Tras sus reuniones con Davra, Maissy y Siena, Loira salió a hablar con la partida de caza para que esperasen y no se marchasen todavía. Tenía pensado dar un discurso de agradecimiento a todos por la preocupación que habían sentido por su salud y para hacerles saber que ya estaba bien y de vuelta al trabajo. Además, quería que presenciara el juicio a Tajto la mayor cantidad de gente posible. Quería que viesen cómo se impartía justicia en la Noche. No solía ser habitual que la gente delinquiera y menos aún que intentasen matar a nadie. Ya ni hablar de intentar matar a la propia Reina. Por ese motivo la pena capital no solía ser una condena que se pusiera en práctica, pero ella lo haría. No solo porque se lo merecía, sino porque así daba ejemplo de las consecuencias de sublevarse contra la autoridad y atentar contra la vida de la Reina.
Como corría prisa todo, no podía entretener a la gente mucho tiempo. Los cazadores debían partir cuanto antes y el resto debían comenzar a trabajar para tener todo preparado para cuando volviese el ballenero, momento en el que todos ayudarían en la descarga de alimento. Por ese motivo, estableció el discurso y el juicio para después de la comida. De esta forma, contaban con la primera mitad de la noche para organizar todo y después de la sentencia podrían partir hacia la Tundra los cazadores y a sus quehaceres los demás. No estaba segura porque no lo había preguntado, pero creía que los técnicos de Davra ya habían terminado las reparaciones de los molinos de viento y se quedarían en la ciudad para continuar trabajando en la cúpula. Era una lástima que no estuviese terminada para la ocasión, sin embargo, los del Sol podrían ver su inventiva y su avanzada tecnología en lo ya construido.
No quiso bajar al agujero a ver cómo se encontraba el preso, esperaría a verle directamente en la Sala de la Reina para ser juzgado. No era por miedo a que la pudiera convencer de revocarle la pena, sino porque tenía miedo de no poder contenerse en privado y matarle allí mismo, ella misma con sus propias manos. Y eso sería un error porque quería que fuese público, que fuese el ejemplo para todos de que ella saldría ilesa y no habría piedad en el castigo.
La Sala del Trono se llenó de gente rápidamente, casi no cabía un alma, y eso que era la sala más grande de todo el palacio. Ya iban siendo muchos y eso no dejaba de ser motivo de regocijo. No dio un discurso largo ni sentido, se limitó a informar de que las pruebas habían arrojado unos resultados muy positivos indicando una clara mejoría y que ya podía volver al trabajo por lo que relevaba a Siena de su puesto como Regente, dándole las gracias a su queridísima hermana por su incuestionable ayuda. Todo fue muy bonito y rápido, lo que todos querían la primera noche en la que podían salir de casa sin congelarse casi al instante. Y también sabía que todos estaban esperando con expectación el juicio y la consabida condena que le aguardaba, con una curiosidad posiblemente malsana, pero comprensible.
Hizo pasar a Tajto a la sala con las manos atadas a la espalda, guiado por uno de los guardias, hasta dejarlo frente a Loira. Por el camino tuvo que escuchar los abucheos e insultos de los allí reunidos y recibir el golpe de un huevo que fue a estrellarse y romperse contra su espalda. En ese punto, ella sintió que debía intervenir.
— Escuchadme, por favor —dijo alzando la voz mientras se ponía en pie para llamar la atención de su público y alzando las manos para pedir silencio—. Yo mejor que nadie entiendo vuestro fervor y odio hacia este hombre, pero os suplico que no le arrojéis comida. Es un bien escaso y vale más que el propio reo. No la desperdiciéis tirándosela.
La turba pareció comprenderlo bien y se calmó, dejando de tirar alimentos y de insultar al preso. Cuando vio que todo había vuelto a su cauce Loira volvió a sentarse en el trono y ordenó al guardia que le quitase las cuerdas a Tajto. Se sentía segura con Tiberio a su lado y media docena de guardias haciendo de separación con los asistentes. Por no hablar de que tendría que correr mucho para alcanzar los escalones, subirlos y atacarla sin que antes le hubiese detenido alguien. Vio como el reo se frotaba las muñecas laceradas por la soga que debía haberle estado dañando su delicada piel durante la última semana. El ver las marcas rojas y algunas heridas en sus muñecas no la hizo compadecerse de él, sino regocijarse. Incluso se le escapó una leve sonrisa cuando vio su nariz hinchada con restos de sangre seca y uno de los ojos aún morado y escasamente abierto. Se giró hacia su hacia su hermana que se encontraba junto a ella.
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La Profecía Incumplida I
Science FictionPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...