Capítulo 32.1

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Urai observó a Siena durante un rato largo. No quería inmiscuirse en sus pensamientos durante un tiempo, tenía mucho que asimilar. Ella intuía que había más, que aquello era solo la punta del iceberg, y así era. Tenía mucho que explicarle. Hacía tiempo que había llegado al convencimiento de que debía contarle todo. Aquella noche, cuando se cuestionó porqué él tenía toda la información y se la pedían los demás, se quedó pensando después. Ella era una chica impetuosa, pero muy inteligente. Lo suficiente como para hacerse esa pregunta que nadie más se hacía. Maissy jamás preguntó de dónde salió toda la información que Loira y él recopilaron para su proyecto genético. Sin embargo, Davra, que había solicitado ciertos datos para la creación y diseño, tanto de la cúpula como de la tecnología que quería implementar, había cuestionado su procedencia. A raíz de esa situación Urai, con el consentimiento de la Reina, le había explicado todo. Le resultó chocante, pero lo había asimilado tan bien que ya manejaba el ordenador y seleccionaba ella misma la información que creía que le iba a venir bien. Solo le pedía permiso para acceder a la sala y usarlo todo. Él solo tenía que estar a su lado por si tenía alguna duda sobre los archivos o algún problema con el ordenador ya que él era el único informático que existía en toda la civilización.

Lo de bibliotecario era más sencillo de explicar y entender que informático. Él había sido un niño que se había cuestionado todo desde la infancia, que había preguntado y que había visto aquel hilo que unía todas las historias de los cuentos. La anterior bibliotecaria, viendo su potencial, le reclamó para que estudiase con ella. Teniendo en cuenta que ser bibliotecario era uno de los puestos más relevantes de la Noche, sus padres no dudaron en aceptar y él, sabiendo ya la verdad oculta y la verdadera ocupación del bibliotecario, aceptó sin pensárselo ni un segundo. Durante años aprendió sobre ordenadores, programación, reparación, mecánica, códigos y un largo etcétera que le hizo saber no solo cómo manejarlos, sino cómo repararlos o construirlos. Y seguía estudiando pues había gran cantidad de información para aplicarlo a otros ámbitos como la Inteligencia Artificial. Era una rama inmensa, interminable incluso.

Y, por supuesto, había revisado muchos de los archivos, increíblemente bien ordenados por anteriores bibliotecarios que durante siglos habían revisado toda la información y la habían ido clasificando e incluso traduciendo gran parte. El mundo pre aniquilación había tenido multitud de países y de lenguas que, en los tiempos actuales, nadie hablaba ya. Sin embargo, aunque contaban con traductores en el ordenador, era necesario ir introduciendo los textos manualmente, uno a uno, para que se hiciera la traducción. Por eso solo iban traduciendo lo que hacía falta en cada momento.

Lo cierto era que se había convertido en una rata de biblioteca casi de forma literal. Tenía tanto que mirar, traducir, catalogar o aprender que, aun dedicándole toda su vida, jamás lo terminaría. Como les había ocurrido a todos sus predecesores. Rezaba por tener la suerte de encontrar a otro niño o niña que mostrase curiosidad e inteligencia suficientes para hacerle su discípulo, para enseñarle todo por si llegaba la noche en que él faltase, que hubiese alguien que siguiese con su trabajo, igual que él había seguido con el de su mentora. No perdía la esperanza, siempre había aparecido alguien.

El mundo antiguo había sido muy prolífico en cultura, historia, ciencia, medicina y tecnología. En aquellos servidores se encontraba gran parte de toda aquella información que recopilaron sus antepasados durante la aniquilación, siendo conscientes de que no podían dejar que se perdiese toda aquella evolución. Sabían que, quizá no para ellos, pero sí en el futuro, podría ser de mucha utilidad. Y así había sido. En lugar de tener que invertir mucho tiempo y científicos en cualquier avance, solo tenían que buscar la información y ver cómo construir, desarrollar o implementar esa tecnología con los materiales de que disponían. Tenían incluso una fundición en unas ruinas al oeste, de camino a la Zona Neutral, junto a los almacenes exteriores, donde habían construido gran parte de los materiales para la cúpula. Davra la había puesto en marcha ya que no se usaba desde hacía doscientos años y hubo que repararla primero. Lo bueno que tenían era que el hielo conservaba todo increíblemente bien.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora