Capítulo 30.2

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Tiberio se marchó con prisa después de eso. No estaba segura de que pasase el mensaje a su hermana. Llevaba la noche anterior y esta, tratando que alguien la hiciese ir, sin embargo, todos se habían tomado las instrucciones de los médicos tan en serio que a veces dudaba de que el mensaje llegase hasta Siena. No era que en sí quisiese conversar con ella, tampoco estaba interesada en ayudarla ya que en pocas noches estaría ella misma ocupándose de todo, pero su hermana no tenía filtro ni mesura. Le contaría todo sin darse cuenta de que iba contra las indicaciones médicas. Por eso mismo creía que nadie le llevaba el mensaje de que quería que fuese a visitarla.

Era una lástima, quería saber cómo iban las investigaciones, como estaban los almacenes y mil cosas más sobre las que no podía dejar de dar vueltas en la cabeza. En esos momentos lo que peor le venía, a su juicio, era ese aislamiento porque no le permitía usar el trabajo para evadirse de lo ocurrido. Pero nadie parecía entenderlo y seguían fielmente el no darle información. Las dudas sobre si todo iba bien se veían opacadas por sus recuerdos del ataque. Prefería mil veces estar trabajando y dándole vueltas a los problemas de la ciudad que recordar lo ocurrido y pensar sobre lo que podía haber pasado. Lo que tenía claro era que, si no hubiese estado ahí el guardia, Tajto habría esperado hasta asegurarse de que ella dejaba de tener pulso y de respirar. Sin la ayuda rápida que había recibido habría muerto con toda seguridad. Y eso se lo debía a Tiberio. Él había estado siguiendo al diplomático, observándole y dándose cuenta de que tramaba algo. La había puesto sobre aviso y la había mantenido protegida constantemente, intentando evitar el ataque. No habían podido evitarlo, sobre todo por sus propias faltas, no por las de sus guardias, pero sí habían estado ahí para socorrerla y brindarle la vida. Porque tenía muy claro que estaba viva gracias a su rápida reacción, al igual que a los médicos que habían volado por ella.

En su mente se formó una idea. Debía agradecérselo como se debía. Iba a organizar un evento en el que diera las gracias a la Madre por cuidar de ella, así como a los responsables de que aún siguiese entre los vivos. Recordaba la historia de lo que había hecho su madre cuando, tras mucho esfuerzo y bastantes intentos, había logrado tener una hija sana: ella. Había organizado una gran celebración para festejar el nacimiento de una niña sana que sería la siguiente reina de la Noche y lo había hecho por todo lo alto, ofreciéndose a la Madre en agradecimiento. Ella haría lo mismo.

En su mente se agolpaban las ideas, las opciones, los cómo, los cuándo y quiénes debían estar allí; tanto para participar y agasajarles, como médicos y guardias, como para asistir. No solo el pueblo de la ciudad. Quería hacer llamar a los habitantes de la Tundra. Y... ¿por qué no? También invitaría a los del Sol para que viesen la ciudad en pleno apogeo. Además, si Siena se unía pronto, podían quedarse y asistir a ambas ceremonias. Así verían esa panda de bárbaros la magnificencia y superioridad de la Noche. Y ya que Siena iba a ser la próxima diplomática, podía ofrecerle una primera toma de contacto con ellos que facilitase después las negociaciones y la hermandad y fraternidad y todas esas tonterías a las que tendría que hacer referencia en su discurso para agasajarles. Pero lo haría con sumo gusto mientras ellos se maravillaban con la belleza del lugar, la gran cúpula que estaban creando y su avanzada tecnología.

Se acercó a la puerta e pidió al guardia apostado fuera que localizase a Elster y la hiciese venir a verla. Tenía que organizar muchas cosas. Le pareció que pasaban horas hasta que su tía entró en su dormitorio tras un leve toque de nudillos y sin esperar permiso.

— Loira, espero que no me hayas hecho llamar para intentar sonsacarme información de nuevo porque no te va a funcionar, igual que las veinte veces anteriores —dijo suspicaz y burlona su tía.

— No fueron veinte, solo dos, pero no. No te he mandado llamar para sonsacarte nada. Quiero hacer una fiesta. Quiero celebrar que estoy viva y agradecérselo a la Madre —explicó mostrando su entusiasmo—. Haremos un gran evento donde venga todo el mundo, incluyendo al Reino del Sol. Les agradeceré públicamente sus actos a nuestros guardias y médicos y haré una ofrenda a la Madre.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora