Capítulo 23.2

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— ¿En serio? —preguntó perplejo.

— No me mires así. Cuando no sabía a qué dedicarme probé varias opciones y en la cocina no duré más de dos noches. Curiosamente me he cortado más en esas dos noches que en años de aprender a pelear a cuchillo —dijo riéndose. Bueno, ahora sí estaba de mejor talante para afrontar lo que debían tratar. La dejó reír hasta que paró y volvió a pensar de nuevo en su situación. Se puso algo seria, aunque ya no veía la ira. Ahora esperaba que pudiese tener la cabeza fría para escoger bien—. En fin, soy una chica con inventiva, algo se me tiene que ocurrir. Y ahora no eres tú solo pensando y, ya sabes lo que dicen, dos cabezas piensan mejor que una. Dime que ideas tenías tú, a ver si podrían ser factibles.

— Yo había pensado en darte tiempo y que tu pudieras unirte a alguien que te gustase. Gracias al imbécil de Arno, ahora sales más y te relacionas con más gente por lo que pensé que, si te daba algo de tiempo, podrías congeniar con alguno de ellos y, cuando tu hermana se pusiese intensa de nuevo, decirle que no sería con Arno, pero que te unirías a alguien. Ella lo que quiere es que te unas; el con quien, le da igual. Se empeña en él porque es el único que se uniría mañana mismo contigo sin poner pegas. Es el camino fácil y rápido. Sin embargo, creo que, si le pones otro candidato sobre la mesa, le dará igual.

— Ya veo. Ahí veo dos lagunas. La primera es que no me quiero unir a nadie y la segunda es que tampoco sé con quién. Creía que contaba con un par de años más como mínimo y no con solo un par de semanas —dijo suspirando pensativa—. Por eso querías darme tiempo. Ya que tenía que hacerlo que fuese con alguien que me gustase ¿no?

— Así es. Porque, por más que pienso, no veo de qué manera puedes negarte o evitarlo sin perderlo todo en el proceso. Lo siento.

— No lo sientas. No es culpa tuya. Loira es la que debería sentirlo y echarse atrás en sus planes, pero ya empiezo a conocerla. Esa indiferencia no es fingida, no actúa para hacerse la importante e influir respeto. Es realmente así. El plan suave le ha fallado y ahora irá sin miramientos. Lo bueno es que aún tengo tiempo de reaccionar. De ver si encuentro alguna solución —demostraba fuerza y resolución con esas palabras, eso era bueno. Lamentablemente ese ímpetu la hizo volver a ponerse en pie y caminar en círculos. Terminaría mareado, sin duda. Pero sabía que necesitaba moverse para pensar, así que la dejó pensar y caminar durante unos minutos, dándole margen, esperando que surgiera alguna idea—. Podría irme a vivir con mi abuela.

— ¿Cómo? —preguntó incorporándose en el sofá.

— Veras, hace una semana la conocí, me acerqué al claro y hablé con ella un poco —explicó con tono lastimero que no le convencía. No de ella que buscaba el peligro, lo prohibido, lo nuevo—. Me cayó bien. Sería libre, podría cazar y Loira nunca me buscaría allí porque nunca se esperaría que me fuese con una abuela a la que no conozco y tengo prohibido conocer.

— A Azumara la echaron de la ciudad y la exiliaron a la Zona Neutral a vivir sola, sin contacto con nadie, por el resto de su vida. La condenaron a vivir y morir sola. ¿De verdad vas a renunciar a todo para ganar una solitaria libertad?

— Lo pones más feo de lo que yo había pensado —notó cierto tono lastimero.

— Solo quiero que elijas sabiendo bien lo que tienes en cada opción que encontremos —le aclaró—. Si decides irte con ella deberás desaparecer para siempre, procurar que Loira no te encuentre y hacerte a la idea de que vivirás y morirás sola porque, cuando Azumara muera, te quedarás sola allí. Si consideras que te marchitarías en una cocina, imagínate en el bosque, sola de por vida.

— Parece que quieres hacer buena la opción de unirme a Arno...

— No es eso. Quiero que decidas bien, sabiendo lo que elijes. Si escoges irte con tu abuela, estarás lejos de todo y de todos, sola; si escoges quedarte, negándote a unirte a Arno, serás degradada a pinche de cocina, nada de salir a cazar. Por no hablar de que Loira es muy vengativa y no le bastaría solo con eso, aunque espero que no escojas esta opción y no lleguemos a verlo nunca —dijo carraspeando—. Entonces, salvo que se te ocurra otra idea, queda la opción de unirte a alguien y ser diplomática además de continuar como jefa de los cazadores. Pierdes la soltería, pero ganas todo lo demás sin perder la libertad. Ten en cuenta que las mujeres mandáis, por más que me pese —incluyó riendo e intentando meter un poco de humor—. Podrás manejar al hombre que escojas. No tiene por qué ser Arno, escoge a otro. Si piensas en los chicos que has ido conociendo con Arno, o los cazadores, o miembros de la guardia, hay muchos. Seguro que alguno llama tu atención.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora