Capítulo 46.2

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Sin embargo, Alyssa la cogió del brazo y les siguió de cerca. Al parecer aún no era el momento de perderse con ella, sino que debían ir juntos, como familia. Alyssa le apretó el brazo y le sonrió cuando entraron en el recinto donde estaba El Santuario. La plaza que se extendía ante ella era inmensa, incluso con toda la población del Sol ya pululando por ahí, apenas llenaban el lugar. Era un sitio sobrecogedor e imponente formado por una amplia plaza alargada que iba en descenso hasta unas inmensas escaleras en semicírculo que llevaban a un pasadizo de columnas que parecían de tipo romano. No podía estar del todo segura, pero creía recordar algo al respecto de un documental que le había puesto Urai sobre las grandes civilizaciones antiguas. Y en pleno centro del pasadizo de columnas que iba en semicírculo de lado a lado de la plaza, se encontraba una gran construcción que parecía ser el epicentro de aquel lugar.

La multitud dejó libre un pasillo central que les dejaba justo a los pies de las escaleras. Recorrer esa plaza andando les llevó varios minutos durante los que se dio cuenta de la cantidad de ojos que la observaban y los cuchicheos que despertaba. Parecía que, al final, ella iba a recibir más atenciones que su Dios. Miró hacia la izquierda observando una edificación más pequeña donde había gente reunida y a la derecha de la plaza encontró un amplio arco que hacía de entrada secundaria al lugar. Vio una gran fuente situada al lado del gran arco donde había varias personas llenando recipientes de un agua que le pareció clara y transparente.

Llegaron al pie de las escaleras y el Rey y su familia se pararon, salvo Gabriel que siguió adelante, subiendo el largo tramo de escalones hasta arriba y entrando por el pórtico de entrada de la gran edificación. Siena se volvió hacia Alyssa con una pregunta clara en su mirada. No entendía qué era ese sitio, no comprendía el protocolo y no sabía por qué Gabriel vestía diferente y se había separado de la familia en el comienzo de la celebración.

— Nuestro hermano es sacerdote de Dios. Al comienzo, nuestra religión tenía sacerdotes que se dedicaban por entero a Él, al pueblo y a la fe. Sin embargo, tras el cataclismo, había necesidad de que todos los hombres tuviesen hijos por lo que, aunque continuamos con la misma religión, se dejó de lado ese precepto y se exigió que quienquiera que escogiese ser sacerdote debía servir a Dios y a la sociedad, teniendo también descendencia y trabajo aparte —explicó Alyssa con paciencia—. Eso quiere decir que mi hermano es un hombre normal todo el año, tiene sus estudios y sus obligaciones y, en varias ocasiones al año, es uno de los representantes de Nuestro Señor en la Tierra. Para poder ser sacerdote tuvo que estudiar durante tres años, pasando aquí los fines de semana, mientras entre semana seguía con sus estudios en ciencia. Y el año pasado estuvo aquí casi el año entero haciendo un retiro espiritual y finalizando su aprendizaje teológico.

— Estoy muy asombrada. Gabriel siempre me ha parecido demasiado frívolo para algo así. No le veo alguien espiritual, la verdad —comentó sincerándose.

— Lo sé. Tiene ese aire irreverente de alguien a quien no le importa nada más que divertirse, sin embargo, tiene un gran sentido del deber y es increíblemente religioso. Desde bien pequeños nuestro padre nos ha inculcado la fe, pero ha sido en él en quien más ha calado —continuó explicando Alyssa—. De hecho, es el sacerdote de Atlántida. Cada ciudad tiene el suyo propio, incluyendo El Santuario, y Gabriel es el de la capital del Reino. Sí es cierto que aquí viven la mayoría de los sacerdotes, más dados al mundo espiritual y a la tierra y los animales. Pocos escogen vivir en las ciudades. Hoy oficiará el sumo sacerdote de El Santuario y, por ende, del Reino del Sol, acompañado de un representante religioso de cada ciudad. Por eso Gabriel ha subido.

En ese momento salieron tres sacerdotes del edificio al que Alyssa denominó "iglesia" y se situaron en lo alto de las escaleras. Se hizo un profundo silencio, todas las conversaciones se acallaron al unísono. Todos comenzaron a cantar un cántico que ella no comprendía, parecía uno de los idiomas que había escuchado en los vídeos que le enseñó Urai. Debía ser una lengua antigua, pero sonaba increíblemente hermosa, sobre todo viendo cantar a toda la plaza al unísono.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora