Siena estaba en el gran comedor intentando desayunar. Tenía el estómago cerrado desde la noche anterior, desde que descubrió todo y decidió aceptar la propuesta de Urai. Se había enfadado mucho con él al darse cuenta de todas las cosas que le había estado ocultando en los últimos meses. Todo lo que sabía sobre las intenciones de su hermana, las intenciones de Arno y su verdadera forma de ser y de tratar a las mujeres; más cómo lo trataban ellas a él. Lo de su romance con su hermana podría haberlo entendido si no fuese porque ya se sumaba a una larga lista de datos obviados que, al final, tenían todo que ver con ella y su vida.
Aun sentía esa sensación de desesperación cada vez que recordaba todo lo que había oído, cuando comprendió todo lo que su hermana decía. Contar con el apoyo de Urai no mitigaba lo que sentía ni hacía más fácil su situación. Al final debía unirse con alguien a quien no quería y mucho antes de lo que le habría gustado, aunque por lo menos quería pensar que lo había podido escoger. Que había tenido algo de decisión en todo este tema. El problema era que esa falsa sensación de gobernar su destino se veía mitigada por la seguridad de que, de todas formas, Loira se salía con la suya.
En ese momento se dio cuenta de que Urai recorría la sala con la mirada hasta que la vio a ella y comenzó a andar en su dirección. Por su gesto no sabía si la reunión con la Reina había ido bien o mal. Al menos, la conversación con él le daba un motivo para dejar de lado el plato lleno que no había parado de marear desde que se lo había servido. Odiaba tirar comida, pero realmente tenía el estómago cerrado.
— Ya he hablado con Loira —comenzó mientras se sentaba a su lado. Sintió cómo se le revolvía de nuevo el estómago. Ni siquiera la sonrisa que ahora sí mostraba Urai la relajó. No estaba aún segura de que esta fuese la decisión correcta—. Ha dado su consentimiento. He tenido que decirle que te convencí porque soy un gran partido, pero es mejor que decirle que sabes de sus planes contigo.
— No sé porque no puede saberlo. Dudo mucho que eso le haga sentir mal —espetó ella con tono ácido.
— No le hará sentir mal. Le enfadaría saber que has escuchado sus planes o peor si cree que te los he contado yo. Además, no quiero darle el gusto de creer que te unes a mí porque no te queda más remedio, que al final ha logrado obligarte sin tener que decírtelo. Quiero que piense que ha sido idea tuya, no suya. Quitarle poder —explicó con calma. Tenía su lógica, sí. Y era cierto que, viéndolo desde ese punto de vista, si se unía a Urai sin que interviniese oficialmente su hermana, sería como si lo hiciese por voluntad propia. Eso le quitaba a Loira la sensación de triunfo al obligarla a cumplir con su plan. Por no hablar de que se unía Urai, su ex, en vez de a Arno, con quien ella quería.
— Cierto, me gusta esa idea. La sensación de haber tenido elección, aunque no haya sido así —también le gustaba la falsa sensación de victoria que sentía.
— Tenías más opciones, pero no eran tan buenas. Me alegra ser tu mejor opción o, más bien, tu única opción viable —dijo con sonrisa triste de pronto. Se paró a pensar que quizá le estaba hiriendo al insistir en que, si no fuese por la situación de necesidad, no le habría escogido. No había que olvidar que ya tenía veinticinco años y ninguna lo había querido como para unirse a él. Ni siquiera su hermana, aun teniendo con él una aventura.
— Siento lo que te dije ayer y lo que he dicho ahora. No quería decir que no hubieses sido mi elección si hubiésemos tenido ese tipo de acercamiento romántico. Nunca tuvimos ese tipo de relación y, la verdad, me consideraba joven para pensar en ello todavía. No me ha quedado más remedio que hacerlo, pero te aseguro que te veo buen marido y quizá lleguemos a ser una gran pareja —le dijo sinceramente. De verdad sentía lo que había dicho. Nunca se había parado a pensar en él en esos términos, pero era posible que, de haberlo hecho, le hubiese escogido igualmente, sin presiones. Siempre habían sido buenos amigos porque, a pesar de no tener mucho en común, tenían unos caracteres que eran increíblemente compatibles. Sabía que había más cosas que entraban en juego en una relación de pareja, sin embargo, la relación que hasta ahora tenían era un punto de partida inmejorable. Mejor que el de muchas parejas que conocía. Mejor que el que había tenido con Arno cuando se planteó algo con él.
— No te preocupes. Entiendo que la situación era chocante y reaccionaste lo mejor que pudiste. De hecho, considero que fue mejor de lo que esperaba —comentó, volviendo a sonreír algo más relajado.
— Vaya, gracias. Yo creía que mi reacción había sido excesiva. Me avergonzaba el haberme puesto a llorar, desesperada. Yo, que no lloro nunca, lloré como un bebé de pecho en lugar de buscar una solución o alternativas. Simplemente me bloqueé y me lancé contra ti cuando no era culpa tuya —se disculpó de nuevo. Era cierto que le había sentado muy mal la situación y la obligación de unirse a él, pero la decisión ya estaba tomada y era la mejor. Ahora debía hacerse a la idea y no culparle a él de lo que era solo culpa de su hermana. Y, viendo que tampoco era una mala elección de marido, lo mejor era mirar el lado bueno y aceptarlo para poder empezar a mejorar su relación en lugar de romperla.
— Te lo agradezco. Siempre he intentado e intentaré ayudarte —volvía a sonreírle como siempre, como su amigo. Estaba algo más relajada y comenzó a comer un poco mientras le iba contando algunos detalles de su conversación con Loira. Habría sido divertido ver su cara de estupefacción cuando le dijo que se unía a él. Empezaba a ver el lado gracioso de la situación y eso era bueno—. Esta mañana, comenté nuestra unión con algunos, antes de ir a reunirme con Loira, por si me lo ponía difícil y podía hacer algo de presión social. Por suerte no me hizo falta, pero creo que podría estar bien ir contándolo para que sea oficial y así no pueda arrepentirse —agregó Urai mirando en derredor. Supuso que estaba pensando que contarlo en el gran comedor, durante el desayuno, era buena opción.
— Ya que la decisión está tomada y estamos contentos con ella, no veo motivo para no hacerlo público sin miedo. Incluso con alegría —dijo mostrando un incipiente entusiasmo.
— Así que... ¿ahora estamos contentos con la unión? —preguntó con recelo. Entendía sus dudas. Le había machacado culpándole y mostrándose reacia a la unión.
— Aunque te cueste creerlo, ya que voy haciéndome a la idea, puedo ver lo positivo y, además, creo que serás un gran marido. Estoy contenta, sí. Por eso, si quieres que lo vayamos contando para que sea oficial, a mí me parece bien —le contestó, sonriendo más ampliamente. Era cierto, estaba despertando en ella cierta ilusión por esa unión que no esperaba. Se le quedó mirando unos segundos, pero no cambio de opinión, más bien todo lo contrario. Tenía una mirada limpia, sin maldad, que la miraba con mucho cariño y sobradamente había demostrado que se preocupaba por ella y la defendía, incluso ante la mismísima Reina. No podía pedir un marido mejor, segura de que no encontraría a ninguno mejor por más años que buscase. Ya conocía a todos, aunque fuese de haber cruzado cuatro palabras. De los que conocía, solo él le parecía idóneo y, de los que no conocía bien, no había ninguno que le despertase ganas de conocerle mejor. Quitando a Arno, que podría haber sido compatible si no fuese por sus malos prontos y extraños celos, solo quedaba Urai. Estaba contenta ahora que lo veía todo claro.
— Excelente —dijo sonriendo mientras se ponía de pie y le tendía la mano, esperando a que ella la agarrase y le siguiera.
No dudó en hacerlo, se levantó con él de la mano y caminaron juntos de un grupo a otro, recorriendo todo el comedor. Sorprendentemente, muchos ya lo sabían. Cuando Urai lo había contado, hacía una hora escasa, la noticia había corrido como la pólvora por lo que la mayoría ya lo sabían. Recibieron muchas felicitaciones, aunque también vieron muchas caras de sorpresa. Siena pensó que, a pesar de haberlo intentado llevar en secreto, en una ciudad tan pequeña, era fácil que se hubiesen percatado de la relación entre Urai y Loira por lo que ahora les sorprendería mucho que se fuese a unir con la hermana. Lo cierto era que no solo le daba igual, sino que le parecía maravillosa la idea de que pensasen que ella le había quitado la pareja a su egoísta hermana. Se merecía que pensasen así de ella.
Se mostró orgullosa junto a su futuro marido, frente a todos, dejando claro que, si bien había sido de su hermana, ahora era suyo. Se lo había quitado. Era una buena venganza que Loira la viese feliz con la unión y que creyera que ella le había quitado el amante porque era la mejor de las dos. Sabía que el narcisismo de su hermana podía llegar hasta esos límites, pero no podría hacer nada, ni siquiera hacer público su malestar, porque nunca hizo oficial su relación con Urai.
No era dada a maldades, siempre había intentado ver el lado bueno de todo el mundo. Pero su hermana no lo tenía. Había llegado hasta extremos tales como vender la felicidad y el futuro de su propia hermana pequeña con tal de conseguir un beneficio que podría ser muy efímero. Y ella había sido muy ingenua, pero había llegado el momento de dejar de serlo, de ver a Loira como realmente era y aceptar que la sangre no sería un motivo de compasión ni de unión entre ellas. Esta situación había sido el mejor abreojos y le había hecho ver lo inocente que era. Ya era hora de ver el mundo tal cual era y madurar.
ESTÁS LEYENDO
La Profecía Incumplida I
Ciencia FicciónPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...