pensativa, no sabía cómo lo iba a solucionar si no podía encontrarle. Lo gracioso era que debería ser él quien estuviese buscándola e intentando solucionarlo. Había sido culpa suya la situación que tenían ahora, aunque no parecía interesado en zanjarlo y que las aguas volvieran a su cauce. Sabía que él tenía un gran orgullo, pero arriesgarse a perder su puesto por él... era demasiado.

Siena recordaba lo dulce y compresivo que había sido durante su viaje a la Tundra. Las largas conversaciones y lo inteligente y atento que le había parecido. No disfrutaba tanto de un viaje desde que había muerto su padre. Claro que él hacía interesante todo para ella con su mera presencia. Y este último viaje había supuesto volver a disfrutar de su trabajo y de la compañía. Y eso se había debido a Arno. Le había quedado muy claro tras la conversación con Urai que no era un chico que fuese a cambiar, pero eso no implicaba que no pudiesen ser buenos compañeros como eran antes y, quizá, pudieran quedar como amigos. Le apenaba mucho esta situación y por eso le estaba buscando. Le resultaba incómoda la sensación de enemistad.

Llevaba dando vueltas al vino en la copa varios minutos cuando escuchó que la puerta de la cantina se habría y saludaban al nuevo cliente. Alzó la cabeza al escuchar el nombre de la persona que andaba buscando. Y, efectivamente, ahí estaba Arno, quitándose el abrigo y los guantes. Notó el momento en que reparó en su presencia, cómo se la quedó mirando, dubitativo. Debía estar pensando si irse del local, quedarse ignorándola o acercarse a ella. Por suerte, escogió esta última opción, acercándose a la mesa donde se encontraba sentada mientras hacía una señal a Doubs para que le trajese una cerveza. Esperaba que no fuese una conversación que terminase en disputa, aunque, igualmente, se puso tensa cuando se sentó a su lado, saludándola.

— Hola, Siena. No esperaba verte por aquí —comenzó.

— Arno —dijo ella a modo de saludo—. Llevo unas noches un tanto extrañas, necesitaba tomarme un rato libre y me apetecía venir a tomar algo. Yo sí que no esperaba encontrarte aquí ya que llevamos varias noches sin verte por el gimnasio. Parecía que se te había tragado la nieve.

— Necesitaba un tiempo para serenarme y centrarme. Tú misma me dijiste que pensase las cosas en frío y eso he estado haciendo —contestó tranquilo. No parecía tener ganas de discutir, sino que más bien, mostraba un tono conciliador.

— Me alegra mucho que hayas estado pensando con calma y mente fría —Siena estaba contenta y así se lo hizo saber sonriendo mientras le hablaba. Esperaba que todo quedase en un altercado absurdo y recuperasen la amistad.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora