Capítulo 28.2

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Siena se encontraba en su cuarto tras una buena ducha, ya vestida, sentada frente al fuego y pensando si debía ir a ver el estado de su hermana al hospital. Que comprendiese sus motivos no hacía más fácil perdonarla, así como tener que intentar aparentar normalidad y desconocimientos de todo. Las normas no escritas indicaban que era su obligación estar junto a su hermana en esos momentos, sin embargo, había estado evitando estar a su lado desde que se lo habían dicho. No había llegado a entrar en el hospital, solo preguntó al guardia apostado en la puerta. No habría hablado con ninguno de sus médicos de no ser porque fue Maissy a buscarla al agujero. No había ido aún a verla bajo la excusa de entrar en calor tras el interrogatorio y relajarse tras los momentos y el miedo pasado. Todo excusas. Ahora no tenía ninguna y seguía sentada en su dormitorio sin moverse.

Una llamada en la puerta la sacó de sus pensamientos y le hizo apartar la mirada del fuego para ver quién entraba. Urai le sonrió al acercarse y se sentó a su lado sobre la alfombra y le dio un par de palmaditas en la pierna haciéndole ver que era consciente de la noche que llevaba.

— ¿Estás bien? —preguntó sin apartar la mirada de los leños en llamas.

— Sí. Está siendo una noche larga, la verdad, pero parece que no habrá que lamentar la muerte de la Reina —dijo con sorna.

— Si Tajto hubiese logrado su objetivo tú serías la nueva reina. Podrías haber evitado unirte a mí. El fin de tus problemas —intentó bromear, aunque su tono nervioso le delataba.

— Sabes que eso no habría cambiado nada. Loira tiene que unirse igualmente a alguien, por eso me ha metido de por medio intentando ganar tiempo. Si estuviese en su lugar, tendría el mismo problema que ella o la misma situación que tengo ahora, pero forzada por la sociedad, las normas y el Consejo, en lugar de por mi propia hermana. No habría sido una solución, sino más quebraderos de cabeza —contestó encogiéndose de hombros.

— Supongo que tienes razón.

— ¿Te han contado todo? —preguntó tras unos minutos de silencio.

— No sé qué es todo para ti, aunque intuyo que te refieres a tu intervención en el interrogatorio —indagó Urai con voz sosegada.

— Sí —susurró ella.

— Me lo contó Tiberio, por eso estoy aquí. Sé que no es tu forma de ser habitual, que no eres agresiva por naturaleza. Pensé que quizá necesitabas hablarlo con alguien o simplemente tener compañía.

— Gracias —contestó lanzándole una fugaz sonrisa que no convencería a nadie—. Estoy bien. Ahora iba a ir a ver a Loira al hospital.

— Me he pasado a preguntar antes de venir a verte y aún está sedada. Puedes quedarte un rato más aquí sentada —le dijo pasándole un brazo por encima de los hombros y acercándola a sí para que se apoyase sobre él. Ella simplemente asintió y apoyó la cabeza en su hombro. Su voz grave y suave siempre la relajaba. No sabía cómo era capaz de hacerlo y más ahora, cuando sus pensamientos la apabullaban y la alteraban. Pero simplemente oyéndole, su mente paraba de dar vueltas y le hacía creer que todo estaba bien.

Se quedaron sentados durante un largo rato sin decir nada más, simplemente disfrutando de la compañía mutua, hasta que ella se sintió con fuerzas de enfrentarse a la situación. Agradeció que él la acompañase a ver a Loira tanto como su silencio. Cualquiera la habría interrogado sobre lo ocurrido, pero él ya se había informado previamente y estaba ahí para servirle de apoyo.

Caminaron los pocos pasillos hasta el hospital en silencio. Allí la recibió casi al instante uno de los médicos que le informó del estado de su hermana. Al parecer habían tenido que reanimarla varias veces, no solo una, y ahora estaban pendientes de posibles infecciones en la sangre o tejidos debido a bacterias del aire inyectado. Todo le parecía de pronto muy complicado. Había sobrevivido a varias paradas cardiacas y ahora se presentaban problemas nuevos como infecciones o daños cerebrales por la falta de oxígeno. Que le dijeran constantemente que todo estaba yendo bien, parecía una de esas mentiras piadosas que se dicen para no preocupar a la gente.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora